Una serigrafía de Marilyn Monroe hecha el famoso artista y exponenete del Pop Art, Andy Warhol, fue hallada a mediados de agosto en un allanamiento hecho a la residencia de Luisa Ortega Díaz, ex fiscal general de la República, quien huyó del país luego de ser destituida y admitida una solicitud de antejuicio de mérito por cometer faltas graves en su gestión al frente del Ministerio Público.
El 16 de agosto, fueron consignadas pruebas ante el MP sobre la existencia de una red de extorsión que operaba en esta institución, la cual involucra al diputado a la Asamblea Nacional, Germán Ferrer, esposo de Ortega Díaz, su ex directora del Despacho, Gioconda González, y los fiscales José Rafael Parra, Pedro Lutera y Luis Sánchez, quienes están comprometidos por hacer depósitos en varias cuentas bancarias en el extranjero por más de seis millones de dólares.
¿Qué podría vincular a una rubia sexy del star system con una red de extorsión? Buena pregunta que se haría cualquier personaje detectivesco interpretado por Humphrey Bogart ―otra de las estrellas cinematográficas que al igual que Marilyn tuvo más fama tras su fallecimiento― quien como buen sabueso comenzaría a estudiar el comportamiento del mercado del arte y los motivos que algunos pudieran tener para hacerse “coleccionistas”.
Entre los manejos para blanquear dinero “el comercio de los objetos de arte es uno de los menos controlables, pues la identificación de los objetos puede ser particularmente difícil”, explica el periodista español recientemente fallecido, Josep Manuel Novoa, autor del libro El botín de Botín (2003), en el que detalla cómo opera el blanqueo de dinero, que comienza con la apertura de cuentas en divisas, su posterior colocación en inversiones, como subastas de arte, y el lavado definitivo en paraísos fiscales o bienes inmobiliarios, de modo que pierde las trazas de su procedencia dudosa y se hace más transparente a efectos fiscales “convirtiéndose en un dinero legal, plenamente autorizado”.
En el mercado del arte, las pinturas son las que mayormente expresan rentabilidad y revalorización junto a la numismática (monedas), los mobiliarios antiguos, los vinos y antigüedades arqueológicas, haciendo del coleccionismo un negocio importante más por la inversión que representa que por el valor de distinción que pueda otorgarle a su poseedor como consumidor de “alta cultura”, quien en su rol de vendedor tendría el monopolio del bien cultural y el precio de la pieza se impondría en la competencia entre compradores, explica Nacho Ruiz en su libro La obra de arte como objeto de intercambio (2013).
De esta forma se acuerdan las subastas, cuya tendencia siempre será al alza del precio, lo que convierte a la pieza de arte en un “valor refugio”, es decir un bien en el que se puede invertir con seguridad porque siempre generará ganancias mediante varios métodos de subasta: en sala con clientes presenciales y resultado público del precio final; en plica (pujas no públicas, en sobre cerrado); y por internet.
Otros autores, María Pilar Laguna Sánchez, Jesús Palomo y Ana Vico en La rentabilidad de las obras de arte (2016) precisan que hay tres tipos de compradores en el mercado del arte, el coleccionista tradicional, cuya satisfacción es el consumo y posesión de la obra; el coleccionista por prestigio, quien se satisface por la distinción de poseer piezas de categoría; y el coleccionista inversor, quien “intercepta obras en función del cálculo o la apuesta que hace por ellas o por su autor” y puede abarcar varios sectores del mercado.
El arte contemporáneo se ha impuesto desde la segunda mitad del siglo XX como objeto del coleccionismo con el propósito de obtener mayor plusvalía, el interés genuino por las creaciones de artistas plásticos o la colocación de capitales que sean favorecidos por la especulación.
Desde el siglo XVIII existen casas de subastas como Sotheby ‘s y Christie’s que en su comienzos fueron de carácter bibliófilo y actualmente figuran como las más importantes del mercado del arte, asimismo, desde finales de la década pasada las obras del Pop Art de Andy Warhol se posicionaron como las más preferidas en las subastas de Nueva York, algunas valoradas por más de un millón de dólares, como en abril pasado cuando Sotheby ‘s hizo su primera subasta en China de un retrato en serigrafía de Mao Zedong hecho por Warhol en 1973 con un precio entre los 12 y 15 millones de dólares, según informó la agencia EFE.
En septiembre de 2015 esta misma casa de subastas remató una de las piezas de la serie Marilyn con un precio de martillo en 234 mil dólares, basada en la fotografía de la actriz hecha por Gene Korman para el filme Niágara (1953) y es la que aparece en la serie original de 10 serígrafías reproducidas en 250 ejemplares y 26 portafolios de pruebas del artista; un año antes, en 2014, Christie’s había subastado un Elvis triple en 81 millones de dólares.
Andy Warhol hizo la serie Marilyn luego de la muerte de la actriz, sobre quien se tejieron diversas tesis conspirativas, desde su vínculo con los hermanos John y Bobby Kennedy hasta el supuesto colaboracionismo con movimientos progresistas en el seno de Hollywood, de modo que el artista la sumó a otras leyendas como Elvis Presley, Liz Taylor y Marlon Brando para perpetuarlos como estrellas del consumo industrial y realzar su valor simbólico en el colectivo de la sociedad estadounidense como si se tratase de una marca registrada, mediante una prolífica producción que desde agosto de 1962 produjo unos 2.000 cuadros.
Queda claro que para adquirir una pieza de colección del artista estadounidense fallecido en 1987 hay que contar con una cantidad importante de divisas y la posibilidad de realizar operaciones a través de la banca para “competir” en la obtención de un patrimonio altamente valorable sea mediante subastas o por compra directa a su poseedor.
La serigrafía que halló el Servicio Bolivariano de Inteligencia en la vivienda de la ex fiscal no está lejos del rango de valor atribuido a otras obras de su creador, sin incluir la colección de vinos y otras piezas artísticas y escultóricas encontradas que demuestran el carácter coleccionista de sus propietarios, hoy prófugos de la justicia venezolana por sus vínculos a una red de corrupción y extorsión cuyos fondos se destinaron a una millonaria cuenta bancaria en Las Bahamas.
DesdeLaPlaza.com/Pedro Ibáñez