La producción discográfica “Tendencias”, del multipercusionista venezolano Fran Vielma, es el resultado de sus investigaciones sobre el jazz, la música académica y los ritmos tradicionales venezolanos; una investigación que trascendió lo musical para penetrar en el ámbito de las artes visuales, las ciencias sociales y la historia. La mente creativa e inquieta de este compositor, extrajo de la infinita gama musical elementos y texturas diferentes para conseguir una estética propia, que no solo es una mixtura de diferentes tendencias sino la expresión de su visión del jazz contemporáneo.
Fran Vielma llegó a Boston en el año 2010 para continuar su formación musical en New England Conservatory y en Berklee College of Music. Desde entonces, ha venido trabajando en la idea de reinterpretar diferentes ritmos venezolanos utilizando la estética del jazz. En el año 2015 se planteó grabar las piezas que compuso a partir de estas inquietudes y para conseguirlo, reunió a un grupo de excelentes músicos latinoamericanos formando un colectivo al que llamó “Venezuelan Jazz Collective”, y con el que tiene previsto seguir trabajando en el futuro. Estos músicos, que tienen una destacada y exitosa carrera musical, comparten con él la misma pasión de conectar diferentes tendencias musicales a través del lenguaje del jazz. Ellos son: Luis Perdomo, piano (Venezuela); César Orozco, Piano (Cuba-Venezuela); Roberto Koch, contrabajo (Puerto Rico-Venezuela); Pablo Bencid, baterista (Venezuela); Miguel Zenón, saxo alto (Puerto Rico); Michael “Mike” Rodríguez, trompeta (Cuba-Puerto Rico), Ángel Subero, trombón y voces (Venezuela); Jeremy Bosch, voces (Venezuela); Manolo Mairena, voces (Costa Rica).
“Tendencias” no es únicamente un ejercicio intelectual y creativo de un artista apasionado por la música. Es una propuesta innovadora dentro del latin jazz contemporáneo, un homenaje a grandes compositores y a las expresiones musicales tradicionales de Venezuela; una celebración a la música, donde se entrelazan las vivencias personales con las musicales y académicas. En definitiva, “Tendencias”, es un disco que sin duda los amantes del jazz disfrutarán de principio a fin.
Fran, comencemos hablando del nombre de esta producción discográfica, “Tendencias”, ¿cuáles son esas tendencias que te inspiraron a componer las piezas de este disco?
“Tendencias” son, básicamente, las influencias que en estos últimos años de carrera me han llevado a tratar de construir una estética para el disco. ¿Cuáles son mis tendencias? Me gusta mucho la música clásica, especialmente, la del siglo XX. Me encanta el jazz, que fue lo que estudié y, además de eso, disfruto usando elementos de la música venezolana. Digamos, que esas fueron las “tendencias” en las que me basé para escribir la música de esta producción.
¿Qué tomaste de la música clásica? ¿Te inspiraste en el trabajo de algún compositor en particular?
Sí. Los compositores que más me han gustado son los franceses y los rusos. De los franceses, en particular, Ravel, Debussy y también, mucho, un compositor que se llamaba Oliver Messiaen; de los rusos me encantan Mussorgsky, Prokofiev, Shostakóvich y, obviamente, Stravinski.
¿Y del jazz?
Del jazz, particularmente para este repertorio, me inspiré en la manera de componer de los músicos del hard bop. Me encantan Thelonious Monk, Freddie Hubbard y, obviamente, John Coltrane.
Y como percusionista, ¿cuáles ritmos venezolanos —donde la percusión tiene una presencia muy fuerte— te inspiraron?
Tomé ritmos particulares de diferentes regiones, pero fue difícil realizar una selección. Por ejemplo, nada más en la región de Barlovento, en el estado Miranda, hay varios sets de tambores, cada uno con su repertorio: los quitiplás que son los bambués que se chocan contra el piso; los tambores mina; los tambores culo e puya; y las fulías. Es una sola región y ya he nombrado cuatro sets de tambores, cuatro juegos de percusión, cada uno con su repertorio. Además de los tambores, están el joropo mirandino, en el caso de la música de cuerda, y el carángano, que también tiene su reportorio, todo en una sola región.
Entonces, lo que hiciste fue estudiar los diferentes ritmos por región para seleccionar lo que querías.
