Si algo caracteriza la llamada crisis política que se vive actualmente en Venezuela es el protagonismo que en ella tiene la actividad en Internet, específicamente en las “redes sociales”. Desde convocatorias a manifestaciones contra el Gobierno, hasta elaboración y circulación de “consignas” vía Twitter, se convierten en elementos centrales de una diatriba política que se vive en parte en la realidad y en parte a través de la virtualidad de la red.
Tan es así que muchas personas, incluyendo destacados líderes políticos, artistas de televisión y altos funcionarios gubernamentales dedican una considerable parte de su tiempo a expresar ideas a través de las redes sociales, e especial Twitter. Prácticamente el poder de convocatoria de una personalidad se mide actualmente por la cantidad de seguidores que esa persona tiene en Twitter.
Los tuiteros buscan elaborar sus mensajes con creatividad, contundencia y una estética cuidada, esperando que su mensaje se haga “viral” y le reporte un crecimiento a su lista de “seguidores”, al parecer el bien más preciado de una personalidad pública, por lo menos en Venezuela.
El poder de esta red social para influir en la dinámica sociopolítica ha adquirido dimensiones dignas de convertirse en objeto de estudio. Nada más recordar a la ministra de comunicación declarando que le parecía “sumamente grave” que un “hacker” le haya eliminado alrededor de 6 mil seguidores a la cuenta del Presidente en Twitter nos habla muy claro sobre la importancia del espacio de esta red social en el ámbito político. Ni hablar de la creación del novísimo “viceministerio de redes sociales”.
En fin, a través de Twitter la gente expresa sus posturas políticas, manifiesta activamente en contra o a favor del Gobierno, informa sobre acontecimientos actuales, e intenta influir en la opinión pública. A través de Twitter la gente “se informa” de lo que está pasando en el mundo real y, los más audaces, hace mediciones sociológicas a partir de una revisión de las “tendencias” en la mencionada red social.
Seguir cuentas que nos mantengan informados, tanto de las acciones y opiniones de quienes comparten nuestra postura política como de los contrarios, es una de las decisiones más importantes y delicadas. Se busca información, pero también se busca “identidad” y “entretenimiento”, esto es, buscamos leer los mensajes que nos informen, los que nos gusten y los que nos recreen.
Todo esto nos lleva a que presenciemos varios fenómenos curiosos relacionados con la “política 2.0” Venezolana.
Varios de ellos son las cuentas bots, los anonimatos furibundos, el dictado de línea política a través de las redes y la creación de cuentas falsas dedicadas a crear una falsa imagen de figuras famosas o de burlarse de ellas.
[Lee el artículo sobre la cuenta twitter dedicada al error de dicción del presidente Maduro @Capuskicapubul]Habría que hacer el conteo, por ejemplo, de cuántos tuits fueron enviados pidiendo la liberación de Leopoldo López, líder político que inició la ola de manifestaciones contra el Gobierno; y cuántos tuits se enviaron pidiendo la liberación de los Wi-Fi de las viviendas que rodean la plaza Altamira, cuando los que manifestaban solicitaban no sin cierto desespero que les facilitaran la conexión al Internet de los apartamentos para poder tuitear y subir fotos a la web.
Debemos tener mucho cuidado a la hora de seguir cuentas de personas desconocidas. En la red, con el recurso del anonimato es fácil caer ante trampas sobre «cuentas informativas», «informaciones confirmadas» y matrices de opinión. Lo recomendable es seguir siempre cuentas de personas que conocemos y buscar la manera de confirmar que la cuenta la maneja dicha persona. Así como las cuentas oficiales de instituciones y medios de comunicación reconocidos, al que posteriormente se le pueda responsabilizar sobre mal manejo de información.
Esto no quiere decir que no podemos «seguir» a una persona que nos contacta por la web, pero en el caso de estas cuentas, debemos tener especial cuidado a la hora de creer, retuitear o responder alguna información que publique, ya que puede resultar un bot, una cuenta fake, o una cuenta dedicada a la incitación emocional.
Desde La Plaza / AG