Cuando niño, Hugo Chávez imaginó con ser un pelotero, pero terminó siendo militar, líder político y no cualquier Presidente Latinoamericano. En sus sueños más remotos en el patio de la rural Sabaneta nunca hubiese sospechado con ser un personaje de series de televisión, pero de esto último se encargó Telemundo.
La cadena internacional radicada en los Estados Unidos fue uno de los tantos medios internacionales que acribillaron a Chávez con la oratorio global de ser un “déspota” peligroso, al que ni en su muerte le concedieron la tregua de un descanso en paz, reseñando su deceso con el alivio de una inapelable justicia divina, y que ahora reencarnan como a un lascivo Idi Amin caribeño en un seriado de 60 capítulos.
Chávez, ya fuera del plano terrenal, consiguió la trascendencia de permanecer en el imaginario como un líder popular a pesar del más potente cartel mundial de medios que ahora le vuelve a materializar en una ficción sesgada, sin propósito histórico y sí de desfiguración moral, con la parafernalia pretenciosa de contar “la vida oculta” del Comandante.
La serie se parece a una iniciativa sospechosa empezando por el actor que interpreta a Hugo Chávez. Se trata del colombiano Andrés Parra, a quien no se le debe mezquinar ninguna virtud de actor. Pero Parra es el mismo que encarnó al narcotraficante Pablo Escobar, teniendo que pagar el precio de sobrellevar el lastre de un personaje que le ha mordido la identidad entre la gente.
La escogencia de Parra al menos se parece a una forma de igualar al “arañero de Barinas” con el jefe del Cartel de Medellín, desdibujando y haciendo forzadamente más detestable al primero a causa del segundo, y no parece descabellado pensarlo así, luego que en un listín de comentarios en internet alguien alabó la pertinencia de Parra por ser un experto a la hora de interpretar villanos.
Después de consumir íntegramente la serie del Patrón del Mal y ahora a la expectativa con el adelanto fugaz de El Comandante, podría pasar una situación tan “desorientadora” como ver seguida una de otra las películas “La Mala Educación” de Almodóvar y “Diarios de Motocicleta”, donde el mexicano Gael García hace de trasvesti y luego de un varonil Che Guevara en plena iniciación revolucionaria.
Otros rasgos que pone en relieve la serie es la exacerbación de la violencia como carácter relevante de Chávez, el discurso mesiánico y el emparejamiento de la oratoria de reivindicación social como el recurso de bribones inseguros, dibujando la caricatura y no el retrato de un personaje acomplejado con arranques de ira, sexo en el despacho y mansamente inclinado ante Cristo pidiendo más vida en el tramo final de su existencia.
La serie “El Comandante” se perfila, de acuerdo a lo que han dejado publicar sus creadores, como una producción audiovisual menos brillante que sus similares, tan francamente detractora del protagonista, que al menos ruborizaría a un sensato adversario de Chávez, que pudiendo hacer un ejercicio desprejuiciado sobre el expresidente, le adjudicaría más virtudes y talentos que la ficción violenta, sexual y paranoica de Telemundo.
DesdeLaPlaza.com/Carlos Arellán