Las fotos de Guaidó con jefes paramilitares pone sobre la mesa que hay sectores radicales de la oposición que no distinguen con quienes se juntan para derrocar al gobierno de Maduro.
Esta falta de escrúpulos es una osadía peligrosa ya que en estas alianzas con el sector del crimen, se contraen compromisos con grupos violentos de alta peligrosidad, que trafican con drogas y descuartizan personas.
De acuerdo al “Ministerio de Comunicación” del gobierno paralelo de Guaidó, los señores de las fotos son cuatro espontáneos que le pidieron una foto antes de que el dirigente cruzara la frontera a Colombia.
Guaidó y sus funcionarios en el exterior, quieren hacer control de daños del escándalo diciendo maromas como las de que el “Presidente E” es un hombre público con el que muchas personas quieren sacarse una foto, incluso gente armada.
La razón de las fotos, de acuerdo a lo que divulgó el Ministro Jorge Rodríguez, es que eran una especie de fianza o garantía que se reservó el grupo paramilitar luego de una reunión en la que “los paracos” le sacaron a Guaidó el compromiso de dejarles actuar libremente en la frontera una vez que el muchacho de La Guaira fuera Presidente.
Es decir, Los Rastrojos no hicieron gratis su servicio de sacar a Guaidó de Venezuela por pura hermandad ideológica conservadora, sino con miras a concretar una inversión en el futuro: el despeje y control de un corredor de tráfico de drogas por nuestro país.
Desde los aparatos de comunicación y propaganda del “Gobierno interino” han desatado una estrategia que no responde a las pruebas de las fotos sino que acude al recurso de desacreditarlas como un “montaje del régimen”, usando un relato que bien consigue asidero en los sectores más radicales de la oposición, para quienes el episodio es una “cortina de humo”.
Otros han activado el razonamiento poco inteligente de ver el entuerto del asunto en quién filtró las fotos a Diosdado y no en la gravedad de los retratos con cuatro jefes relevantes de Los Rastrojos.
Las evidencias son incontrovertibles y al mismo tiempo son las pruebas que no esperaba encontrar Guaidó cuando denunciaba la relación de grupos irregulares con funcionarios venezolanos (es decir las Farc con el gobierno de Maduro), pues pasó todo lo contrario: surgieron las pruebas que confirman su vínculo con el paramilitarismo colombiano.
Lo increíble de ese asunto es que el tema no sea un escándalo, ni que sus amigos se replieguen en un silencio conveniente hasta que pase el asunto, sino que desestiman el desliz remarcando que Guaidó, a pesar de sus relaciones peligrosas con paramilitares, es un “Titán de la democracia”, como dijera Duque. Y por su parte, a Estados Unidos le tienen sin cuidado las fotos ya que para ellos no significan que haya vínculo.
Estas dos reacciones, que son una muestra muy ínfima del ejercicio de huir hacia adelante sin mostrar algo de vergüenza, es la comprobación de que en este caso la verdad no basta y que lo tangible no existe, y que los “buenos no son tan malos si se fotografían con villanos”, así estos se llamen Rastrojos, sean paramilitares y piquen gente.
DesdeLaPlaza.com/Carlos Arellán Solórzano