El expresidente de Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva, salió en primera línea para intentar frenar la crisis política que atraviesa el país. El exsindicalista aprovechó un acto de mujeres agricultoras el pasado miércoles en Brasilia para ponerse del lado de su sucesora y compañera del Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff, y pedir a la población brasileña que tenga en cuenta los primeros cuatro años de gestión de la presidenta reelegida en octubre: “No juzguen al Gobierno por seis meses de mandato”.
Brail pasa por un momento muy delicado, y la popularidad de este Gobierno también. El escándalo de corrupción descubierto en la empresa estatal Petrobras no para de crecer: el último detenido es el hombre fuerte del primer Gobierno de Lula, José Dirceu, y el Ejecutivo estima que los desvíos de dinero y los sobornos de la petrolera ya han provocado un impacto negativo del 1% del PIB este año. Un varapalo más para una economía paralizada que el Ejecutivo trata de atenuar con medidas de ajuste fiscal.
Pero es que el Gobierno Rousseff tiene, además, problemas para aprobar proyectos en la Cámara de Diputados: su presidente, Eduardo Cunha, rompió oficialmente con Rousseff, a pesar de que su formación, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) es un aliado del Gobierno. Como colofón, el 91% de los ciudadanos rechaza la gestión de Rousseff, dato sin precedentes en la democracia brasileña.
Lula reconoció el miércoles que el país pasa por un momento difícil, pero quitó responsabilidad a Rousseff y apuntó hacia los mercados de finanzas internacionales. “¿Por qué esa gente está rabiosa con la presidenta, si las elecciones acabaron el 26 de octubre?”, preguntó. “Recuerdo que en 2005, cuando los mismos que están atacándola decían que iban a pedir el impeachment de Lula, yo les dije: ‘Si quieren echarme, van a tener que pelear en la calle con el pueblo brasileño”.
DesdeLaPlaza.com / ElPais/ AQ