Sí. Eso, con la idea de extraer algo de aquí, un poquito de allá, y hacer una mezcla de varios elementos, para sacar el mayor provecho a tanta variedad.
¿Qué fue lo que te inspiró para hacer este proyecto?
Cuando yo estaba en la maestría (New England Conservatory), abrieron una convocatoria para seleccionar a los integrantes de un grupo que iban a ser los embajadores del New England en el Panamá Jazz Festival. Yo apliqué y fui escogido para ser parte de ese grupo. En esa época, ya tenía escrita parte de las piezas de este disco. Entonces, cuando nos reunimos y dijimos «Bueno, ¿qué vamos a tocar?» —creo que era el año del nacimiento de Erick Dolphy y el festival estaba dedicado a él—, uno de los muchachos dijo, «Ok, vamos a llevar una pieza de Erick Dolphy». Era una propuesta de jazz más tradicional. «Bueno, yo tengo estas piezas», les dije, «¿Por qué no tocamos cosas originales?». A los muchachos les interesó mucho, porque ellos no se habían relacionado con los ritmos venezolanos. Algunos conocían el jazz latino porque el New England se los presentó a través del trabajo de Gillespie. Pero esto era algo totalmente nuevo y les encantó. Terminamos tocando cinco de mis temas.
Es decir, ¿en ese festival fue donde mostraste por primera vez alguna de las composiciones que luego formarían parte de este disco?
Sí. El festival sirvió para rodarlas y, además, descubrir otras ideas que podía incorporarles para ir mejorando y depurando cada composición. Ese festival para mí fue increíble. Cuando llegué casi no podía dormir por la emoción de todo lo que vi, de todo lo que conocí. Me dije, «Esto tiene que ser grabado, tiene que estar en un disco». Cuando nos presentamos en el Ateneo de la Ciudad del Saber, unos percusionistas panameños se nos acercaron y nos dijeron, «Qué bien lo que están haciendo trayendo esta música que nadie conoce y, además, que la toque un grupo norteamericano; ellos no crecieron con esto…» En ese festival hubo un proceso de revelación y de reinterpretación.
¿Cómo hiciste para reunir a los excelentes músicos que te acompañan en la grabación de “Tendencias”? Todos ellos siempre ocupadísimos, además, trabajando en sus propios proyectos.
A partir de ese festival, comencé a hablar de mis ideas con Roberto Koch, gran bajista venezolano tanto de la música tradicional como de la vanguardia. Un día me dijo que venía a Nueva York a tocar con Edward Simon en un jazz standard durante toda la semana, y yo aproveché para invitarlo a grabar. Roberto es un eslabón importante entre lo que es el ritmo de Venezuela y la vanguardia. Entonces, le escribí a Luis (Perdomo). Yo conocía su trabajo, pero no a él personalmente y lo invité a grabar con Roberto y conmigo. También le gustó mi propuesta. Estaba disponible para esas fechas y aceptó la invitación. Me dije, «Ya tengo dos». Luego, le escribí a mi amigo Pablo Bencid, un baterista que tiene tiempo viviendo acá y conoce la tradición del jazz. Además, sabía muy bien de lo que yo hablaba. Y aceptó. Cuando tuve a estos músicos confirmados, pensé, «Todos estos tipos conocen muy bien el lenguaje del jazz y sé que van a entender mi propuesta. Estos son los músicos que yo necesito».
Y, ¿ahí fue que creaste “Venezuelan Jazz Collective”?
Cuando empezamos a grabar, le comenté a Luis que quería agregar tres metales: saxo alto, trompeta y trombón. Él me recomendó para el saxo alto a Miguel Zenón. Pablo, me recomendó a Mike Rodríguez para la trompeta. Y yo invité a Ángel (Subero), como trombonista. Tenía la sección de metales lista, y de pronto vi que había logrado armar un grupo de excelentes músicos. Ahí surgió “Venezuelan Jazz Collective”. Esa es una bendición. Todos los días cuando me despierto y escucho un pedazo del disco, por alguna razón, pienso, «Fue una bendición tenerlos a todos en mi disco. Entendieron lo que quería proponer».
En este disco, a excepción de la batería, tu ejecutas todos los instrumentos de percusión, pero ¿cuál de ellos es el que más utilizas? ¿Cuál es tu especialidad?
