Desde su polémica carrera por la Casa Blanca, la persistente iniciativa de Donald J. Trump para construir un muro de 2000 millas de largo de la frontera entre Estados Unidos y México ha venido siendo un problema. Ya sea como alternativa que detenga el flujo de refugiados y el tráfico de drogas, sigue siendo cuestionable la forma en la cual la administración de Trump podrá impedir la existencia de túneles de gran tamaño, ya que bajo la barrera actual se ha demostrado que es una de las debilidades de este plan.
Pero en todo caso existe la tendencia a tratar la propuesta de Trump como una aberración en el mundo de hoy. La maciza barrera de hormigón que Israel construyó a lo largo de la Rivera Occidental, que se inició en 2002, ahora es casi tres veces más larga y, en algunos lugares, el doble de alto, como el mítico muro de Berlín, tardío y sin decoración, y con sus propios puestos de control, torres de vigilancia y «escuadrones de la muerte» utilizados para disuadir a los palestinos que se inclinan por el paso fronterizo. Si bien este puede ser el muro político más famoso hoy en día, está lejos de ser el único.
Los muros, paredes, cercas y otras barreras de contención, se están reproduciendo por todo el mundo. En el año 2015, la Organización de las Naciones Unidas indicó que, alrededor del mundo, se venían impulsando por temores nuevos y antiguos, el trabajo y construcción de muros en cualquier momento de la historia conocida, tal como reprodujo el diario The Washington Post en un reportaje en septiembre de 2016 donde contabilizaron 63 barreras fronterizas en cuatro continentes.
Según la agencia de noticia Reuters: «En 1989, después de la caída del Muro de Berlín, sólo había 15 muros fronterizos en todo el mundo, y hoy hay 70». Lo curioso de todo esto es que sucede en la era de la «globalización».
El profesor de la Universidad de Hawaii, Dr. Reece Jones, ha investigado las barreras fronterizas por más de una década, en su libro titulado «Violent Borders«, ha declarado que más de 40.000 personas han muerto tratando de cruzar las fronteras internacionales en la última década. Del mismo modo afirma que, raramente, los muros disuaden a los refugiados, ya que simplemente superan, o encuentran una manera de darles la vuelta. Jones señala: «Podemos vivir en una era de globalización, pero es extraño cómo gran parte del mundo se centra cada vez más en limitar la libre circulación de personas».
«En 1989, después de la caída del Muro de Berlín, sólo había 15 muros fronterizos en todo el mundo, y hoy hay 70»
Nada coincide con el trauma y la resistencia del Muro de Berlín (1961-1989), que Jones explica en su libro ya que «los famosos túneles de escape bajo el muro de Berlín hoy son una nueva constante». Por tal motivo, vale la pena examinar algunas de las escabrosas murallas que existen hoy en día.
La mayoría de los nuevos muros están dentro de la Unión Europea
Ante una afluencia de más de 3.000 personas al día, Hungría construyó una barrera de 109 millas a lo largo de su frontera con Croacia. Según The Washington Post: «Las cercas favorecieron una enorme caída en la entrada de visitantes a Hungría, pero no detuvieron la migración, muchos migrantes simplemente cambiaron las rutas y entraron en las naciones vecinas”. Pronto, otros países comenzaron a construir cercas propias, como el caso de Grecia.
En Grecia, la recién cerrada frontera con Macedonia dejó a miles de personas abandonadas en miserables campamentos, detenidas por alambradas de púas y guardias armados. La frustración devino en fuertes enfrentamientos entre los inmigrantes varados y los militares macedonios. En medio de esta confrontación, los macedonios respondieron con gases lacrimógenos y balas de goma dejando decenas de heridos, entre ellos grandes grupos de niños. Todas las rutas que salen de Grecia han sido cortadas, empujando a la gente hacia el viaje más peligroso de todos ellos: el sur de Italia a través de Libia.
En la frontera de España con Marruecos se erige la valla de Melilla, una alambrada metálica cuyo único propósito es dificultar la inmigración irregular. Estos muros metálicos, con una longitud cercana a los 12 kilómetros, combinan una triple barrera que incluye una sirga tridimensional que debería ser prácticamente infranqueable, pero que es superado constantemente por aquellos que huyen de la miseria luchando por sobrevivir.
En esta misma situación geográfica encontramos el caso de Austria que incluso amenaza con erigir una barrera a lo largo de su frontera con Italia en los Alpes para detener la marea de migrantes de África. Pero los muros también están llegando en África, Asia y Oriente Medio. Turquía está construyendo un muro de hormigón en su frontera sur con Siria. Túnez está levantando una barrera del desierto con Libia para aislarse de la insurgencia liderada por el Estado Islámico. Bangladesh está rodeado de cientos de kilómetros de alambre, gracias a India y Birmania, que desean bloquear a los inmigrantes temiendo el extremismo religioso.
En este sentido, el diario norteamericano también advierte que “miles de ciudadanos en Europa ahora preguntan si los nuevos muros son suficientes para impedir que los migrantes atraviesen el Canal de la Mancha, ya que Gran Bretaña está financiando la construcción de un muro en Calais, Francia».
La nueva era de los muros no se trata sólo de cadenas y concreto
El peligro no parece disuadir a la gente. Las cuadrillas de búsqueda y rescate están más ocupadas que nunca. Aunque las llegadas ilegales en toda Europa se redujeron durante 2016, en comparación con el 2015, más de 316.331 migrantes y refugiados entraron en Europa por mar en 2016 pero la cifra de muertos en el camino pudiera duplicar esa cantidad según la Organización Internacional de Migraciones (OIM). Para el profesor Jones “en lugar de poner en peligro las vidas de los inmigrantes y llenar las arcas de los contrabandistas, la Unión Europea debería centrarse en aumentar las cuotas de reasentamiento y crear corredores que permitan el paso seguro», según el doctor en geografía «si no lo hacen, seguiremos viendo más y más muertes de migrantes en los próximos años».
“El control fronterizo real viene sólo a través del trabajo lento y exhaustivo de construir lazos y compartir información con otros países”, según Emmanuel Brunet-Jailly, de la Universidad de Victoria en Canadá. Pero con los intensos flujos de gente que vemos hoy, los muros son quizás necesarios para los políticos. «Se aprovechan de viejos mitos sobre qué fronteras deberían ser arenas de batalla en la que se relacionan los seres humanos», dijo Brunet-Jailly.
Por ahora, es mucho más difícil para la gente aceptar que la cooperación diplomática y el intercambio de bases de datos son mucho más eficaces a largo plazo. La efectividad de la retórica nacionalista de Trump sugiere que, a pesar que la globalización estaba trabajando en el crecimiento “mágico” del comercio, la movilidad y la inversión, viene creciendo un resentimiento sedicioso entre los que se siguen quedando atrás.
DesdeLaPlaza.com/Emanuel Mosquera