Quizá por el dulce sabor de la Victoria, quizá porque la comparación con las primarias de la oposición es como la crónica de una muerte anunciada, quizá por algo de condescendencia, lo cierto es que no es mi intención, en este espacio, regocijarme entre los contrastes de números y porcentajes que evidencian más que bien la superioridad contundente de las fuerzas de la Revolución en relación a una oposición ya caduca.
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Más allá de eso, la jornada histórica de la que fuimos protagonistas el pasado domingo 28 de junio, no solo consiguió enormes logros en lo cuantitativo sino también en lo cualitativo, y es esto último en lo que pretendo aterrizar.
La subjetividad compartida de las y los revolucionarios recibió un bálsamo con estos comicios electorales; disfrutamos la sonrisa aliada que nos recibía y acompañaba en cada rincón de los centros electorales, atesoramos la complicidad al cruzar miradas con quien también lleva su meñique entintado, y sobre todo respiramos hoy, una vez más, con la tranquilidad de saber que seguimos siendo un pueblo consciente, solidario y responsable.
Nos invade el pecho ese orgullo de formar parte de un equipo que no sucumbe ante amenazas y ataques, no importa que vengan del enemigo más poderoso; somos como la familia amorosa que está para apoyarse incondicionalmente y que sobre todo en los momentos difíciles demuestra su amor, pero que también ríe y baila junta cuando es la hora de celebrar, y hoy es mucho lo que debemos celebrar.
Celebremos que estamos del lado de la verdad y la justicia, celebremos que somos un pueblo que despertó para jamás volver a atrás, celebremos que la juventud dejó de ser futuro para ser presente, celebremos que dignificamos el rol político de las mujeres (incluso de aquellas que nos adversan), celebremos con la alegría de ser mayoría, celebremos que somos El Equipo de Chávez, y agradezcamos a ese Gigante que nos convirtió en esta hermosa familia.
DesdeLaPlaza.com/Ana Sofía Cabezas B.
@anasofia510