El linchamiento no es nuevo ni reciente en Venezuela. Tampoco está circunscrito a la violencia opositora que se viene viviendo desde el mes de abril de este año, en el que ya han ocurrido algunos episodios trágicos de este tipo, como el linchamiento y posterior asesinato del Teniente Danny Subero en Lara. Sin embargo, es importante conocer qué está detrás de estos eventos y por qué ocurren.
El sociólogo y psicólogo social, Paúl Córdoba, destaca que al momento de un linchamiento, la personalidad individual se diluye en la masa y se pierden los elementos valorativos que impiden que una persona tenga ese comportamiento de forma individual. Esto fue lo que comentó para Desde La Plaza
¿Qué factores desencadenan u originan un episodio de linchamiento?
Determinar una sola causa es muy complejo. En todo caso, considerando nuestro contexto social puede ser multifactorial. Pero sí hay algo que no podemos dejar de lado: que tiene que ver con el proceso que venimos atravesando durante 19 años e incluso mucho más atrás.
Si nosotros nos ubicamos en la década de los 80 hasta nuestros días hemos venido asistiendo a unos procesos de transformación que de alguna manera han develado o puesto en evidencia una conducta. Se trata de nuestra conducta como sociedad frente a la impunidad, porque cuando no hay un proceso legal que se lleva a cabo y se castiga o se ejecuta a alguien es porque la gente toma la justicia por sus propias manos. Pero esa justicia no se ciñe necesariamente a lo que establece la ley sino a una justicia propia que es la que considera un grupo o una masa en particular. Tal vez podría hacerlo una individualidad de forma aislada, pero ahí ya hablaríamos de alguien que pudiera tener un trastorno de personalidad antisocial.
Cuando hablamos de la masa es diferente, porque una persona en lo individual puede tener un conjunto de valores que evite un comportamiento como el de un linchamiento, pero en conjunto no. Además para esa masa debe existir algún elemento que hace que se dispare esa necesidad de tomar la justicia en sus manos.
Por ejemplo, El Caracazo en el 89 fue una forma de tomar la justicia por sus propias manos, pero fue una justicia social, la gente se agarró las cosas, la gente se dio a sí misma lo que consideraba que le correspondía y en ese sentido la masa se desbordó. Entonces la gente enardecida por una serie de molestias acumuladas explotó de una manera y asumió una conducta que extrañamente alguien pueda asumir individualmente, pero de manera colectiva sí.
En una masa se diluye la identidad individual y se reparte sobre la masa. Si bien cada uno del colectivo tiene responsabilidad, a la hora de que la justicia concreta actúe, no se va a encontrar a nadie a quién atribuir la responsabilidad.
Ahora, hemos venido viviendo una situación donde para bien o para mal, nos hemos venido polarizando. Esta polarización, sicológicamente, incide en un estrechamiento del campo perceptivo porque existe una división: nosotros y ellos. Este esquema dicotómico se impone en todos los ámbitos de la existencia y se sobrepone a cualquier otro esquema perceptivo. Es decir, condiciona todos los significados de hechos, acciones y objetos. Esa es una de las características de la polarización desde lo sicológico.
La otra: se le asigna una carga emocional fortísima a cualquier objeto siguiendo este esquema. Es decir, las cosas se aceptan o se rechazan totalmente sin matices. No hay términos medios, o es esto o es aquello.
Y el tercer punto es que cada persona termina involucrándose personalmente en todo lo que ocurre. Es decir, cualquier hecho que se capte en los términos de la polarización se toma personalmente.
En eso estamos transitando 19 años porque evidentemente se ha puesto en evidencia un conflicto de clases que Chávez visibilizó. No es que antes de Chávez no existía. La diferencia es que antes de Chávez no era visible. Solo se visibilizaba de otra manera, por ejemplo cuando se hablaba de que los pobres, económicamente hablando, representaban un 80% de la población. Y también cuando veíamos que ese sector vivía y vive en la periferia de la ciudad, en el caso de Caracas es más notorio con los barrios o cerros.
Esta visibilización se genera a partir del año 2003, cuando con las misiones se impulsa el acceso de este sector poblacional a bienes y servicios como salud, educación, vivienda y se empezó a decir que “ahora Venezuela es de todos”. ¿Pero quiénes son esos todos? Empezamos a polarizarnos y focalizamos nuestra atención hacia los sectores más desposeídos, pero también fuimos rechazando la posibilidad de que ese sector que podemos llamar clase media y pudiente, también formara parte de ese todo. Esto lo digo como una autocrítica. Y esto lo que hizo fue poner en la discusión discursiva, real, lo que es la lucha de clases y además, en la práctica, se usaron un conjunto de términos que tienen que ver con la etnia, con la raza, con la sexualidad, para etiquetar y desde este lado, de manera perceptual, empezamos a identificar al otro como el escuálido, el oligarca.
