Gobierno de Lusinchi, el principio del fin – El caracazo – La televisión gana credibilidad, convirtiéndose en un poder indiscutido.
Para 1989, la crisis negativa que tuvo Venezuela, incomparable a la actual, llegó a su punto máximo: 80% de la población vivía en pobreza (58% de esos pobres estaban en pobreza absoluta, y 20,83% de esos pobres eran niños y niñas), el 70% de la población y casi el 100% de la población rural vivía en condiciones de sub-alimentación, 83% de los venezolanos carecía de servicios esenciales, 44,44% vivía en condiciones de marginalidad. Lusinchi entrega un país con una deuda injustificada que ascendía a 35 mil millones de dólares, pagaderos en dólares que ya no teníamos, y que, solo pagando intereses, debíamos entregar el 58% de nuestro PIB a la mayor estafa financiera que la historia haya conocido: el Fondo Monetario Internacional.
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Contradictoriamente, una industria que no era capaz de abastecer a tal cantidad de población había logrado en 1988 más de 8000 millones de bolívares (200.000.000 de dólares) en ganancia, también ese año la banca comercial privada obtuvo una ganancia de 10.000 millones (aproximadamente 250.000.000 de dólares) e inexplicablemente, por su baja exportación, la empresa privada tenía 60 mil millones de dólares colocados en el exterior.
Los propietarios de la TV, ante el Caracazo, asumen dos roles: contener la ira del pueblo, para no ser ella víctima de la misma, y unirse al clamor popular por los cambios, rompiendo la sociedad de cómplices que tenían con los partidos del estatus (AD y COPEI) participando activamente en la caída de los mismos, acariciando un fin que justificaba todo medio: La posibilidad de convertirse en opción política, sin intermediarios.
Y las condiciones de esa ambición estaban dadas, pues los políticos estaban entrampados por la TV. En su trabajo ‘La opinión pública: ¿de súbdito a caudillo?’ (Comunicación, Nº 83, 1993) Marta Colomina señaló: “…Los medios están comprobando que no necesitan de la mediación de los políticos. Por el contrario, son los políticos los que necesitan a los medios para acceder a sus electores. Perdido el contacto interpersonal que los líderes de los sesenta tenían con los habitantes de los barrios urbanos y zonas rurales –aburguesados como están, en una Caracas sede del Congreso y de los mejores restaurantes-, ahora lucen totalmente desconectados”.
También en 1993, el historiador Manuel Caballero, citado por Casto Ocando Hernández, hace referencia al papel que jugó y sigue jugando (hoy con limitaciones) la televisión privada: “el gran partido político realmente, en este momento, es la Televisión (…); es un partido típicamente fascista. ¿Por qué? Porque es el emisor, sin cuestionamientos, y los auditores individualizados, serializados como decía Sartre… Es un partido político con estas características: vertical, unidireccional y, sobre todo, jugando en el terreno de la conciencia, en la forma típica del fascismo (…) Es decir, no hablarle a la inteligencia de la masa, sino buscar el nivel más bajo… fue el influjo de la Televisión lo que encareció, en la forma que todos conocemos, las campañas electorales (…) Se puede decir que a partir del fenómeno Uslar en las elecciones del 63, se tuvo como efecto secundario el encarecimiento de las campañas electorales”.
La TV privada parecía todopoderosa, pero la victoria de Chávez, un 6 de diciembre de 1998, cambiaría todo.
DesdeLaPlaza.com / Ennio Di Marcantonio D.G.