Dos meses después del inicio de los bombardeos de Estados Unidos para frenar el avance del Estado Islámico (EI), la operación de la primera potencia tropieza con las dudas. El asalto de los insurgentes suníes a la ciudad kurda de Kobane, en la frontera de Siria con Turquía, reabre la discusión sobre la eficacia de la campaña aérea y la conveniencia de desplegar tropas terrestres.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, fue ayer el primer aliado de EE UU en expresar en voz alta y reclamar una operación terrestre. «Han pasado meses pero no se han logrado resultados», dijo durante una visita a un campo de refugiados en el este de Turquía, país miembro de la OTAN. «Kobane está a punto de caer».
La Casa Blanca se declaró «muy preocupada» por los civiles sitiados en la ciudad kurda. El portavoz Josh Earnest enumeró varios ataques aéreos en las cercanías de Kobane y dijo que estos habían destruido vehículos del Estado Islámico y equipamiento antiaéreo. La caída de Kobane visualizaría las dificultades de EE UU y sus aliados para doblegar al EI, un grupo escindido de Al Qaeda que aspira a crear un califato en Oriente Medio y que ha horrorizado a medio mundo con vídeos de rehenes decapitados.
Desde la Plaza/El País/AMH