Regina Catrambone, originaria de Calabria, en el sur de Italia, se instaló hace casi ocho años en Malta junto a su esposo Christopher. En la isla ambos se dedican a la compra-venta de inmuebles; un trabajo que les garantiza buenos ingresos y les permite tener una vida cómoda y desahogada. Pero el día que la italiana escuchó al Papa Francisco condenar la «globalización de la indiferencia» desde la isla siciliana de Lampedusa, pensó que tenía que hacer algo ante los miles de muertos que cada año se traga el Mediterráneo.
Pocos meses antes, durante un crucero por las costas de Túnez, había visto desde la cubierta de la nave los restos de lo que parecía ser un naufragio.
El capitán del barco, que había trabajado en las fuerzas armadas de Malta, se lo confirmó. «Fue como un puño en el estómago», explica Regina.
La muerte de más de 300 personas en las costas de Lampedusa en octubre del año pasado, dio el empujón definitivo a la pareja para comprar su propio barco «salva-inmigrantes» y fundar Migrant Offshore Aid Station (MOAS), una organización sin fines de lucro formada por profesionales para ayudar a «salvar vidas en el mar Mediterráneo, que en los últimos años ha sido testigo de demasiadas tragedias debido a las personas que intentan llegar a Europa en embarcaciones no aptas para navegar, explica Christopher Catrambone.
La embarcación que la pareja adquirió en Estados Unidos no es ningún velero de recreo. El ‘Phoenix 1’, como ha sido bautizado, tiene 43 metros de eslora y cuenta con dos pequeños drones dirigidos por control remoto que pueden volar durante seis horas a una velocidad de 240 km por hora.
Desde la Plaza/El Mundo/AMH