La artista Kara Walker esculpió una esfinge de 40 toneladas de azúcar contra el racismo. La escultura representa una esclava negra, con nariz grande y un pañuelo atado en la cabeza, con una posición a cuatro patas que simboliza la sumisión y el abuso sexual de las trabajadoras durante décadas.
La esfinge, con labios gruesos, se encuentra en la antigua fábrica de azúcar de Domino, en Williamsburg, Brooklyn. Se eleva a más de 10 metros y el cuerpo se extiende a más de 20. La figura está recubierta de azúcar refinado.
«La esfinge domina el espacio, tiene profundidad, memoria. Mi intención es que provoque cierta reverencia», explica Walker en una charla en la Biblioteca Pública de Nueva York.
El nombre oficial de la enorme pieza es Una sutileza o Maravillosa Sugar Baby, un homenaje a los artesanos explotados que han refinado nuestros sabores dulces desde los campos de caña hasta las cocinas del nuevo mundo en ocasión de la demolición de la fábrica de refinado de azúcar de Domino, el próximo 6 de julio, cuando termine la exposición.
«Me interesa la paradoja: la conciencia de uno mismo, la vulnerabilidad, la sumisión, el mundo industrial…», dice Walker, que recuerda a los esclavos en los campos de caña de azúcar y la explotación de los trabajadores en plantas como ésta.
Un equipo dirigido por la artista construyó la base con 330 bloques de espuma de polietileno y la recubrió con 40 toneladas de azúcar, la mitad de lo que Domino donó para la obra.
Walker también ha repartido en la exhibición esculturas negras de niños de tamaño humano que portean cestas. Algunos están hechos de resina. Otros sólo de azúcar y agua que se derriten poco a poco.
En 1856, la familia Havemeyer construyó la que entonces fue la mayor y más innovadora refinería de azúcar del mundo. La estructura actual data de 1882, cuando la planta fue reconstruida tras un incendio. Durante décadas, produjo más de la mitad del azúcar consumido en Estados Unidos y fue uno de los símbolos del florecimiento industrial de Nueva York, pero también representó los abusos de la industria.
En 1894, el diario ‘New York Tribune’ describía el trabajo en la azucarera como «una tortura perpetua» y la muerte allí, algo habitual, como una «liberación».
Un siglo después, el lugar fue el escenario de una huelga de récord: 20 meses entre 1999 y 2001 para protestar contra los despidos. La planta cerró en 2004.
Desde La Plaza/El Mundo/YIB