Desde la escuela, el venezolano conoce que el Libertador Simón Bolívar murió en la ciudad colombiana de Santa Marta, el 17 de diciembre de 1830, debido a la contagiosa enfermedad de tuberculosis, o al menos así lo dicen las versiones oficiales.
Mucho se ha especulado sobre un posible asesinato, pero no fue sino hasta el 2010 que Hugo Chávez se atrevió a sugerir la posibilidad de que Bolívar fuese envenenado con arsénico por su rival colombiano, Francisco de Paula Santander.
Poco después, ese mismo año, se procedió a exhumar sus restos fúnebres con la intención hallar la verdadera causa de su muerte, pero no se pudo determinar un motivo específico, aumentando la incertidumbre. Lo que sí se confirmó fue la existencia de arsénico en su organismo, pero no se determinó como la razón de su deceso.
Reabierto el caso
La idea que Bolívar muriese de una forma más dramática, si se quiere, más adaptada a la imagen de un hombre que combatió en tantas luchas y que se enfrentó a todo un imperio bajo la idea de libertad, resurge cada cierto tiempo y este año volvió a la palestra pública y en la pantalla grande, con el guión de la película “Libertador”.
Advertencia: posibles spoiler de la película
El polémico filme, que ya ha sido criticado por su guión un tanto fantástico e incongruente con la verdadera historia, deja un final interpretativo en el que se sugiere que Bolívar fue asesinado, efectivamente por Santander, al realizarle una emboscada en su intento de volver a Venezuela. Aunque el punto es seguido de una imagen en la que se expone la versión oficial de la historia.
¿Entonces, qué creer? María del Consuelo Andara, investigadora de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela y quien trabajó por más de tres años en el archivo del Libertador, sostiene que la muerte de Bolívar está muy bien documentada y confirmada, por lo que no hay razón para dudar que su deceso no haya sido por tuberculosis.
“En sus últimos días en Santa Marta, Colombia, estuvo acompañado permanentemente su médico, Próspero Reverend, quien documentó su muerte con boletines diarios en los que comenta el proceso, los medicamentos que le suministraron y los pocos progresos de la convalecencia. Incluso, estos informes están acompañados con la autopsia que el mismo realizó y redactó en su lengua madre, el francés, para evitar errores de traducción”.
Por ello, considera que fue una decisión “poco pertinente”, que el guionista de la trama asumiera la posibilidad de cualquier otro desenlace, sin que exista un verdadero sustento histórico.
“Al estar hablando de un personaje tan conocido, estudiado y de tanto intereses para los venezolanos y el mundo, fue una decisión bastante arriesgada. Sería bueno que el guionista o el director ofrecieran una explicación de por qué asumieron esta licencia…”, cuestionó.
Otra incoherencia, es que en la escena final se supone que Bolívar está a tan solo 16 días de su muerte por una grave enfermedad, pero el actor que lo interpreta, Édgar Ramírez, se muestra demasiado saludable. Aunque esto podría ser intencional para dar mayor fuerza a la hipótesis del asesinato.
Dentro de la polémica por el final de la cinta, se critica que Alberto Arvelo haya ratificado la tesis del presidente Hugo Chávez: Bolívar habría sido asesinado.
Otros pelones del guión
Las incongruencias no quedan allí. La investigadora resalta que la película tiene otros “pelones” históricos de relevancia, entre los que destacan el incorrecto uso de los conceptos de “pueblo”, “independencia”, “igualdad”, “país”, “soberanía”, “nación” y “libertad” parten de una interpretación contemporánea y no como entendían para la época.
“Bolívar habla de la liberación de los esclavos para que participen en la guerra y sean contingentes, pero eso no implica que iban a tener libertad de voto o palabra. No es la misma ‘libertad’ que conocemos hoy día”, ejemplificó.
Asimismo, resulta inexacta la escena en la que Bolívar y Santander discutiendo la posibilidad de cruzar o no un río, asumiendo que se trata de una especie de frontera. No obstante en nuestro territorio no existen estas separaciones territoriales por líneas acuáticas, ni antes, ni ahora.
Para aquel momento tampoco se usaba el término “fiebre amarilla” como se dice en el filme, pues para la época esta enfermedad era conocida como “vómito negro”.
“No pierde valor”
La historiadora resalta que el filme no pierde valor e incluso la película puede ser utilizada como material educativo siempre y cuando se debatan, posteriores a su proyección, los detalles incoherentes con la verdadera historia.
Desde La Plaza/ABD