Este domingo 25 de octubre, treinta y dos millones de argentinos y argentinas están habilitados para elegir presidente, vicepresidente, la mitad de los diputados y un tercio de los senadores del Congreso Nacional; además de intendentes y gobernadores en todo el país. Es la “mega elección” de cada cuatro años en el país del sur del sur. Pero es mucho más: es el final de un ciclo que le cambió la cara al país. Las opciones son la continuidad con dudas y matices, o un giro a la derecha que impactaría duro en toda América Latina.
Los primeros resultados de las elecciones en Argentina se conocerán a eso de las 11 de la noche, a las 9.30 pm del domingo en Venezuela. Todas las encuestas previas coinciden en que el ganador será Daniel Scioli, actual gobernador de la enorme, vital y estratégica provincia de Buenos Aires. El candidato oficialista.
En lo que las encuestas no se ponen de acuerdo es si logrará el pasaje a la Casa Rosada, la sede del gobierno argentino, en la primera vuelta o si necesitará ballotage. Aquí hay que anotar un dato central: la Constitución de 1994 determina que para que un candidato sea consagrado Presidente en primera vuelta debe obtener el 45% de los votos válidos positivos o debe alcanzar entre el 40% y el 45% y aventajar por más de diez puntos porcentuales a quien obtenga la segunda votación.
Este segundo escenario es que el que está en discusión, y no solo en las encuestas. El 9 de agosto pasado se realizaron las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), que además de definir los candidatos de cada agrupación funcionaron como gran termómetro electoral para octubre. Ese día el Frente para la Victoria (con Daniel Scioli como único candidato) obtuvo casi el 39% y la suma de los precandidatos del frente “Cambiemos” llegó al 30%, lo que definió a Mauricio Macri como el candidato.
Las encuestas para el domingo se reparten entre las que pronostican que Scioli superará el 40% y los diez puntos de distancia sobre Macri y las que dicen que no. En suma, la carrera del domingo tiene ganador claro, pero tal vez no tenga campeón.
El favorito
Daniel Scioli tiene 58 años. Fue vicepresidente durante el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) y está finalizando su segundo período como gobernador de la provincia de Buenos Aires. Este único dato lo pone en el pedestal de la política argentina. La provincia de Buenos Aires es la más grande del país y el distrito electoral definitorio. Allí viven más de 15 millones de personas y 11 millones están convocados a votar: casi el 40 por ciento del total nacional.
Si revisamos la historia, la gestión pública de la provincia de Buenos Aires se revela como una picadora de políticos: ningún gobernador de la provincia de Buenos Aires llegó nunca a la presidencia de la Argentina por el voto directo de los ciudadanos.
En el cierre de campaña, en el mítico estadio “Luna Park”, en el centro de la ciudad de Buenos Aires, Scioli dedicó los primeros minutos de su discurso a la presidenta Cristina Fernández. “El 10 de diciembre asumiremos en un país ordenado, desendeudado y con paz social y también con más soberanía. Hoy la independencia económica es el desendeudamiento; la soberanía política es el autoabastecimiento energético y la justicia social es la Asignación Universal por Hijo”. Resaltó así algunos hitos de los tres mandatos de los Kirchner, Néstor uno y Cristina dos, entre 2003 y estos días.
Nombró varias veces a Juan Domingo Perón, el líder del movimiento que desde hace 70 años es la marca registrada de la política argentina, y a Néstor Kirchner, y a la presidenta Cristina, quien no estuvo presente en el Luna Park y ya viajó a la Patagonia donde votará y esperará los resultados.
Antes del discurso de Scioli, su amigo personal Ricardo Montaner, nacionalizado venezolano y nacido en Valentín Alsina, provincia de Buenos Aires, atronó el Luna Park con su voz de tenorillo. Entonó las dos canciones de la campaña de Scioli, melódicamente similares a la que produjo para la campaña de Henrique Capriles en Venezuela, en 2013.
La aparición de Montaner fue reseñada por el establishment mediático en Argentina y motivó caras de vergüenza y miradas al piso y a los lados de buena parte de los asistentes al acto final del candidato favorito. Varios medios cercanos al kirchnerismo criticaron la presentación de Montaner, oficialista en Argentina y opositor en Venezuela.
¿Hay que ubicar en Montaner una contradicción determinante en el candidato oficialista? Tal vez ni tanto, ni tan poco. En principio, el lugar cuasi estelar para el acérrimo antichavista es una señal de independencia de Scioli. (Cristina siempre apoyó al presidente Nicolás Maduro y hasta le otorgó la máxima distinción del Estado argentino, la orden Libertador General San Martín, cuando todavía arreciaba la diatriba internacional contra los resultados de la elección de 2013).
Lo cierto es que hay otras señales de independencia de Scioli. En el mismo discurso de cierre de campaña remarcó: “toda mi vida, tengan la seguridad y la confianza, me preparé para asumir esta responsabilidad de ser su próximo presidente. Recorrí Argentina de punta a punta. Escuché a cada sector productivo, a cada gobernador e intendente, trabajamos con cada una de las universidades”.
Daniel Scioli fue empresario, codirector de una empresa familiar de ventas de electrodomésticos a gran escala y lideró el Superboat, una categoría de competición de lanchas de alta velocidad, a la que debe su aparición -treinta años después aún fulgurante- en la vida pública argentina. La motonáutica le debe también una tragedia personal: en 1989 sufrió un grave accidente en el río Paraná, en Argentina, que le valió la pérdida total de su brazo derecho. Por aquellos días, el mentor de Scioli en su ingreso en la política fue Carlos Menem, presidente de la devastadora década neoliberal.
“Vamos a votar a Scioli desgarrados y con cara larga”, dijo Horacio González, reputado escritor, director de la Biblioteca Nacional de Argentina y referente de Carta Abierta, una agrupación de intelectuales que libró a bayoneta calada varias batallas a favor del kirchnerismo.
Por fuera de cavilaciones de aquí y de allá, Scioli basó su campaña a la presidencia en la referencia a la continuidad del kirchnerismo tanto como en la afirmación de su iniciativa propia. Por lo pronto, ya le puso nombre y apellido a varios de sus eventuales ministros y todos son de su confianza y vienen de acompañarlo en la gestión de la provincia de Buenos Aires.
Mientras tanto, el gobierno argentino denunció una “operación político-mediática contra el proceso electoral”. El canciller Héctor Timerman en un comunicado aseguró que «hay medios que buscan alterar la democracia argentina”. Lo denunció cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) realizó justo este viernes una audiencia pública de carácter general sobre la “situación de la independencia judicial en la Argentina”.
Para el gobierno argentino la audiencia fue “una burda operación político-mediática para interferir en el proceso electoral argentino”, y asignó la autoría a la oposición y al Grupo Clarín, entente mediática enemiga declarada de la presidenta Cristina.
Y Scioli, mientras tanto, analiza estas y otras luces que titilan en el tablero político de la Argentina. Piensa en lo que pasó. Piensa en lo que tiene y en lo que le falta. Piensa en los votos que necesita de aquellos y aquellas que lo votarán con cara larga (arrechos y arrechas), pero convencidos y convencidas de que lo que hay enfrente es peor: Mauricio Macri y Sergio Massa.
Sobre Macri y Massa, sobre la marcha atrás, cavilaremos si es necesario, después de los resultados del domingo.
DesdeLaPlaza.com/Marcos Salgado