Hay películas que definitivamente debes ver, más allá de las modas, más allá de tus gustos personales, tienes que verlas porque te sirven para la vida, porque a través de ellas seguramente podrás comprender mejor eso con lo que te cruzas todos los días y no entiendes del todo bien. Esta coproducción argentina-venezolana escrita y dirigida por Sebastián Schindel, es una de ellas.
Basada en el libro homónimo de Elías Neuman, El Patrón, radiografía de un crimen, la cinta es el fiel reflejo de como la esclavitud no es un fenómeno que haya desaparecido del todo, por el contrario es un tema que posee enorme vigencia, pues aun algunas personas usan sus ventajas (intelectuales, económicas) para aprovecharse de aquellos menos afortunados que por ignorancia o necesidad no tienen las herramientas necesarias para defenderse.
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En la cinta, el personaje interpretado impecablemente por Joaquín Furriel, es victima de la esclavitud y la explotación laboral por parte de su patrón, quien tiene pocos escrúpulos a la hora de manejar sus negocios. En la carnicería que regenta Hermógenes, propiedad de Latuada (Luis Ziembrowski) el mal olor de la carne podrida se mezcla con las intenciones y los modos viles de su propietario.
Siempre he pensando que nadie esta exento de ser estafado o explotado, si te encuentras con gente inescrupulosa es casi imposible salir incólume, nadie escapa de la posibilidad de formar parte de la larga lista de victimas en un mundo muchas veces inicuo con un sistema de justicia que no siempre actúa haciéndolo honor a su nombre. Precisamente por ello, este film convoca a través de un caso particular, la reflexión sobre realidades universales, circunstancias de las que puedes leer a diario en los periódicos del mundo, pero en la que muchas veces no reparas.
El patrón posee una puesta en escena impecable, que refleja el trabajo exhaustivo que realizaron los actores (Joaquín Furriel tomo clases tres y cuatro horas por día en una carnicería) junto al director, para mostrar de forma minuciosa y a través de los detalles las rutinas de una vida rodeada de miseria y agotamiento, aunque también de ilusiones y esfuerzo.
La cinta no esta exenta de humor y de momentos que rompen la tensión, haciéndola un espectáculo agridulce.
“La frase que todos somos iguales ante la ley es una tremenda mentira. No somos todos iguales. Depende de que defensa seamos capaces de armar y producir. Si uno tiene dinero puede contratar los mejores abogados y seguramente no le va a pasar nada. Y si uno es un indigente, a nadie le importa nada, y la ley caerá sobre él con todo su peso” dijo Sebastián Schindel para una entrevista al hablar de su película cuya narración alterna el pasado con el presente.
Los crímenes y los atenuantes que algunos traen consigo, también son un motivo para pensar en este film sobre como la ira no resuelta y el abuso pueden llegar a desencadenar tragedias.
¿Hasta dónde es posible explotar a un hombre? Se nos pregunta tácitamente durante la cinta, vayan al cine e intenten dar con la respuesta.
DesdeLaPlaza.com / Luisa Ugueto
@luisauguetol