La crisis griega tiene carácter circular y estructura de pesadilla. “El tiempo se ha acabado”: la frase más repetida de las negociaciones con Grecia en los últimos cinco meses volvió a oírse este jueves en boca de altos funcionarios de la Comisión Europea, del Consejo, del Bundesbank alemán y del Fondo Monetario Internacional, tal vez con más crudeza que nunca. El FMI, en el penúltimo gesto teatral de esta saga, abandonó la mesa de negociaciones con Atenas. Y el presidente del Consejo, Donald Tusk, ofreció en Bruselas la mejor interpretación de esa jugada. “El tiempo de la negociación se ha acabado: es hora de llegar a un acuerdo”, dijo.
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“El riesgo de insolvencia crece a diario”
El presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, explicó este jueves que Europa “sigue con la intención de ayudar a Grecia”, pero añadió que el riesgo de insolvencia “crece cada día”. Poco amigo de hacer concesiones, Weidmann reiteró que solo habrá solidaridad si Atenas acepta la condicionalidad que imponen los acreedores. Grecia se mostró dispuesta a intensificar los esfuerzos “para alcanzar un acuerdo en cuestión de horas”, según un portavoz. Más lacónico, el primer ministro, Alexis Tsipras, dijo que persigue un acuerdo “que asegure que Grecia se recupera con cohesión social y una deuda pública viable”.
Los acreedores entregaron a Grecia su última oferta el miércoles por la noche, de la mano del presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker. El primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha hecho en los dos últimos días el enésimo esfuerzo diplomático con un maratón de reuniones al más alto nivel, con los citados Juncker y Tusk, y también con el presidente francés, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel. Las diferencias entre ambas partes persisten. Pero tanto Europa como el Fondo se plantan aquí: el veredicto de los acreedores es que Grecia conoce ya los objetivos fiscales de los tres próximos años (superávits fiscales del 1% en 2015, 2% en 2016 y 3% en 2017) y está en su mano decidir cómo alcanzarlos con una propuesta fiable que debe formarse, sí o sí, en el próximo Eurogrupo, el 18 de junio.
Hay razones tanto objetivas como subjetivas que explican esa fecha límite. Varios parlamentos nacionales tendrían que votar ese pacto para que se amplíe el actual programa, probablemente hasta marzo del año próximo. Grecia se ha ido quedando paulatinamente sin dinero y a final de mes tiene que hacer frente a un vencimiento de 1.600 millones con el Fondo, a los que hay que sumar 6.700 millones con el BCE durante julio y agosto. La economía griega se ha parado, los ingresos públicos han caído, la huida de depósitos va gangrenando la banca griega y, en fin, no va más. Junto con todo eso, razones más pasionales: los acreedores están hastiados de ofertas y contraofertas, los europeos y los funcionarios del Fondo buscan como locos poner punto final a unas conversaciones que se han prolongado durante meses sin gran éxito.
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