Los celtas solían ofrendar tesoros a los espíritus de las aguas y en algunas ocasiones también se ofrecían sacrificios humanos
Es muy común observar que la mayoría de las fuentes de agua que se encuentran en las plazas – y hasta las de las casas y centros comerciales- tienen monedas en su interior, y no hay que negarlo, en algún momento de nuestra vida nosotros también arrojamos alguna a un ‘pozo de los deseos’. Pero, ¿sabes de dónde viene esta tradición?
Esta costumbre, a la que podríamos llamar también superstición, tiene su origen en una antiquísima tradición por la que se creía que el agua que estaba estancada, ya fuese en un pozo, lago, fuente, cueva…, tenía propiedades curativas. No debemos obviar que los tratamientos termales ya se realizaban hace varios milenios.
Esa creencia se popularizó rápidamente debido a que estaban convencidos de que en el interior de esos lugares habitaban algunas divinidades, las cuales concedían deseos, los cuales eran pagados con las monedas.
El pueblo Celta fue uno de los que más ayudó a difundir este tipo de creencias, surgiendo entre sus costumbres la de lanzar una piedra en uno de esos pozos (o lugares con agua estancada) y ver cuántas burbujas brotaban o escuchar el ruido que hacía, dependiendo del número creían que les iría mejor o peor.
Les pedían a las deidades deseos, pero siempre estaban relacionados con la salud (al menos en la antigüedad).
Según como fueron pasando los siglos se fue afianzando esa tradición, pero al mismo tiempo se fue modificando: ya no solo se pedía por la salud sino que al abanico de deseos se le comenzó a unir peticiones para encontrar pareja, trabajo, ganar premios de azar y la lista se sigue extendiendo.
DesdeLaPlaza.com/EFE/COM