El líder palestino, Yasser Arafat, quien durante más de cuatro décadas encarnó la resistencia de su pueblo luchando incansablemente por la creación de un Estado palestino independiente cumple hoy 11 años que murió en un hospital de París.
El líder histórico Yasser Arafat atrajo la mirada del mundo sobre la causa de su pueblo y convenció a los palestinos de que la unidad era el único camino hacia su liberación, recuerdan muchos en Cisjordania una década después de su muerte.
Las divisiones en el terreno político y social, tienen incidencia en la discontinuidad geográfica y una crítica situación de tensión en permanente ebullición con Israel, estiman que esto empaña su legado en una Palestina que consideran huérfana de liderazgo.
«Él fue quien trabajó por y para la unidad. Era todo para Palestina. Dejó un gran vacío que sentimos a diario. Echamos de menos a alguien que nos represente», resume Nawal Nazeeh.
Este fornido combatiente transformado en el presidente de la Asociación Nacional de Culturismo vivió literalmente «a la sombra del líder» como parte de su guardia personal, con quién recorrió un mundo que conoció Palestina a través de su figura.
«Desde que murió ‘Abu Amar’ no hemos conseguido nada a nivel político y la sociedad está más fragmentada. Oslo y el Estado palestino están muertos por la confiscación de tierras, la construcción de asentamientos… Los israelíes han matado sus derechos y los nuestros, y la idea de dos estados en una misma tierra», lamenta Nazeeh.
«Ahora con la situación de Al Aksa, en Jerusalén, vamos hacia tiempos difíciles. Los israelíes no quieren la paz con nosotros, necesitan el conflicto para mantenerse cohesionados y creo que la única vía es la resistencia. Pero en este caso será una guerra», vaticina ante su hija Lema, sorprendida tras escuchar por primera vez esta determinación en su padre.
Esta activista y abogada próxima a la treintena representa a una generación de jóvenes que mira con desconfianza a su clase política y afronta una crisis de valores.
«Como parte de otra generación, crecimos con él y podemos sentir que no hay un liderazgo. Pero quizá es algo bueno porque él lo era todo y cuando murió, el liderazgo murió también. Ahora tenemos que luchar por encontrar otro modelo«, apunta Lema.
«Nuestros problemas son Gaza, la ruptura de la sociedad, la violencia israelí. Pero no podemos apoyar a ningún partido político así que nos mantenemos neutrales antes que asociarnos con grupos que no nos representan. Es el tiempo de ceder el testigo a un liderazgo más joven, terminar con los políticos enquistado en el poder. Somos una sociedad con miedo al cambio, pero es el momento», agrega la joven.
Zoraida Husein, directora del Comité Técnico de Asuntos de las Mujeres, una organización de base nacida en el espíritu asociativo de la primera intifada que nunca comulgó con los Acuerdos de Oslo firmados por Arafat con Israel, muestra su pesimismo.
«Oslo hizo mucho mal. Pero incluso las que estábamos en contra creímos que realmente estábamos edificando las bases de nuestro estado y nuestra sociedad. Hasta 2001″, recuerda Zoraida. «Él (Arafat) y todos nos comimos el cuento», añade.
«Arafat quiso una sociedad secular en la que se respetan los derechos humanos, la mujer tiene igualdades y no hay discriminación por género, posición económica, por color o religión», explica desde su perspectiva. «Habló del día en que un niño y una niña izarían la bandera palestina en Jerusalén», recuerda Zoraida.
Pero cuando Israel asedió el palacio presidencial de la Mukata con él dentro en 2002, «nos quitaron la imagen que había creado de solidaridad entre nosotros mismos como camino a nuestra salvación. Se rompieron imágenes de autoridad, se nos dijo que nadie nos protegía», agrega.
Ahora, una década después, «hay un ambiente malísimo políticamente. Las mujeres hemos perdido derechos. Nuestro presidente solo negocia sin hablar con nadie y hay grupos religiosos que quieren hacerse más fuertes. Tenemos una Autoridad palestina con un gobierno que tiene ministros pero no tenemos líderes», critica Zoraida.
«El vacío que dejó se llenó por gente con una visión imperialista y no socialista para Palestina, con intereses económicos fuertes que les lleva a tener relaciones con los ricos israelíes. El pueblo se siente a la intemperie. Nos arrinconan y nos cerramos en la religión y al mundo», concluye la mujer.
Un antiguo miembro de las Brigadas de Al Aksa -brazo armado del partido nacionalista Al Fatah fundado por Arafat- que compartió sitio con Arafat durante su encierro en Ramala, coincide con el resto en afirmar que, a pesar de todo, existe una herencia viva.
Ese principio se resume en «el claro principio de cómo amar Palestina, de tener una identidad, estar orgullosos de ella y mantenernos unidos para defenderla. Y los objetivos reales: buscar nuestra libertad y no detenernos hasta conseguirla, sin cedérsela a otros», afirma emocionado este joven castigado muchas veces por Israel que prefiere mantenerse en el anonimato.
Una herencia que, en opinión de todos los mencionados, está amenazada no solo por las políticas de ocupación y segregación de Israel, sino también por grupos religiosos como Hamás, que desde la desaparición de Arafat «no respetó la unión y buscó su propio interés».
«Nuestra única solución, ahora, es definirnos a través de unas elecciones y decidir quién nos liderará. Si los liberales o los radicales, alimentados por Israel», concluye Nawal Nazeeh.
DesdeLaPlaza/EN/MB