Este discurso no contribuye con el hecho de sentir que Venezuela es de todos, sino que es de algunos nada más. Esos “algunos” es una mayoría por supuesto que siempre estuvo excluida, más allá de las formas en que se haya visibilizado esa mayoría y los acuerdos o desacuerdos que podamos tener con eso. Este discurso y esta práctica han conllevado a esta polarización.
Esa visibilización parece que ha invertido los papeles porque la clase media y alta pudo tener un poder adquisitivo en un momento determinado y un acceso más adecuado a bienes y servicios y los pobres, no es que ahora sean clase media, pero sí lograron tener un acceso que de alguna manera los visibiliza, los hace presente, con lo cual no estoy en desacuerdo. El tema es que eso se ha hecho bajo un discurso antagónico y contradictorio que ha llevado a que se fragmente el tejido social porque se incrementa la desconfianza y se generan miedos colectivos, se han fracturado espacios de convivencia social, se han desconfigurado valores y símbolos socialmente construidos, porque me dices una cosa y haces otra. Desde nuestro lado se ha exaltado una cultura heroica que generalmente es violenta y de alguna manera ha afectado la convivencia democrática porque el otro ya no tiene cabida con nosotros.
Mientras no reconozcamos al otro como parte de nuestra existencia difícilmente logremos salir de esto. También se ha territorializado el conflicto, es decir espacios que ocupan la oposición y el chavismo según zonas.
Como esto genera rabia, inconformidad, angustia, desesperación, la gente o la masa decide entonces hacer justicia por sus manos. Entonces viene cualquiera que tenga un aspecto X, porque la polarización incluso genera estereotipos, que tenga una camisa roja o un carnet de una institución pública sin que necesariamente apoye al gobierno y lo ven como sospechoso.
El discurso ha influido en eso, y también se le puede sumar el papel que juega el rumor en los medios y las redes sociales. Entonces se exacerba una afectividad colectiva que termina desatándose en la asunción de un hecho de violencia como linchar a alguien.
Ahí las grandes preguntas son ¿quién lo hizo?, ¿por qué lo hizo?, ¿para qué lo hizo? Bueno entran el juego el hartazgo, la obstinación de recibir un mensaje contradictorio y encima, observar un cierto grado de impunidad ante ciertas cosas. Entonces esa masa asume como una forma de hacer justicia ante eso, no justificado por supuesto, el linchamiento.
¿El discurso de la oposición no ha influido también en esas conductas violentas?
Ya ese es el devenir histórico. Cuando ya uno ha generado y producido un discursos, pues el otro sector, desde el principio, también se posiciona. El sector opositor siempre está esperando que exista un elemento para poder justificar sus acciones. No es que planifica unas acciones mucho antes y las ejecuta sin que haya algo que los lleve a asumir esas conductas violentas.
Ahora, también pasa que el discurso de ellos es ambivalente. No es un discurso que desde el punto de vista aparente, presente llamados a la violencia sino que más bien habla de ser pacíficos. Pero en el fondo cuando deciden bloquear una calle, no permitir el acceso a un sector, violentar al que quiera hacerlo, todo eso te da cuenta que está implícita una intención de violencia en el discurso.
Pero ¿que se promueva el linchamiento como tal? Es algo que no he visto de ninguno de los dos sectores. Lo que sí está visible es esto que llaman escrache y eso sí lo están promoviendo y esa es una forma de violencia real. Por ahí salió Freddy Guevara pronunciándose en contra de eso pero eso parece más bien la estrategia del consenso y la disertación. Además fue uno solo que se pronunció, no el conjunto de 15 o 20 líderes de la oposición.
Todo esto tiene que ver con un conjunto de antecedentes: sicológicamente, la movilización que hay ocurre por unos referentes simbólicos. Por ejemplo, la oposición no dice que ser rico es malo, ellos te dicen que ser ricos es bien y además no importa si matas para ser rico. O probablemente no lo dicen así, pero los hechos históricos de las posturas de derecha siempre han demostrado que si tienes que quitar a 3 millones para poner a 30 mil en lo que tú quieres, lo haces y punto. La derecha en ese sentido enmascara algunos elementos de su discurso en los elementos de los derechos humanos y porque, además, eso lo crearon en Estados Unidos. Eso ha mitigado un poco sus acciones en la diplomacia, por aquello de ir a la ONU, a la OEA y conversar antes de generar el conflicto como en otros países.
