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Adrían Guacarán: Ni Tan Santo

Adrián Guacarán, quien siendo un niño cantó a Juan Pablo II, en su primera visita a Venezuela, partió de este plano el pasado jueves. Para recordarlo la revista Épale republicó una entrevista que realizó a Guacaran. Disfruta de su contenido.

Es un tipo que llega despacio, arrastrando los pasos, cansado a las 10 de la mañana, cenizo por contraste pues lleva una guayabera azul tenue, de mangas largas, y unos pantalones turquesa adheridos a su voluminosa humanidad. Probablemente es él, no porque sea reconocible sino por esa inmensa cruz de plata encajada en su pecho, reluciente a la distancia como la cúpula ovalada de una catedral; lo eleva al podio del misticismo que se nos antoja posible en alguien que alguna vez fue abrazado por un embajador plenipotenciario de Dios en la Tierra.

Se sienta a nuestro lado y su rostro, a centímetros del nuestro, nos revela que la liturgia del tiempo no tiene pactos con la incorruptibilidad de los cuerpos, a pesar del olor a santidad.

Desde hace 11 años forma parte del equipo que investiga las leyes por aprobar en el cuerpo administrativo de la Asamblea Nacional, en Pajaritos. Un cargo que le dio Maduro, dice. Pero desde hace 23 años ocupa distintos cargos en la administración pública, a la par del rebusque que procura en la música y la actuación.

Cualquiera le habría augurado un mejor destino. Se lo digo. Le recuerdo las 100.000 copias vendidas de su LP El Peregrino, las becas, sus contratos publicitarios, sus exclusivas en televisión, sus otros discos y sus colaboraciones con estrellas del show business para sacarle, al final, una profunda mirada y un chiste: “En Maracaibo el Papa recibió a un montón de muchachitos y los fue saludando. A uno le preguntó: ‘¿Cómo te llamas, hijo?’. El niño, más avispado que los otros, le respondió: ‘Mmmmm, zanahoria’. ‘¿Zanahoria?, pero eso no es un nombre, hijo’. ‘Ah, ’tá bien, pueee, ¿y a vos si te pueden llamar Papa?’”.

Han pasado 31 años y 9 meses desde que un niño de voz aguda y valiente cautivara al papa Juan Pablo II, y a medio mundo, durante su primera visita a Venezuela cuando, empujado por la hermana Amanda Rivas, se apoderó del micrófono en un atiborrado escenario de Puerto Ordaz para cantarle a Karol Wojtyla la bella canción de Ricardo Cantalapiedra “El Peregrino”, que aún hoy cualquiera tararea como si la acabara de escuchar en la radio.

Tiempo suficiente para inhumar los restos de una casa que le ofreció Lusinchi y nunca le entregó, para recibir su apartamentico en Guatire hace apenas unos meses, gracias a la Revolución; para recordar que durante la segunda visita del Papa, en 1996, el edecán del presidente Caldera no le permitió cantarle ni llorar sino detrás del escenario de la sala Ríos Reyna, donde minutos después se escenificaría el encuentro de “los constructores de la sociedad civil” con la más rancia burguesía criolla, para lo cual escogieron a un trovador “catirito” con voz de soprano, a pesar de que la gradería coreaba el apellido Guacarán. Suficiente para cerrar las heridas que producen la fama y el dinero y comprender que, efectivamente, los caminos de Dios son inescrutables.

De las muchas versiones que se tejieron en la telaraña borrosa de los años, se dijo que su propia madre y sus hermanas dilapidaron su dinero, que él se desvió hacia los caminos de la noche y la perdición y que maduró muy pronto, arrastrado por las bajas pasiones de la carne y atacado por una mala prensa. Él lo desmiente casi todo, curado por su inmensa fe y el desagravio obrado por los atajos de la vida. Entendió, dice, que el de la fama es un camino tortuoso y más para él: un tipo introvertido, amante de las cosas sencillas e incapaz de zanjarse enemistades.

¿Te marcó la fama?

Sí, claro, para el momento ninguno de mi familia estaba preparado para eso. Me afectó incluso con mi propia gente, a algunos a los que no les caigo bien, que ni me saludan porque creen que soy echón. Soy un católico, cristiano practicante, no tengo nada con qué echármela, apenas soy un hombre de pueblo.

