La nota de la agencia Reuters, donde se asegura que: Argelia envía primera importación de crudo de Venezuela, y que Venezuela importa crudo “por primera vez en la historia” llamó la atención de todos.
Parece un contra-sentido que la Venezuela petrolera tenga que importar crudo. Lo cierto es que lo hace desde 1983 por un pésimo negocio que hizo la República al adquirir a CITGO en Estados Unidos.
Ahora bien, la sorpresa en muchas personas, habitantes de este país obedece, a una razón fundamental. Escribió Franco Vielma una verdad incuestionable: Somos un país que vive excesivamente de la actividad petrolera, de la cual también ignoramos excesivamente como funciona.
Y es extraño ya que en Venezuela las actividades relacionadas con el petróleo se registran desde antes de que nos invadieran los españoles, pero industrialmente su explotación comienza apenas en 1875, cuando un terremoto hizo brotar el estercolis demonis en terrenos de la hacienda “La Alquitrana” en el estado Táchira.
Tan importante es en la vida nacional que el pasado 15 de enero de 2014, el presidente Nicolás Maduro dijo ante la Asamblea Nacional que en “14 de años de Revolución los ingresos por la venta del petróleo han sido de 972.565 millones de bolívares”.
Con todo y eso, el petróleo no es tema recurrente de nuestro cine. Nuestros filmes rebosan pobreza, marginalidad, bandas criminales, policías corruptos, prostitución, y drogas. Apenas en los últimos años con la creación de la Villa del Cine aparecen tímidamente otras temáticas.
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Algunos títulos
Apunta Luis Britto García: “La economía y la política de Venezuela se sustentan del petróleo. Apenas un puñado de películas nuestras lo toman por asunto”.
Y enumera entre los documentales críticos que hablan del tema petrolero: “Testimonio de un obrero petrolero” de Guedez, “Pozo muerto” y “Venezuela tres tiempos” de Rebolledo, y “Mene” de Leidiri Sierra, Alberto Rubín y Luis Rojas.
Citando largometrajes de ficción nombra a: “Maracaibo Petróleum Company” con guión de David Alizo; “La Hora Texaco”, con libreto de Ibsen Martínez que se centra en los trabajadores petroleros y “El Escándalo” de Oteiza basa su argumento en las peripecias de unos petroespías.
Joligud y el petróleo
Gran cantidad de las películas estadounidenses, relacionadas con el petróleo, han creado un imaginario tenebroso alrededor de éste y en el que sólo “ellos” pueden acudir al rescate de ese recurso para poner orden.
Continúa Britto García:
“Hasta ahora los guiones y cintas (…) parecen llevar un mensaje bastante definido: el petróleo –y los países que lo producen- son el horror, el desorden, la falta de códigos: una turbia mescolanza de dictadura política, miseria económica y fealdad estética, a la cual se contrapone el triunfo de los códigos: la relumbrante democracia, la prosperidad y el esteticismo de los países desarrollados”
Clichés y copias
El petróleo aparece mucho más en el mundo de la literatura. Hay clásicos venezolanos sobre el tema que son de lectura infaltable desde la edad escolar: Oficina Nº1 y Casas Muertas de Miguel Otero Silva, y Mene de Ramón Díaz Sánchez, son ejemplos de ello.
Pero el cine venezolano tiene una visión muy citadina. En opinión de Rafael Marziano, realizador y profesor de cine en la Universidad Central de Venezuela, los cineastas venezolanos no exploran historias que tocan nuestra realidad.
De forma recurrente se eluden temas relacionados con el mundo del trabajo o las actividades del ser humano. Abundan la violencia o los clichés de las historias de amor. Nos refirió como ejemplo “La Gran Depresión” estadounidense que, siendo una enorme crisis social ha sido elaborada constantemente por películas de ese país.
Sólo el largometraje de Saderman “100 años de perdón” (volviendo al caso venezolano) aborda de manera jocosa problemas relacionados con el trabajo. Además del petróleo, otros temas tampoco aparecen en nuestro cine sino de forma seria, como el mundo militar o el militarismo.
Recordó que las primeras generaciones de cineastas criollos abordaron el tema de la guerrilla, pero de allí en adelante los militares dejan de ser tema cinematográfico.
Pareciera, nos dijo el profesor Marziano en conversación telefónica, que como el petróleo es la gallina de los huevos de oro, nadie ha hecho (en el cine) una consideración seria sobre qué genera ese recurso en nuestra sociedad.
Agrega que, como sociedad, da la impresión de que tememos que una película diga algo que no se puede decir. Y eso resulta insólito porque, justamente, el cine debería hablar de todo. El cine parece se parece más a una propaganda del mundo institucional que este en boga en un momento determinado.
DesdeLaPlaza / Ernesto J. Navarro