Pero en términos generales los linchamientos están obedeciendo a la puesta en práctica de un repertorio conductual que tiene que ver con el hartazgo y la satisfacción o no de algo que se dice y de cómo eso se pone en práctica en la sociedad.
¿Cómo se caracteriza la masa al momento del linchamiento?
Hay que tener en cuenta que hay una afectividad ahí que está alterada por la rabia, la ansiedad. La otra es la pérdida de identidad. Ahí no hay un sujeto único sino que es la masa la que funge como un sujeto único. El problema es que aunque actúe así, no está identificada sino como masa. Entonces cada uno de los personajes que integra esa masa tiene un gramo de esa personalidad, es decir, cada uno tiene un poco de la identidad de esa masa.
Luego está el tema de tener los repertorios conductuales que se requieren para hacer eso. Es decir, tener la suficiente capacidad física y mental, dependiendo del tipo de linchamiento que se vaya a ejecutar, para llevarlo a cabo: desde dar patadas o golpes, hasta prender a alguien en candela. Habrá que ver si al ver eso, quien lo hace tiene un nivel de gozo o no. Eso no lo podemos saber, pero ¿se sentirá satisfecho quien hace eso viéndolo? Para hacerlo es evidente que debe haber perdido ciertos criterios valorativos para poder llegar a un fin como ese.
Y no importa quién sea, aunque se descubra después quién era, ni siquiera hay una declaración donde se vea a alguien aceptando su comportamiento. No lo hacen porque eso queda diluido, eso se dispersa.
Independientemente de dónde se exacerbe la cosa, hay unos elementos históricos que llevan a esto y que además eso está mediado por un cansancio de ver que no hay una resolución a esa insatisfacción.
Hemos visto a ciertos líderes de oposición intentando justificar los linchamientos usando la figura del «infiltrado» o la del «malandro que intentaba robar»
La justificación del linchamiento no está dentro de ese paquete y ahí es donde empiezas a ver el viso o el trazo político que tiene el asunto.
¿Psicopolíticamente qué te está diciendo el pronunciamiento de un tercero que no estuvo involucrado? Aquí no podemos ser deshonestos, sabemos claramente que Estados Unidos quiere que los gobiernos del mundo apunten a su favor. Y Venezuela no es la excepción. Que en estos momentos puede haber un sector que esté financiado a través de la NED o la Usaid, por ejemplo, eso lo sabemos. Pero quedarse en ese discurso me parece pobre desde el análisis. Porque la sociedad no funciona de manera determinista. Ahí tienes el caso de Irak: ellos habrán podido planificar eso, Huntington habrá escrito su libro del Choque de naciones desde años antes, pero a Irak no lo han podido dominar ni podrán hacerlo porque las sociedades no funcionan de forma determinista.
Igual pasa en la sociedad venezolana, por más que estos tipos estén financiados, que le estén dando un poco de dinero a una gente, quedarse solo con eso es muy corto para el análisis. Nosotros tenemos un comportamiento, tenemos una respuesta ante la sociedad todos los días, cuando vamos a cruzar una avenida, cuando salimos, etc. Nuestra conducta como venezolanos no solo está mediada por el problema político sino por el conjunto de factores que están en nuestra sociedad.
Ahora, estos sujetos se culpan sin que los estén culpando. Para justificar que todo lo que pasa en el país es culpa del gobierno. Y lo que es clave aquí en el linchamiento es el tema de hacer la justicia por la propia mano a causa de la impunidad, y eso es lo que ellos políticamente van a aprovechar en su discurso. El tema de decir que está justificado y decir “no estamos de acuerdo, pero pasó y eso se debe una impunidad grandísima”. Eso es lo que ellos aprovecharán no solo para pronunciarse de manera estúpida y ponerse en evidencia sino para poder justificar cualquier cosa adicional que pueda venir y tenga un carácter supra constitucional.
¿Esos escenarios entonces sí benefician a la oposición, desde el punto de vista político?
En realidad yo no creo que eso favorezca a nadie, ni siquiera discursivamente a la oposición. En todo caso, para ellos es útil para poder promover algo y que ese algo venga desde afuera. Habrá que ver hasta dónde esa acción puede verdaderamente desatarse o ponerse en práctica.
Puede ser que los beneficie en tanto eso se logre, pero eso aún está crudo. Si lo miras bien, eso no tiene ningún tipo de asidero desde el punto de vista de la legislación internacional para realizar una intervención.
A la luz de estos episodios aberrantes, ¿podríamos hablar de que estamos en un escenario previo a una guerra civil?