En el disco es difícil mostrarlo, pero yo hago, lo que aquí llaman hand percussion, digamos que esa es mi especialidad. A pesar de que yo empecé en el mundo de la percusión de mano a través de las tumbadoras tocando salsa, un lenguaje que desarrollé mucho al principio, luego quise ampliar esa experiencia y no quedarme encasillado en el rol de tumbador de salsa, o percusionista de salsa, o de jazz afrocubano. Quería ampliar mis horizontes, por decirlo así.
En el tema “Monk en Aragua”, ¿cómo trasladas la estética de Thelonious Monk a los ritmos costeños del estado Aragua?
Monk es un compositor y un intérprete muy importante dentro de la fase rítmica del jazz moderno. Su rítmica es bien severa y bien irreverente, bien puntillista hasta cierto punto, si lo llevamos a lo visual. Él ha sido un gran pilar para mí, una gran fuente de información. Hice un seminario sobre su música. Comencé a transcribirlo y a descubrir cosas interesantes, como sus acordes, por ejemplo. Para escribir “Monk en Aragua” extraje elementos del intro y la melodía de la parte A de “Monk´s Dream”. Me gustó el uso que hace Monks de los acordes tipo cluster —notas bien cercanas y disonantes, con rítmicas complejas. Los tambores cumaco del estado Aragua tienen una riqueza rítmica que también es muy interesante. Es un lenguaje muy sincopado y cadencioso a la vez, como impresionista cuando se improvisa y, en ese sentido, me pareció similar a la estética de Monk, cuando improvisa, porque es como que si él nunca dejara de sugerir su melodía, a pesar de los espacios rítmicos que crea en la improvisación. Es irreverente por cuándo lo hace y desde dónde lo hace.
Hablemos ahora de la pieza “Hubbardengue” donde haces una mezcla entre el estilo del trompetista Freddie Hubbard, uno de los referentes del hard bop y el merengue venezolano. ¿Cómo hiciste esa conexión? ¿Cómo lograste fusionar elementos aparentemente tan disímiles?
El merengue es un ritmo bien parecido a la forma de ser de nosotros los venezolanos, bien dicharachero. El merengue es música para bailar. Sus letras son jocosas, llenas de algarabía y de despelotes. El hard bop se destaca porque las armonías son mucho más estáticas, se mueven con un ritmo más lento, las melodías son frases largas, no tienen tantos saltos. Entonces pensé: «Siendo el merengue tan complejo, compacto, animado y abigarrado, ¿cómo puedo combinarlo con algo que es pasivo y es más de horizonte, de pinceladas, de colores, impresionista?». Es decir, el hard bop tiene menos definición, todo es sugerido, no es literal. A diferencia del merengue que tiene una estética muy definida y muy literal. Veía esos elementos de ambos mundos y pensaba, «¿Cómo hago para que estas dos tendencias se entiendan, se encuentren, se entrelacen sutilmente?» Para hacer esa conexión me planteé lanzar un puente que uniera cosas tan antagónicas.
Elementos que a simple vista parecieran no tener ninguna relación, unos pertenecientes a la tradición caraqueña y caribeña y, el otro, a las innovaciones del jazz de las décadas cincuenta y sesenta del siglo XX. ¿Cómo construir ese puente que vendría a ser algo así como una conexión directa entre Caracas y Nueva York?
Exactamente, has dado en el clavo, es el puente entre Venezuela y Nueva York. Pensé en sugerir el merengue, sin que sonase como un merengue rucaneado de la Plaza Bolívar de la vieja Caracas, sino más abierto, que pudiera percibirse como un paisaje, como unas estepas, abierto. Son conceptos antagónicos. El reto fue complementarlos, hacer que el merengue sonara más impresionista y que el hard bop pudiera interpretarse a través de un ritmo complejo y que ofrece tan poco espacio, como el merengue.
No es fácil y requiere no solo de conocimiento musical sino de mucha creatividad e imaginación. Hablemos ahora de “Minanguero”
Esa es mi bebé.
¿Es tu pieza favorita del disco?
Sí, porque el ritmo mina, me encanta. Los tambores son gigantescos, pero yo mandé hacer unos más pequeños.
Los tambores mina los tocan varias personas, ¿cierto?