¿Qué paso con tus bienes?

A esa edad no tuve quien administrara realmente mis ganancias, lamentablemente. Había el miedo de mis familiares porque se escuchaba que cuando un productor agarraba a un muchachito, lo convertía en homosexual.

¿Por eso tu mamá asumió tu representación y administración?

Exactamente. Pero si se hubiese puesto a un albacea o un administrador, alguien que supiera de números y de cuentas, a lo mejor hasta tendría mi propia empresa, o algo así.

Con 16 años, casado y un hijo, Adrián decidió solicitar ante los tribunales su emancipación y la restitución de los bienes que fueron adquiridos con sus ingresos desde que saltó a la fama con apenas 11 años. En esa época se le vio en más de una taguara del centro matando tigres y repitiendo, en un eterno bis, “El Peregrino”, a petición de la no siempre venerable concurrencia de la avenida Fuerzas Armadas. El tribunal falló a su favor, pero a esas alturas lo único que pudo salvar fue un apartamento en Palo Verde que finalmente vendió para darle la mitad del dinero a su madre, quien hoy, con 82 años, padece las consecuencias de un prolongado Alzheimer. “Hay cosas que realmente no se pueden hablar pero que sí, internamente, me obligaron a hacer y ya era demasiado, sobre todo por mis hermanas”, revela.

¿Están curadas esas heridas?

Bueno, de mi parte sí. Es el deber, tenemos que hablarnos.

¿Qué pasó con tu carrera musical?

Sigo cantando, igualito. Me invitan mucho otros artistas para que grabe con ellos.

¿Siempre te reconocen?

No siempre, pero he tenido la dicha de que cuando voy a una oficina y digo que es de parte del señor Adrián Guacarán, en seguida me atienden. La gente me recuerda porque, como dicen algunos, soy un ícono que asocian a su santidad Juan Pablo II. Pero pienso que lo principal es el amor. Eso de amarse los unos a los otros es lo más importante. Con el amor tenemos vida, energía, compasión, todo.

Habando de amor, te has casado varias veces

Tres veces. Lamentablemente no he tenido suerte en el amoooorrrr. Tres hijos de los tres matrimonios. Hay que dejar la semilla en cada una. Comencé temprano, no anduve con mucho rodeo. Eso viene en la sangre, de mi papá. Somos un bojote de muchachos, como 30.

¿Cómo deciden que le cantes al Papa?

Es que a la hermana Amanda Rivas, con quien estudié en el colegio La Encarnación de Caucagua e hice la Primera Comunión, la trasladaron a Puerto Ordaz a coordinar los coros para cantarle al Papa. Ella se acordó de mí y me llamó para que cantara en la vigilia. Pero resulta que mi mamá, artífice de todo, le dice que por qué no me ponía a cantar “El Peregrino”, esa canción tan bonita que la hermana me había enseñado años antes. Los curas se oponían a que la cantara un solista, por lo que el tema fue escogido para un coro. Ya en el sitio, sin nada preparado, salí solito a cantar.

¿Cómo fue?

Empiezo a cantar sin mirar a nadie, con los ojos cerrados, inspirado. Al terminar, la hermana me da una nalgada y me dice: “Corre que el Papa te mandó a buscar… anda antes de que se arrepienta”. Entonces subí, y cuando veo a Juan Pablo II, quedo impactado, le hago una reverencia corta y enseguida abrimos los brazos y nos abrazamos.

¿Qué sentiste?

En ese momento no sentí nada, pero cuando empiezo a bajar las escaleras oigo los aplausos de la gente y empiezo con aquel nudo y la lagrimita que ya iba saliendo; abajo veo a los demás niñitos llorando, limpiándose los mocos y ahí me desato totalmente a llorar.

¿Te hubiera gustado ser cura?

Sí, tuve la intención.

¿Y qué pasó?

Me casé muy joven (a los 16 años).

Te pusiste a inventar muy joven

¿A inventar? Esos no son inventos. Lo que pasa es que la Iglesia tiene sus normas de celibato, si no, uuujjjj, a lo mejor sería el Papa.

DesdeLaPlaza.com/Épale

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