Imagina que fuiste drogada por alguien que conociste. Te despiertas por la mañana con tu cara sobre la tierra. Estás adolorida. Tu aspecto ha cambiado y comienzas a sentirte diferente en la medida que comienzas a resistir el dolor. Más allá de tu aspecto físico, han robado tu poder. Tu capacidad de vuelo. Tu dignidad.
Estas confundida. Enfurecida. Devastada. Quisieras poner a arder a todos a tu alrededor. Deseas odio a todos los recién nacidos. Quisieras esconderte bajo una maldita velo de oscuridad donde todo es negro y nadie puede tocarte. O lastimarte.
Se dice que construyes muros. Oh, tu construyes muros – son muros de espinas con guardias armados como torres que aplastarán a cualquier hombre que trate de acercarse. Y aunque suena como una historia de violación, no lo es. Es la historia de Maléfica.
Así comienza la escritora Hayley Krischer su artículo “La escena de violación en Maléfica de la que tenemos que hablar”, publicada en Huff Post Black Voices esta semana, en la que se cuestiona la manera en como la violación ha penetrado en nuestra cultura. “Estoy muy familiarizada con las noticias de chicos que se sienten con derecho de tomar a las chicas y a las niñas”
“Hay tanta violación, que cuando se escribe una historia acerca de una mujer en su punto más vulnerable (¿Ser drogada en sobre el lodo es suficiente?), la violación se convierte en el símbolo. Incluso si eso no es la intención del escritor (…) Este es el lado horrible de la cultura de la violación.
Estamos tan enredados en ella que es imposible ignorar que una violación metafórica ocurre en una película de Disney. Es una historia de fondo traumática. El 70 por ciento de las mujeres que han sido violadas podrían entender ese trasfondo: Las mujeres son atacadas sexualmente por alguien que conocen”.
Yo mismo escribí de la potencia de Maléfica como transgresora cultural. De la mujer fuerte, de la mujer alquimista, de la mujer que rompió los estereotipos. Y hasta me di el lujo de cerrar mi comentario con una frase que rayó en lo lascivo, para celebrar la nueva fastuosa belleza del personaje y de quien le interpretó.
Pero jamás cruzó por mi cabeza detenerme en la razón que llevó a la hada en convertirse en la bruja malvada que todos consideraban. El trauma que todo lo cambió. El punto de inflexión que hizo a la mujer y su circunstancia. El cuerpo mutilado. Hasta que esta mañana di con el texto de Krischer.
Conozco historias de jóvenes que fueron violadas mientras estaban borrachas. Ebrias e inconscientes, es decir, cuando más vulnerables estaban. “Mi primera vez fue en una fiesta. No recuerdo nada”.
Fue el primo, el hermano de una amiga, la pareja de mi madre, el compañero de clase, el jefe, el novio. Un pendejo que se gana la confianza de una mujer, aprendiendo una a una sus debilidades, escondiendo el cuchillo tras la espalda, es decir, el pene. Y en el momento más oportuno, abrirle la carne. Violarla. Deformarla contra su voluntad y para siempre. O casi siempre.
Se dice bien que tal o cual mujer es una cabrona porque no se deja ante los hombres. Las obras de teatro dan cuenta de mujeres empoderadas que son capaces de construir sus propias historias sin pedirle permiso a nadie. Que permiten la presencia en sus vidas de un hombre o cualquiera por decisión, no por necesidad.
Cada historia que rompe con el rol de debilidad que el patriarcado ha impuesto a las mujeres viene precedida de un episodio traumático, no necesariamente de violación sexual, y no necesariamente en las mujeres que viven como propia la experiencia de ese trauma. Hijas de migrantes, divorciadas, presas, deprimidas, enfermas. Madres de una hija discapacitada. Madres de una hija que nunca tuvo una madre.
Víctimas de un secuestro, de robo, de un asalto, sobrevivientes de una balacera, madres solteras, maestras de hijos de narcotraficantes. Nietas de quien fue acusada de puta, y enfrentaron el estigma en su comunidad. Un pueblo, una familia –casi siempre una familia-, que ha pretendido robarles su capacidad de vuelo por ser quiénes son y haber pasado por lo que pasaron.
Y sin embargo, menciona Krischer, el mensaje de recuperación de Maléfica esta muy bien dirigido:
“Maléfica es un comentario sobre las relaciones entre hombres y mujeres actuales. Es un comentario sobre la cultura de la violación. Y mucho más, es una historia que permite a la mujer recuperarse. Le otorga esa facultad. Le da a su poder. Esto le permite recuperar la historia. Y esto es algo que no puede ser ignorado”.
Ya ni ahondar en el caso de la princesa Aurora ¿Besada por un extraño mientras está inconsciente?
Las películas de Disney que han formado buena parte de la cultura occidental, tienen mucho que explicarnos aún. Han tejido una red de ideas preconcebidas en la Edad media donde hombres y mujeres sólo podemos relacionarnos mediante la autodestrucción.
Recuerdo la tesis de una buena amiga Galdys Santiago, sobre los estereotipos construidos por las princesas Disney. La sirena que renuncia a su más grande talento para conseguir un hombre. La otra que a todo y todos dice que sí sin cuestionarse nada. La que soporta un trato indigno para conseguir a un príncipe.
Y la creencia que un casamiento es por antonomasia un “felices para siempre”. Y cómo esto contrasta en la mente de una niña que mira como casi a diario, para las siete de la tarde que llega el padre, embriagado, avienta la comida y le pega su mamá. Y de un niño que se da cuenta en toda su frustración, que nunca podrá ser el príncipe Felipe.
Desde La Plaza/Gcmx/YIB