Sí, son tres personas. Por eso en esta pieza hay un baterista también. Los dos compartimos el trabajo. Los bateristas pueden resolver varias situaciones rítmicas al unísono y yo, por otro lado, complemento con otros sonidos. Obviamente, un purista, de esos tradicionales, podría decir que esto no suena como mina. Pero ahí es cuando empieza la parte creativa del artista quien toma los elementos, hace una reinterpretación y expresa un discurso propio. Fíjate lo que pasa con “Minanguero”. La melodía es un canto que yo extendí, es decir, agarré la que podríamos llamar la silueta de la melodía y la estiré. Adapté la melodía a una trompeta, llevé ese canto al lenguaje del instrumento. Después incorporé elementos de Oliver Messiaen. Él era un gran artista, un gran compositor. Creó un tratado llamado “Modos de transposición limitada”. En esa escala si comienzas desde la nota número uno, los intervalos, las distancias entre las notas son de una manera, pero si comienzas desde la nota número dos, sigue siendo la misma escala, pero las distancias cambian. Una cosa bien interesante. Entonces empecé a sacar cuentas, a combinar matemática y diseño, a tratar de que la melodía no sonase tan rústica. Probé alternativas y después de depurar la melodía, la armonicé para los tres metales, las tres voces. Cuando grabé la pieza y la escuché quise incorporarle unos coros que sugirieran una tonada tradicional de Barlovento, pero no era fácil porque hay partes de la pieza que tienen métricas que no son comunes, no son convencionales. Me reuní con Manolo Mairena y entre los dos nos pusimos a buscar la manera de incorporar la tonada y en su estudio hicimos los coros del final la pieza. Luego conseguí un canto de carángano (“El araguato”), muy barloventeño, en un disco que es un estudio de etnomusicología de Miranda, y le pregunté a Mairena, «¿Tú has escuchado esto?». Lo escuchó, le encantó y me dijo que lo insertáramos. Le dije, «¡Eso es de barlovento y eso va pa’llá!».
La gente a la que yo dedico esta pieza, los minangueros, son unos grandes investigadores. Tienen una escuela, son poco conocidos, pero muy, muy serios con sus investigaciones. Entré a un cuarto de esa escuela, que es el lugar más humilde que te puedas imaginar, y en ese cuarto había cintas de VHS, discos, libros, videos de 30 años atrás de Bobure, de Barlovento, de Yaracuy, de Palmarejo, de Patanemo, de Guayana, del Calipso… Son personas dedicadas en profundidad al estudio.
Así como haces este homenaje a Monk, uno de los pilares de tu formación, compones la pieza “Ehlba”, dedicada a uno de los pilares de tu vida, tu madre Maritza Vielma. Leí en una descripción que este tema es una referencia a su personalidad y a su gusto por el baile.
Ehlba iba a ser su primer nombre y no se lo pusieron cuando la registraron. Poca gente lo sabe y es una manera de hacer una referencia a una parte íntima de mi madre. “Ehlba” es una pieza un poco compleja rítmicamente. Al principio no hay un patrón que sugiera la danza, es más bien abstracto. Refleja parte de la personalidad de mi madre. Ella fue bien estricta cuando nos estaba criando; madre soltera, tenía que ser brava para que las cosas funcionaran. La pieza, al principio, luce seria, sobria, pero luego, en la parte B, suena un poco más suave, se va relajando. Es allí donde se refleja el amor de mi madre, sus valores, su apreciación por el arte y por el baile. Le encanta bailar. En la última parte traigo ese elemento barloventeño, la fulía. Es donde ella termina bailando una música que le encanta.
¿Te quedó alguna pieza por incluir en esta producción? ¿Alguna inquietud sobre una tendencia que quisieras desarrollar más en el futuro?
Este disco se grabó en dos años que representan dos fases en mi búsqueda. En la primera fase, las piezas ya tenían una definición, se grabaron “Hubbaedengue”, “Tendencias”, “Elhba”, “Modo Patanemeño”. En la segunda tanda de piezas, “Minanguero”, “Monk en Aragua”,” “Mis dos luces” y “Miel de Cayena”, que es a dúo con Luis, ya estoy sugiriendo hacia dónde voy en mi próxima etapa.
Se podría decir que estás marcando la tendencia de tu proyecto musical.
Exactamente estoy marcando la tendencia de lo que voy a presentar.
¿El jazz viene a ser el lienzo donde tú pintas tu música con todos esos elementos visuales y sonoros?
Sí, exactamente y, especialmente, en mi “Minanguero”, que como te dije, es mi bebé.