La región llanera, toda esa tierra de horizontes que se pierde de vista al sur del país y que bordea, con planicies en aparente calma, a los abismales Andes venezolanos, es la zona que alberga a Guasdualito, ciudad ubicada al suroeste, en el Alto Apure, a merced de la economía fronteriza y de las inundaciones cuando llega la temporada de lluvias en la cabecera de los ríos Apure y Sarare, que lo delimitan por el norte y que desembocan en el río Arauca, al norte de Colombia.
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Entre abril y octubre, con una saturación máxima de los suelos en el mes de julio, estos ríos se saltan todos los tratados fronterizos y amnistías políticas para multiplicar la vida en la sabana, arrastrando consigo toda voluntad de urbanidad impuesta por el ser humano.
Lo que el río se llevó: historia de las inundaciones
En ciudades llaneras como Guasdualito, lo que hoy son calles, plazas y cuadras urbanizadas, antes fueron esteros, lagunas, riachuelos que si bien duermen durante los meses de sequía, de mayo a octubre cobran vida los cauces originales de sus aguas por la lluvia sin tregua.
En este sentido, el cambio climático podría jugar a favor, ya que al alargarse la sequía, las lluvias llegan con suficiente anticipación como para elaborar un plan de contingencia anual que evite oportunamente que algo tan natural como el ciclo de las estaciones, se convierta en una tragedia para los pueblos llaneros.
Ubicado a 125 metros sobre el nivel del mar, Guasdualito fue fundado en el siglo XVIII sobre la gran cuenca sedimentaria de Barinas-Apure, que conforma una depresión estructural extendida hasta el norte de los llanos colombianos.
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Se tienen reporte de inundaciones en Apure desde finales del siglo XIX; sin embargo, la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas (FUNVISIS), posee un registro de más de 200 amenazas y desastres hidrometereológicos donde encontramos que la entidad ha sufrido graves inundaciones entre 1943 y 2015, la mayoría ocurridas durante el mes de julio y descritas con las palabras “ruinas”, “desolación”, “resultaron muertas” y “damnificados”.
Fue en 1956, en pleno auge de construcción de nuevas vías comunicación, durante el gobierno de Marcos Pérez Jiménez, que literalmente Apure pudo respirar con la carretera-dique Camaguán-San Fernando de 40 kilómetros de extensión, el Puente General Páez (1963), el muro de defensa de San Fernando, el paseo Río Apure (1980) y la carretera Dique Marginal del Río Apure con más de 110 Km de longitud desde La Guanota hasta Apurito.
Entre los desastres metereológicos de Apure, están registrados en las hemerotecas nacionales el de 1976, cuando la región amaneció con 38 mil damnificados, 200 mil reses muertas y la destrucción de la carretera San Fernando-Arichuna de más de 50 Km de longitud; otro evento parecido, ocurrió en 1981 cuando las ciudades quedaron incomunicadas por el desbordamiento de los ríos que sobrepasaron la carretera dique de Camaguán.
Pero 40 años después, en 1996, las lluvias desafiaron la resistencia de estas obras de ingeniería civil y, salvo la ciudad de San Fernando, los siete municipios apureños quedaron bajo las aguas.
DesdeLaPlaza.com/Kaybeliz López