Tal día como hoy, pero en 1904, nace Salvador Dalí, el excéntrico pintor catalán que hizo del surrealismo parte de su vida. Dalí se autodefinió como un genio y se autoprogramó para vivir la vida como tal.
Según el escultor Xavier Cordero, gran amigo de Dalí, Gala, su gran cómplice, su musa y esposa, era la que alimentaba y ordenaba la vida de Dalí.
Como una ‘fiesta permanente’, así vivía Dalí. Le gustaba cenar caviar y champagne e invitar a decenas de personas para librarse de pagar la cuenta. Se dice que en una ocasión vendió un pelo de su bigote a Yoko Ono en 10 mil dólares, que en realidad era pasto, ya que Dalí pensaba que la mujer tenía habilidades oscuras.
Otro de los grandes amigos de Dalí, Antonio Pixot, recopiló una serie de anécdotas sobre el particular comportamiento de Salvador Dalí. A continuación 10 de estas extrañas historias y una más, la primera, contada por Xavier Corbero.
1. El eros de un símbolo. Según Xavier Corbero, Dalí en su juventud frecuentó mucho burdeles, habiendo aprendido mucho de su convivencia con prostitutas y matronas, compartiendo jovialmente.
Dalí tuvo un sueño enigmático, de una forma geométrica. En su locuacidad, para poder lograr esta figura, la dibujó, pero haciendo una torre humana de prostitutas con las que trazó el enigmático símbolo.
2. Dalí hizo que le dieran la extremaunción a Gala (que era ortodoxa). La noche que falleció Gala, en 1982, Dalí puso en marcha todo para que se le diera la extremaunción, ya que ella era creyente aunque no católica (era ortodoxa). El genio, ante la imposibilidad de encontrar sacerdote ortodoxo, pidió a su amigo Antonio Pixot que trajera a uno católico.
3. Fobia a los saltamontes. Era tal el terror que le inspiraban los saltamontes (no era lo único, también tenía fobia, por ejemplo, a las langostas), que de niño le colocaban cajas con saltamontes en el pupitre para asistir a sus ataques de pánico.
En una ocasión, Pixot hizo un par de pliegues en un folio, y Dalí le dijo, sin esconder su temor, que no se le ocurriera hacer un pajarito de papel. La razón: le recordaban a los saltamontes.
4. Dos personas podían ver cómo pintaba. Es un acto de soledad pintar, así que parece raro que alguien pudiera estar presente. Sin embargo Dalí permitía que Gala y su gran amigo Antonio Pixot lo vieran realizar su arte.
5. Capuchas rojas con velas sobre sus cisnes. Era tanta la fascinación que Dalí tenía por los cisnes que a los que tenía en su casa les ponía una caperuza o capucha roja con una vela encima todas las noches, hasta que las aves sumergían su cabeza en el agua y se apagaba la luz.
“Los quería tanto que cuando alguno moría los mandaba a disecar”, explica Pixot
6. Intentos de incapacitación mental. Las veces que Dalí fue hospitalizado por quemaduras se intentó incapacitar y fue el propio mundo judicial el que paró aquellos intentos.
“Porque Dalí tenía la cabeza lúcida, la tuvo lúcida hasta el final, lo que le pasaba era que estaba deprimido”, señala el periodista Fernando Huici. Tan lúcida como para decir, cuando los médicos le decían que estaba bien: “Me voy a morir totalmente curado”.
7. Ingresado en un hospital de partos. Es difícil saber por qué Dalí fue ingresado en un hospital especializado en partos (clínica del Pilar de Zaragoza) cuando se quemó en 1984 debido a un incendio en su dormitorio. “No sabemos la razón por la que fue a aquel hospital”, indica Huici, “pudo ser algo tan simple como que al ser una situación de urgencia fuera ése el lugar que primero se les ocurrió”.
Lo que tampoco fue una extravagancia sino la creencia del genio de que sería la última vez que vería la que para él era su gran obra, el Museo Dalí, fue aceptar que lo ingresaran en el hospital si antes lo llevaban a ver su gran instalación. Y así lo hicieron, aunque era de noche y tuvieron que llevarlo en camilla. Cuando salió del hospital se instaló en Torre Galatea donde se quedó hasta el final de sus días (23 de enero de 1989).
8. La única visita que no le molestaba: el Rey. Su fascinación por la monarquía era grande y además era correspondida: “El Rey estuvo siempre pendiente de él, y cuando venía era un momento solemne, y Dalí hacía un verdadero esfuerzo para estar de buen tono y darle buenas réplicas”, se cuenta en Sobre Dalí. “Eran las únicas veces (cuando iba el Rey) en que no manifestaba disgusto ni malestar por las visitas.
9. Testigo de su deterioro. Famosa es su faceta de voyeur, incluso o sobre todo en el sexo, lo que acaso sea menos conocido es que llegaba hasta tal punto su obsesión contemplativa que fue capaz de ser su máximo testigo durante su proceso de deterioro.
10. Fisioterapia si recitaban a Rubén Darío. Es ésta una de las pruebas de hasta qué punto llegaba la teatralización a su vida íntima: el fisioterapeuta recitaba La marcha triunfal de Rubén Darío mientras lo trataba. Probablemente la única manera de que se dejara manipular los huesos, los músculos, las cervicales… era ésa.
11. Un creador metódico. Es como lo define Pixot: “Tenía unas secuencias en el proceso de un cuadro que seguía rigurosamente”. Desde que amanecía estaba en su taller experimentando.
“Cuando hizo La Santa Cena se levantaba a las cinco o seis de la mañana y hacía que le instalaran en Port Lligat, en el patio, una mesa con un mantel blanco y un vaso de vino. Esperaba pacientemente a que saliera el sol, y cuando amanecía, estaba allí el rato que conviniera, haciendo bocetos, pintando, imitando el efecto del sol que atraviesa el vino y los reflejos que están en el mantel blanco en forma de colores complementarios”.
Asegura Pixot que era un hombre “perfectamente programado. En los cuadros grandes se pasaba primero seis meses dando vueltas a su concepción”.
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