Ya ha habido focos de guerra civil. Es decir, tenemos unas bajas, tenemos gente que está armada, tenemos gente que está actuando en función de una “libertad”, que para ellos es liberarse del régimen de Nicolás Maduro. Ahora, que nos planteemos como tal una guerra civil, creo que estamos a una distancia importante.
Eso se puede ver en el funcionamiento de la ciudad de Caracas, por ver una. Hay un sector de la ciudad donde no está pasando nada y eso es un indicador que te sugiere que estamos distantes de la guerra civil. Porque si de verdad hubiese elementos de guerra civil como tal, todos los sectores de la ciudad estuviesen encendidos. Todos.
En ese escenario todo el mundo se hubiese rebelado, ¿y por qué eso no está sucediendo? Eso te da cuenta de que solo hay un sector de la población que está actuando en función de liberarse de lo que ellos consideran un régimen.
Por su parte, el otro sector de la población está a la expectativa. Nosotros los que apoyamos a la Revolución estamos como esperando, como apostando, dando una oportunidad. Cuando Maduro te dice “necesitamos paz”, ¿implícitamente qué te dice? Que no hay paz. Aunque no diga de donde proviene esa perturbación, te está diciendo que no hay paz.
¿Existe algún mecanismo para desactivar eso, para que no ocurran más linchamientos?
Creo que sí hay posibilidades de que esto no siga ocurriendo. Todos los procesos y acontecimientos socio políticos de este país son portadores de nuevas significaciones que nos pueden permitir transformar, desencadenar y posibilitar nuevos cursos de acción social y política. Sobre todo porque hay un conjunto de imaginarios sociales que son emergentes. El tema de la Constituyente tiene que ver con esta emergencia de estos nuevos imaginarios sociales.
En todo caso, habría que apostar a esa capacidad creativa de nuestro imaginario. Que sea capaz de pensar en lo posible debido a la capacidad de imaginar lo imprevisible. Es como abordar la reconstrucción crítica de nuestra memoria histórica.
Todo este conflicto también está mediado por un comportamiento que nosotros hemos promovido. Si nosotros nos enfrascamos en el discurso de “el enemigo” y de que el opositor es el malo o que ellos promueven tal y cual cosa, estamos siendo macartistas, si caemos en esa postura. Porque como gobierno también hemos perseguido y eso hay que verlo ¿Estaríamos dispuestos a resolver y ver eso en una Constituyente? Creo que es un reto que debemos imaginarnos para posibilitar nuevos cursos de acción social y política. Yo sí creo en eso sin que me haga menos revolucionario.
En ese sentido debemos abordar la reconstrucción crítica de nuestra memoria histórica como revolucionarios que hemos sido. ¿Cómo nos hemos comportado como revolucionarios? Sistematizar esto en saberes sociales, multiplicarlo en experiencias sociopolíticas que podamos profundizar e impulsar en este momento histórico. Y esto en toda Latinoamérica, ¿por qué la cosa cambió en Brasil o en Argentina? ¿Eso es solo por el accionar de los gringos? Eso hay que revisarlo de una manera autocrítica. ¿Qué hemos hecho nosotros como una izquierda latinoamericana y revolucionaria?
Además de eso hay que analizar con consciencia crítica, histórica y política las posibilidades y límites que tenemos como sociedad, incluso si lo queremos desde la perspectiva individual. Tú como comunicador social, yo como sociólogo y psicólogo, por ejemplo. ¿Qué nos permite eso? Abordar y poder impulsar procesos democratizadores en la región y en nuestro país. Que realmente el espacio de la Constituyente nos sirva para eso. Entonces, desde nuestros quehaceres, como profesionales críticos en nuestro caso, acompañar los procesos de promoción y defensa de los derechos políticos, sociales, económicos y civiles de los distintos sectores de la población.
Me pregunto yo, ¿dónde está la comunidad sexo género diversa representada en la Constituyente? ¿No somos un gobierno que promueve la sexo género diversidad? ¿Dónde está su representación entonces? Eso sin menoscabo de la participación de las mayorías populares marginadas, sin excluir otros sectores sociales. Debemos crear unas reglas de juego donde todos participen, pero que las respeten.
También tenemos que seguir profundizando el estudio tanto de los obstáculos como de las posibilidades de integración que nosotros tenemos tanto a nivel interno como a nivel regional. Sobre todo en este tiempo de globalización que nos está golpeando.
Finalmente, la reconstrucción de nuestra memoria histórica, de nuestras identidades negadas, invisibilizadas o marginadas de nuestros pueblos es clave para que podamos entender por qué seguimos colonizados y cómo debemos descolonizarnos. La opción colonial sigue en pie.
DesdeLaPlaza.com/Simón Herrera Venegas