El triste episodio de un vídeo íntimo de la actriz Yorgelys Delgado que se ha hecho viral en redes sociales hace pocos días, una vez más, pone de manifiesto las dos caras de los avances tecnológicos. El Dr. Jekyll y el Mr. Hyde de las denominadas sociedades de la información y el conocimiento: que por un lado acortan las distancias, potencian a niveles inimaginables nuestras capacidades de almacenamiento, búsqueda, transmisión y recepción de datos e información, pero por otra parte se pueden convertir en caldo de cultivo para causar daños casi irreparables a la reputación de las personas, mediante la emisión de contenidos mal intencionados, no confirmados o deliberadamente adulterados.
Aunque en este caso no hay un falseamiento de la realidad, ya que de acuerdo con las reacciones de los propios involucrados se confirma que quienes aparecen en el vídeo son Yorgelys Delgado junto a la también actriz Erika Schwarzgruber y el cantante urbano Kent James. Lo que nos ocupa es la forma cómo se filtró la información y las reacciones que se han generado. Aparentemente, la cuenta de twitter de una de las actrices fue hackeada y el material cayó en manos inescrupulosas que lo pusieron a rodar en la súper autopista digital.
Hace ya algunos años (14), la actriz Roxana Díaz y su colega Jorge Reyes, protagonizaron un escándalo similar, cuando se colaron imágenes privadas de ambos sosteniendo relaciones sexuales. Ayer como hoy la población casi en pleno se volcó a satisfacer su morbo voyerista, hurgando de forma despiadada en la intimidad de seres humanos que tienen el legítimo derecho de llevar sus vidas como mejor les parezca.
¿Hasta cuándo?
El fenómeno debería llamarnos a reflexión acerca de cómo estamos como sociedad, ¿Será posible que sigamos siendo un cuerpo social tan mojigato, conservador y tan lleno de tabúes?; ¿Por qué lapidar mediáticamente a personas que tienen pleno derecho a su intimidad? En cuanto a las formas cómo se ha reaccionado, no vemos ninguna diferencia entre los casos de Díaz y Delgado, la respuesta en líneas generales ha sido igual de vacía y prejuiciada. Lo que sí ha cambiado sustancialmente, y llama nuestra atención, son las plataformas tecnológicas mediante las cuales se ha puesto a rodar el vídeo de Yorgelys, Erika y Kent.
Hace 14 años los chismosos, ociosos, morbosos y sin oficio que se querían “vacilar” a Roxana y Jorge en plena acción tenían que –al menos- tomarse la molestia de comprar un quemaíto en la autopista o trasladarse hasta esos antros de la piratería audiovisual, como el fenecido “Saigón” que quedaba en la Plaza Caracas. Luego debían esperarse hasta llegar a sus casas u oficinas donde existiera un televisor y un equipo de DVD para poder ver las imágenes.
Ahora las cosas son muy diferentes, con sólo tener conexión a internet o poseer un llamado teléfono inteligente los usuarios pueden apreciar el trío de Yorgelis, Erika y Kent, desde cualquier lugar y además compartir el contenido con cientos de personas. De ninguna manera pretendemos condenar la vertiginosa instantaneidad que ofrecen las nuevas tecnologías. De entrada, ello debería ser una gran virtud, lo que preocupa es que utilicemos semejante poder para tamaña imbecilidad.
Toda la información está allí al alcance de un clic. Como señala Aharonian “según los últimos cálculos, en el mundo hay unos 10 zetabytes de información (un zetabyte es un 1 con 21 ceros detrás), que si se ponen en libros se pueden hacer nueve mil pilas que lleguen hasta el sol. Desde 2014 hasta hoy, creamos tanta información como desde la prehistoria hasta el 2014. Y la única manera de interpretarlos es con máquinas”.
Todo absolutamente todo está disponible en la red. Y la gente, especialmente los jóvenes, se interesan mayormente por cosas tan triviales como estas. En mis tiempos de estudiante de pregrado todavía era necesario enfrentarse al tedioso fichero organizado por autor, materia y título. Era impensable descargar en PDF cualquiera de los informes de la UNESCO, Banco Mundial o CEPAL, por decir apenas algo. Había que esperar pacientemente que el material fuera publicado en revistas científicas o arbitradas de periodicidad bimensual o semestral. En cambio ahora todo está allí al alcance de un clic.
Hay que pensar
Es cierto que el formato de almacenamiento, los códigos y las claves han cambiado, pero en lo esencial la metodología de estudio es la misma. Lo que quiero decir es que las redes pueden ser una herramienta portentosa para el crecimiento intelectual y académico o pueden terminar siendo un pantano para chapotear en el fango de la mediocridad, la banalidad, los prejuicios y en definitiva las bajas pasiones del primitivo homo sapiens.
Con una visión bastante elitista el semiólogo, Humberto Eco, se refiere a los usuarios de las redes sociales como una legión de idiotas. Otro tanto hace su paisano, Alessandro Baricco, con su texto Los Bárbaros. No suscribimos del todo ambas concepciones, porque no queremos ni satanizar las redes sociales y tampoco descalificar a las personas por sus gustos y/o preferencias, sería como revivir el viejo debate planteado por la Escuela Frankfurt, acerca de la cultura elitesca y la cultura popular.
No creemos que haya una cultura popular y otra elitesca. Solo queremos llamar la atención de que existen otras cosas más interesantes en el mundo digital, que urge investigar, comparar, analizar a fondo, para saber dónde estamos pisando, identificar quién es el verdadero enemigo y dónde se esconde.
La tigrita caída en desgracia digital no hace sino confirmar este urgente debate. Por eso no podía ser más oportuno el foro Venezuela Digital 2017 organizado por el Ministerio del Popular para la Comunicación y la Información, que se lleva a cabo en el Complejo Cultural Teresa Carreño y los espacios abiertos de la Unearte, hasta el día 31 de marzo entre 8:30 am y 5:00 pm.
Vale la pena asistir y empoderarse del conocimiento con expertos digitales nacionales e internacionales. Las redes tienen que servir para iniciativas mucho más interesantes que las del triste episodio de Yorgelis a ella y los demás involucrados le expresamos toda nuestra solidaridad en esta hora tan difícil.
DesdeLaPlaza.com/Daniel Córdova