Durante los últimos años la dinámica política venezolana se ha caracterizado por la confrontación entre el chavismo y la oposición. Por un lado la emergencia de un modelo político basado en la participación protagónica del pueblo y en contraposición el declive del consenso de élites.
Desde el inicio de la Revolución Bolivariana la contrarrevolución emprendió una serie de planes conspirativos, apoyados y financiados por el gobierno de Estados Unidos, con la firme intención de acabar con la experiencia genuina de Gobierno del Pueblo. Hemos sido testigos a lo largo de estos años de todos los guiones que dispone el imperialismo para derribar gobiernos. Una y otra vez se han visto frustradas la pretensiones de derribar a la Revolución.
Quienes somos estudiosos de las Ciencias Políticas debemos reconocer que el caso venezolano, por su singularidad, sirve como base para el establecimiento de nuevas teorías.
Sin duda alguna, el liderazgo de Hugo Chávez significó un cambio paradigmático en la política venezolana y más allá de sus fronteras, en América Latina y el Caribe se generaron cambios estructurales que hicieron viable la constitución de nuevos esquemas de integración, que dieron al traste con las estrategias del neocoloniaje regional.
Los operadores imperiales, en sus cálculos lineales, pensaron que con la muerte del líder de la Revolución Bolivariana lograrían acabar con el proceso de cambios que éste emprendió en la primera década del siglo XXI, pero a pesar de la adversidad, tres años después se mantiene en el pueblo en el poder.
Venezuela vive momentos complejos, como consecuencia de la caída del ingreso de la renta petrolera, sumado a los embates del fenómeno climático El Niño y la sequía que ya alcanza 3 años y que ha incidido en la disminución de los niveles de los embalses del país, situación que impacta directamente en la disponibilidad de agua potable y la generación hidroeléctrica.
En esta coyuntura, los sectores contrarrevolucionarios lejos de aportar para la solución de los problemas nacionales, utilizan su mayoría circunstancial en la Asamblea Nacional para atentar contra el orden constitucional.
Quienes militamos en el proceso revolucionario, asumimos el compromiso histórico de defender la Revolución Bolivariana en cualquier escenario, porque estamos convencidos que esta lucha es la única garantía para construir una sociedad más justa, más digna y más feliz.
El acero se forja al calor del fuego, y con los golpes del martillo. Somos herederos de los Libertadores, y como hace 200 años hoy ratificamos que estamos dispuestos a consagrar nuestra vida para tener Patria para siempre!
DesdeLaPlaza.com/Heryck Rangel Hernández