Desde que la oposición venezolana inició una nueva ola de protestas violentas en abril pasado, lamentablemente hemos tenido que volver a un conteo macabro de fallecidos en circunstancias relacionadas a estas protestas, en diversos puntos del país. Más allá de las posturas políticas de los asesinados, todas producen profundo dolor para el país. Sin embargo, el asesinato de Miguel Castillo, así como la de Armando Cañizales, nos llama a la reflexión.
Miguel Castillo Bracho era un joven periodista de 27 años, con poco tiempo de haberse graduado de comunicador social en la Universidad Santa María. Sus estudios diversificados los culminó en el Colegio San Ignacio de Loyola y antes de eso, pasó también por el Colegio Promesas Patrias.
Conocimos a Miguel Castillo, pues compartió con nosotros en DesdeLaPlaza.com varios meses durante 2014. En esa época estaba a punto de culminar sus estudios universitarios y nuestros espacios lo recibieron y fueron para él uno de sus primeros empleos en su carrera profesional. Siempre se mostró alegre, trabajador, dispuesto a crecer profesionalmente, amante del deporte y el periodismo deportivo. De hecho, pertenecía a la barra del Caracas fútbol club y los domingos asistía con regularidad a apoyar a su equipo. Todos quienes lo conocieron lo primero que mencionan acerca de él es su sonrisa y su alegría.
Siempre supimos que no era una persona afecta al gobierno, sin embargo nunca se mostró de acuerdo con la violencia ni como una persona agresiva. Y es lamentable, y nos duele que un joven alegre, trabajador y lleno de energías por superarse haya sido cooptado por el camino de la violencia y que haya caído presa de la misma violencia que lo arrastró a ese escenario.
La muerte de Miguel Castillo lo causó el disparo de un objeto metálico esférico de 2 centímetros aproximadamente. El disparo penetró su brazo derecho e ingresó a su tórax por un costado, lo que quiere decir que le estaban disparando de una distancia corta y alzó su brazo tratando de cubrirse. Luego, más preocupante aún, es que llevaba una cámara GoPro en su casco y cuando sus “compañeros” se lo llevaban para que recibiera atención médica, uno de ellos rápidamente quitó la cámara de su casco. ¿Por qué? Como jóvenes periodistas exigimos conocer los culpables de esta muerte y que las instituciones encargadas de hacer justicia hagan su trabajo, no sólo con Miguel sino con los más de 40 venezolanos que han sido víctimas de la violencia política del último mes.
Exigimos también que se investiguen a las personas que interesadamente guardan el vídeo que muy posiblemente evidencia quién fue que le quitó la vida.
Hacemos un llamado a todos los jóvenes y profesionales de este país a que no sigan prestándose para ser usados por una dirigencia política que le interesa mantener una agenda violenta para alcanzar sus intereses. Sí, la población tiene derecho a la protesta legítima, pero las diferencias no se resuelven con violencia, con agresiones a propios y extraños, con intolerancia y, mucho menos, con la muerte.
Estamos de acuerdo con el debate franco y sincero y si la Asamblea Nacional Constituyente representa ese espacio donde todos podamos dar el debate, entonces vayamos todos, sin dejar de lado los principios, pero tampoco cediéndolos a los intereses de la dirigencia política. Existe la posibilidad de que los jóvenes puedan plasmar en el texto constitucional reivindicaciones reales, desde el derecho a tener un primer trabajo, hasta el de participar activamente en el rumbo del país.
Ante todo el daño que se le está infringiendo a nuestra población nos preguntamos:
¿Es necesario que haya más asesinatos a sangre fría del lado de las protestas?
¿Está bien utilizar la muerte como una bandera para seguir incendiando el país?
¿Es justo que los jóvenes pongan el pellejo mientras los dirigentes políticos se escudan detrás de ellos?
No es justo ni necesario. Debemos retomar el camino de la paz. No queremos un futuro de un país en destrozos ni en luto permanente. Es necesario el diálogo real y constructivo. Paremos la violencia.
DesdeLaPlaza.com/Simón Herrera Venegas