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Y líbranos de la tentación

El 18 de julio a la mañana, Constanza Santos estaba con su bebé de 9 meses haciendo trámites en el Banco Nación. Pasaron algunas horas desde que entró temprano, su hijo empezó a sentir hambre y a irritarse. Para calmarle el hambre, decidió cruzar a la plazoleta del frente de la entidad bancaria y darle el pecho, que por consejo médico, era a necesidad de su bebé. Estaba dándole el pecho cuando dos mujeres policías se le acercaron y le pidieron los documentos de ella y del bebé, porque estaba infringiendo la ley al darle el pecho en la vía pública. «¿Qué ley infringí?», preguntó Constanza. No supieron qué decirle, no podían decir que era la ley que hablaba del decoro y del pudor. No hay ley que impide amantar, hay leyes antiguas que hablan de pudor y de decoro

El verdadero problema no era que estaba dando de comer a su bebe, el problema es que para ese acto estaba mostrando el pecho. ¿Cómo se puede amamantar a un bebe si no se muestra el pecho? O mejor, la pregunta debe ser, ¿por qué es escandaloso mostrar un pecho amamantando? Una de las respuestas es el hecho de que se muestra el pecho femenino. El pecho y el pezón de la mujer no se deben ver en público porque es un acto de obscenidad. ¿Qué diferencia hay entre un pecho de hombre, que se ven tranquilamente en la playa o el de una mujer que no se ve? Biológica y fisiológicamente hay una sola diferencia; el hombre tiene la glándula mamaria atrofiada; la mujer desarrollada.

¿Por qué entonces la mujer no puede ni debe mostrar sus senos ni los pezones? La respuesta no se debe buscar ni en la medicina, ni en la biología. La respuesta es social, cultural y religiosa. La religión siempre vio a la mujer como la inductora del pecado original. El diablo le pone fuego en la vulva a la mujer y frutas en los pechos para que tiente a los hombres. La iglesia desde siempre tiene una visión pecaminosa del cuerpo de la mujer.

La mujer es la que tienta al hombre a cometer el pecado original, la que lleva al hombre al pecado de la carne. Esa visión medieval es la que prevalece inconscientemente en la cultura occidental y cristiana, que se exacerba en la cultura islámica, ya que en esa cultura cuando son ortodoxos, ni los ojos pueden mostrar. Pero, ¿dónde está el pecado? ¿En el cuerpo que se muestra o en el ojo que lo mira? A veces en ambos, la mayoría de las veces en el ojo que lo mira.

El pecado de la mujer muchas veces es sólo el de ser mujer, el de sentirse plenamente y libremente mujer. La iglesia demonizó a la mujer como única explicación que tenía para justificar que el mundo era lo que era. Los sacerdotes que crearon a ese Dios a su imagen y semejanza tuvieron una forma más de dominio, no sólo mantenía en cautiverio moral a la mujer, sino muchas veces intelectual.

La mujer no debe mostrar su cuerpo (ni su inteligencia) porque puede llevar al pecado al hombre (o a mostrarle su real capacidad). El pecado original no existió, no hubo pecado de la carne, sí de voluntad de poder. El mismo que llevó a querer dominar la sexualidad haciéndola pecado, que dominó el cuerpo, negándolo, que inventó el castigo corporal y la autoflagelación, para justificar el sadismo y mazoquismo que tenían.

Por suerte todo eso está cambiando. ¿Cuál fue la reacción al caso de Constanza? Ella no se quedó quieta, quiso presentar la denuncia a la comisaría de la mujer. No se la recibieron. Fue a varios organismos, no la recibieron. Hizo la deuncia a los medios y en las redes sociales. Inmediatamente la sociedad respondió.

El “TETAZO” fue la respuesta a ese abuso escondido en la falsa moralina de ocultar el pecho femenino. Sólo mentes enfermas pueden ver un acto inmoral en alimentar un bebé. El “TETAZO” fue masivo: miles de mujeres salieron a mostrar su enojo y su pecho amamantando a sus hijos en las plazas principales de ciudades y pueblos de todo el país. Sólo habían pasado unos días desde que quisieron arrestar a Constanza, y las mujeres salieron con sus bebes a las plazas. Ya no le va ser fácil a las viejas estructuras legales y morales imponer sus normas.  La mujer va ganando su lugar en el mundo. Es una larga lucha, con avances y retrocesos, pero una lucha necesaria, porque cuando mujeres y hombres estemos juntos, codo a codo diría M. Benedetti, en ese momento es que seremos realmente humanos.

DesdeLaPlaza.com/Nito Biassi

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