Tal día como hoy pero, en 1856 fallece Manuela Sáenz Aizpuru, en Paita (Perú) con tan solo 58 años de edad. Nació en Quito el 27 de diciembre de 1797, hija de Simón Sáenz y María Joaquina de Aispuru.
Criticada, denigrada e ignorada y desterrada por sus contemporáneos, hoy en día y sólo a mediados del siglo XX, Manuelita empezó a ser reivindicada como heroína y prócer en la gesta de la independencia o como precursora del feminismo en América Latina, además de ser “La Libertadora del Libertador”, siendo compañera sentimental de Simón Bolívar y por su decidida actuación al defenderlo durante un atentado en su contra.
En todo caso, casi dos siglos después de su muerte, es un personaje que continúa despertando odios o amores, ocasionando debates y controversias.
Mientras todas las jovencitas de su edad estaban siendo educadas para casarse, La Libertadora, a los doce años de edad se pliega a las fuerzas revolucionaras emancipadoras que iniciaron la Revuelta en Quito, el 9 de agosto de 1809, aunque este proceso duró poco las ideas rebeldes, de lucha patriótica, querer lograr la soberanía, unidad continental, justicia social y de género, la acompañaron toda su vida.
A los 20 años de edad , fue casada en matrimonio por conveniencia con James Thorne, acaudalado médico inglés de 50 años, sin embargo, más tarde le escribirá a su esposo “usted es anglicano, yo atea” (1823).
Conoce y se vuelve compañera de lucha y sentimental del Libertador Simón Bolívar, abandonando para siempre a su esposo. Manuela, escribe orgullosa y desafiante a su ex esposo: “Me cree Ud. menos honrada por ser él mi amante y no mi marido? ¡Ah! Yo no vivo de las preocupaciones sociales inventadas para atormentarse mutuamente” (1823). Desde entonces acompañó al Libertador en todos sus proyectos políticos y campañas militares.
Sáenz, es parte de la primera generación revolucionaria patriota, derrotada y castigada junto a Bolívar por su proyecto soberano, continental y de justicia social, por parte de las oligarquías latinoamericanas y los poderes imperiales internacionales, que terminaron derrocando, exiliando, asesinando o condenando a la miseria a José de San Martín, José Artigas, José de Sucre, Bernardo O´Higgins, Simón Rodríguez y a la propia Manuelita, entre otros próceres.
Fue encarcelada y acusada de “extranjera” en Colombia, a lo que responde en un periódico: “Lo que sé es que mi País es el continente de la América y he nacido bajo la línea del Ecuador” (1830). Al ser desterrada de Colombia y Ecuador, parte hacia el exilio en la isla de Jamaica (tres años aproximadamente).
En 1835, regresa a Ecuador pero no alcanza llegar a Quito, porque su pasaporte fue revocado por el ex presidente Vicente Rocafuerte, por lo que decidió instalarse en el puerto de Paita (Perú), acompañada sólo de sus fieles Nathán y Jonatás, dos antiguas esclavas negras compradas por su padre, liberadas por ella y que permanecieron siempre a su lado como compañeras de lucha y de vida.
Allí fue visitada por varios ilustres personajes, como el patriota italiano Giuseppe Garibaldi, el escritor peruano Ricardo Palma (que se basó en sus relatos para redactar parte de sus Tradiciones peruanas), el venezolano Simón Rodríguez.
Durante los siguientes 25 años se dedicó a la venta de tabaco, además de traducir y escribir cartas a los Estados Unidos de parte de los balleneros que pasaban por la zona, de hacer bordados y dulces por encargo.
En 1847, su esposo fue asesinado, siendo incapaz de cobrar ni siquiera los 8000 pesos de la dote entregada por su padre al momento de su matrimonio.
“La Libertadora del Libertador” falleció el 23 de noviembre de 1856, a los 58 años de edad, durante una epidemia de difteria que azotó la región. Su cuerpo fue sepultado en una fosa común del cementerio local y todas sus posesiones fueron incineradas, incluidas una parte importante de las cartas de amor de Bolívar y documentos de la Gran Colombia que aún mantenía bajo su custodia, con el fin de evitar el contagio.
Sin embargo, Sáenz entregó a O’Leary gran parte de documentos para elaborar la voluminosa biografía sobre Bolívar, de quien Manuela dijo: «Vivo adoré a Bolívar, muerto lo venero».
Sus restos, a pesar de esfuerzos de investigación y búsqueda, nunca fueron encontrados.
El 24 de mayo de 2007, aniversario de la batalla de Pichincha, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, ascendió póstumamente a la Coronela al grado honorífico de “Generala del Ecuador”, siendo una de las pocas que han logrado ese máximo grado militar en América Latina. Con lo que aún después de muerta sigue rompiendo las discriminaciones machistas. Además de llamarla “Luz Morena”.
En 2010, por iniciativa de los presidentes de Ecuador, Rafael Correa, y de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, trasladaron “restos simbólicos” de Manuela, tomados de una antigua fosa común en Paita a Venezuela y puestos junto a los de Bolívar, como fue su deseo hace más de 160 años.
Desde La Plaza/Agencias/SE