El diputado Juan Guaidó se toma fotos con paramilitares y sus seguidores se hacen los desentendidos. El argumento que han desplegado para su defensa es despejar quién le dio las fotos a Diosdado Cabello para que las revelara en su programa, resolviendo con una retorcida inmadurez adolescente que, peor que retratarse con paramilitares, es ser “pajuo”.
En Venezuela, los medios aliados le pasaron a un lado a la noticia con la justificación autocomplaciente de que no se puede saber si las personas que te piden una foto en la calle tienen prontuario criminal, sin detenerse a considerar que no fue en un acto de masas, ni menos en Sabana Grande donde el diputado se tomó las fotos, sino en la frontera, acompañado de un jefe paramilitar evidentemente armado, sin que alrededor se revele el signo de un evento multitudinario en el que efectivamente pudiera admitirse que no puede saberse todas las veces con quién uno se retrata. Otros con cara más lavada y después de relativizar la gravedad de esta revelación, solo se animaron a hacer un reproche militante: “quién le manda a Guaidó a tomarse esas fotos así”, preocupándoles menos esas “malas compañías”.
La foto de Guaidó con los Rastrojos, además de poner en evidencia una relación política con relieve criminal en contra de Venezuela, también ha puesto sobre la mesa la falta de escrúpulos de cierta oposición de a pie, para los que “todo se vale”: incluso aliarse con estos grupos terroristas, contrastando increíblemente el silencio impasible de esta vez con la indignación con la que denuncian la criminalidad de “los colectivos”.
Las fotos de Guaidó con paramilitares también nos exponen una inconmensurable catadura de showseros de esta clase política arribista para la que el selfie y la foto en twitter es la revelación de su entendimiento banal de la política, haciéndose más peligrosos por su estupidez utilitaria y no por las ideas que no tienen.
Y si todas estas cosas no fueran graves, peor aún es que no son pocos los que las justifican sin al menos simular que ignoran que grupos paramilitares como Los Rastrojos se dedican a los oficios poco edificantes del narcotráfico y a descuartizar personas con propósitos políticos.
DesdeLaPlaza.com/ Carlos Arellán Solórzano