La fatalidad del destino se fue tejiendo en aquellos últimos días de la vida del poeta Antonio Machado. Pero los homenajes que se le rinden por el 75 aniversario de su muerte (22 de febrero) demuestran que está más vivo que nunca y que dejó mucho para celebrar. El hombre que dio profundidad inolvidable a los campos de Castilla sufrió apenas un mes de exilio en el pueblito francés de Colliure cuando ya la causa republicana estaba casi perdida, por la inminente ocupación de Barcelona. La España franquista trató de borrar las huellas que había dejado en la cultura y la enseñanza. Pero no tuvo éxito. Si Machado fue el poeta del abandono y la ausencia, se hace muy visible y presente en los homenajes con motivo del aniversario de su fallecimiento en Madrid, Andalucía, Segovia y en Soria. El acto central será en Colliure este fin de semana.
En el Ateneo de Madrid, al que el sevillano estuvo muy ligado y donde conoció a personajes centrales para su arte, se talla su recuerdo este viernes con un acto en el que participan Leonor, la sobrina del poeta, con el que convivió cuando era niña; una mujer ahora ya nonagenaria con energías para hablar de su tío. El actor José Sacristán dará voz a sus versos, mientras suena la música de la violonchelista Aurora Martínez Piqué. El hispanista Ian Gibson, estudioso de Machado, explicará su obra.
“Antonio Machado es más símbolo que nunca porque preconiza la España de la rabia y de la idea”, asegura un entusiasmado Miguel Losada, del Ateneo, organizador de un evento que por el éxito de su convocatoria prevé que dejará a más de uno sin sitio. Y eso que son 400 los asientos del espléndido salón de actos de la institución. Un batallón de poetas venidos de distintos puntos de la geografía recitarán durante dos minutos versos del autor de Soledades.
Antonio Machado (Sevilla, 1875 – Collioure, 1939)
Poeta español. Aunque influido por el modernismo y el simbolismo, su obra es expresión lírica del ideario de la Generación del 98. Hijo del folclorista Antonio Machado y Álvarez y hermano menor del también poeta Manuel Machado, pasó su infancia en Sevilla y en 1883 se instaló con su familia en Madrid.
Se formó en la Institución Libre de Enseñanza y en otros institutos madrileños. En 1899, durante un primer viaje a París, trabajó en la editorial Garnier, y posteriormente regresó a la capital francesa, donde entabló amistad con el poeta nicaragüense Rubén Darío. De vuelta a España frecuentó los ambientes literarios, donde conoció a Juan Ramón Jiménez, Ramón del Valle-Inclán y Miguel de Unamuno.
En 1907 obtuvo la cátedra de francés en el instituto de Soria, cuidad en la que dos años después contrajo matrimonio con Leonor Izquierdo. En 1910 le fue concedida una pensión para estudiar filología en París durante un año, estancia que aprovechó para asistir a los cursos de filosofía de H. Bergson y Bédier en el College de France. Tras la muerte de su esposa, en 1912, pasó al instituto de Baeza.
Doctorado en filosofía y letras (1918), desempeñó su cátedra en Segovia y en 1928 fue elegido miembro de la Real Academia Española.
Con el estallido de la Guerra Civil Española marchó a Valencia. Vivió en la localidad de Rocafort desde noviembre de 1936 hasta abril de 1938 en que fue evacuado a Barcelona. En 1937 publicó La guerra. Entre 1937 y 1939, publicó un total de 26 artículos en La Vanguardia, que en aquella época era el órgano de expresión del gobierno de la República y recogía firmas de los más destacados intelectuales y escritores que apoyaron la causa republicana.
En enero de 1939 emprendió camino al exilio, pero la muerte lo sorprendió en el pueblecito francés de Colliure.
Al igual que Unamuno, Machado consideró que su misión era «eternizar lo momentáneo», capturar la «onda fugitiva» y transformar el poema en «palabra en el tiempo». En los años posteriores se acentuó su meditación sobre lo pasajero y lo eterno en Campos de Castilla (1912), pero no por medio de la autocontemplación, sino que dirigió la mirada hacia el exterior, y observó con ojos despiertos el paisaje castellano y los hombres que lo habitaban. Una emoción austera y grave recorre los poemas de este libro, que evoca la trágica España negra tan criticada por la Generación del 98 desde una perspectiva regeneracionista, al tiempo que se describe con hondo patriotismo la decadencia y ruina de las viejas ciudades castellanas.
Desde La PLaza/ El País/ AG