Las recientes reflexiones del papa Francisco sobre los divorciados o sobre los homosexuales han puesto sobre la mesa temas delicados que generan debate dentro y fuera de la Iglesia y que anticipan cuestiones que abordará el Sínodo de Obispos de octubre.
Francisco quiere diálogo y así lo ha transmitido en diversas ocasiones, como cuando pidió en la apertura del Sínodo Extraordinario de la Familia del pasado octubre que los padres sinodales hablaran en libertad, pero respetando siempre las opiniones de los demás.
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El debate sobre si los divorciados que se hayan vuelto a casar pueden comulgar o no, no es nuevo, pues ya el cardenal alemán Walter Kasper ha pedido en el pasado una mayor “misericordia” hacia los casos difíciles, incluyendo el de perdonar a los divorciados y readmitirlos en la Iglesia, y también en los sacramentos, a través de un camino penitencial.
Opiniones que han sido rechazadas por algunos miembros de la Iglesia como el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el teólogo y cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller, que sostienen que realizar un cambio en este sentido sería contrario a la doctrina cristiana.
El papa resaltó que quiere una Iglesia que no cierre “las puertas a nadie” y que acoja a todos “con misericordia”, también a los homosexuales. Y es que, su lenguaje suele ser directo y claro, y a veces algo particular, como cuando dijo que para ser bueno y católico no hay que tener hijos “como conejos”, o como cuando defendió que es necesario ser “prudente” con la libertad de expresión y puso como ejemplo el de que, si alguien insulta a una madre, se podría ganar “un puñetazo”.
En sus dos años como papa, Bergoglio ha abogado por el respeto y la convivencia fraternal, y sobre todo por el diálogo y la paz, y no ha dudado en rechazar la violencia y en afirmar tajantemente que “los mafiosos están excomulgados”.
DesdeLaPlaza.com/EFE/SEB