En política todas las acciones tienen un costo. Parece mentira que después de tantas metidas de pata la dirigencia opositora no haya aprendido bien una lección, que por elemental -y por haberle causado tantos sinsabores- ya deberían habérsela aprendido hasta de memoria.
Sin ánimos de hacer un recuento exhaustivo, saltan a la vista coyunturas de la historia muy reciente dónde se puede apreciar claramente lo que queremos decir. La primera y más sonora derrota fue el golpe de Estado de abril de 2002, cuentan que el champaña de las celebraciones del jet set caraqueño, incluida cierta nómina ejecutiva de varias instituciones públicas, se quedó frío, porque nunca esperaron una reacción tan relampagueante.
El jaque mate del pueblo movilizado, les hizo huir como ratas del Palacio de Miraflores. Aterrados no podían creer lo que ocurría. Sin embargo, y pese a que el Comandante Chávez regresó con un crucifijo, haciendo llamados al diálogo, unos meses más tarde asestarían la puñalada trapera del paro-sabotaje petrolero con la cúpula meritocrática de la vieja PDVSA, la impresentable CTV y la mafiosa Fedecámaras.
La resistencia fue heroica. Nos sometieron a penurias inenarrables, pero el pueblo se mantuvo incólume. La aventura golpista (Golpe y Paro) representó una tremenda derrota política y abrió la brecha para que la revolución pudiera penetrar en la industria petrolera, otrora celosamente resguardada por una clase gerencial completamente apátrida.
El mayor control sobre PDVSA, permitió a su vez incrementar la participación del Estado en el manejo de la renta petrolera y crear las bases para el sistema de Misiones y grandes Misiones sociales, el cual ha permitido atender la enorme deuda social de pobreza, miseria, hambre y exclusión legada por la IV.
Después vendría el retiro de las elecciones parlamentarias de 2005. Siguiendo la línea dictada por los dueños de medios privados, la oposición no se postuló y el chavismo metió todos los candidatos. Varios años más tarde algunos de los líderes opositores admitirían el tremendo error que habían cometido y el enorme costo político que representó semejante acción.
Pero no asimilaron bien la amarga enseñanza. Algunos años más tarde entraría en escena la primera oleada de un movimiento estudiantil opositor que rehusó el debate con sus pares bolivarianos, para lanzarse a las calles a poner en práctica la terrorista fórmula de la Guarimba. Entre los pioneros de este peculiar método de la antipolítica, calcado de los manuales de Golpe Suave del señor Gene Sharp, figuró el señorito Yon Goicoechea, famoso por quemar Chaguaramos y recibir jugosas sumas en dólares de fundaciones apologéticas del neoliberalismo más salvaje.
Mientras tuvo dólares Yon se mantuvo fuera del país, dejando en stand by la “lucha democrática”, cuando se acabó el botín regresó más gordo, con más ambiciones e igual de violento, pero sin ningún brillo político. La misma suerte corrieron la mayoría de esas futuras promesas de la política antichavista, porque la vieja dirigencia adeca y copeyana las usó a placer para fomentar la violencia y luego las desecharon.
Actualmente, Yon está preso por sociópata, así como otros pseudo líderes de la “Unidad Democrática”, entre los que destacan Antonio Ledezma y Leopoldo López. Lo que demuestra que cada vez que se han embarcado en aventuras golpistas, como el llamado a “descargarse” que hizo Capriles Radonsky tras ser derrotado en las presidenciales de 2013, han terminado desprestigiados, mermados políticamente o tras las rejas.
Fracaso político
En la primera edición de las guarimbas “recargadas” (2013), el resultado fue políticamente muy malo, porque el Estado logró extinguir la violencia y se preservó la institucionalidad democrática. Es decir, Nicolás Maduro, continuó al frente de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela.
Luego Leopoldo López, antiguo compinche de Capriles, reeditaría la barbarie con un plan denominado “La Salida” (2014), iniciativa orquestada por el ala más radical de la extrema derecha venezolana, la cual destaca por su racismo, clasismo y delirios de supremacismo blanco. El resultado fue políticamente igual al de la primera Guarimba “recargada”: las fuerzas revolucionarias lograron sofocar los actos violentos, Maduro siguió en Miraflores y Leopoldo López fue a dar a la cárcel, donde purga una condena justa, pero bastante baja para sus atroces crímenes.
Ahora en 2017 se desata una nueva oleada de terrorismo, luego de un año 2016 de asedio desde la Asamblea Nacional, gracias a la mayoría circunstancial alcanzada por la oposición. A más de dos meses de esta locura lo único que han conseguido son más muertes y más destrucción. Y es que gracias a la acción profesional de los cuerpos de seguridad (Guardia Nacional Bolivariana y Policía Nacional Bolivariana) los actos terroristas van languideciendo, mientras crece el repudio a esta irracional forma de hacer política (más de 80% de los venezolanos rechaza la guarimba, según encuestadora Hinterlaces)
Aunque nadie asume las responsabilidades de este nuevo intento de golpe de Estado, el llamado a Constituyente continúa su curso legal. Embarcados en la violencia ciega los opositores han desoído el llamado a participar. Esa es la bajadita política que estamos esperando los chavistas para conjurar el terrorismo y radicalizar la revolución. Después no valen las lamentaciones, tendrán que asumir el barranco de su macabra irresponsabilidad.
DesdeLaPlaza.com/Daniel Córdova Zerpa