El célebre escritor norteamericano Mark Twain, dijo una vez algo así como: «La historia no siempre se repite, pero a veces pareciera rimar». A primera vista, sin duda, sería difícil argumentar que actualmente estamos en medio de otro panorama económico a punto de colapsar, tal como sucedió en 1929. No es una tarea fácil, sin embargo, la respuesta debe estar condicionada por algo más que un simple interés pasajero de la mayoría en saber lo que puede suceder. Antes de emprender el peligroso trabajo de predecir el futuro, debemos primero comenzar con una suerte de análisis forense del pasado, específicamente sobre qué es exactamente lo que ocurrió entre 1929-1930 y cómo se relaciona esto con la burbuja que estalló en 2008, para intentar comprender la situación actual que vivimos.
Lo sucedido en 2008, 1929, 1907, 1873, 1869 y 1837 contiene aspectos inquietantemente similares. Algo común a todos estos incidentes es un primer paso de crédito fácil y disponible, que a su vez permite la asignación de recursos sub-utilizados, que a su vez fomenta las burbujas de activos que finalmente van a hacer una gran explosión con una rapidez alarmante. A medida que se extiende el pánico, los mercados de crédito, inevitablemente, se congelan, el crédito de cualquier tipo desaparece, comienza la masacre de las instituciones más fuertes a las más débiles y, con la quiebra resultante, las grandes pérdidas se extienden como olas sobre el mar que lentamente van inundando todo el resto del sistema.
El mismo germen en dos enfermedades diferentes
Simplificando mucho, dado el interés de mantener esta investigación dentro de los límites de un trabajo periodístico y no en un libro de texto, resumimos la historia de crédito fácil y disponible de la década de 1920 como el paso fundamental para la crisis de 1929. La economía de Estados Unidos en la década de 1920 era próspera. El presidente de aquel entonces, el republicano Herbert Hoover, predijo que «la paz gobernaría el mundo por muchos años» y que «el mundo estaba al borde de un gran crecimiento comercial”. Por supuesto, tenía razones para ser optimista. La producción industrial, en particular hacia el sector automovilístico.
Sin embargo, Oliver Márquez, profesor y economista de la Universidad Central de Venezuela señala que “la economía de Estados Unidos (y, por tanto, la economía mundial) había empezado a reducirse en la mitad de la década de 1920, incluso antes del choque del mercado de valores”. En esta década de 1920, existía un escenario donde era más fácil contraer un préstamo bancario. La especulación financiera en el mercado bursátil atrajo a muchos aspirantes a los comerciantes. Según comenta Márquez “en ese momento, era posible pagar sólo el 10% del valor de una opción sobre acciones para adquirirla, y pedir prestado el 90% restante. Ese 90% era el blanco de la mayoría de las especulaciones”. Cuando el reloj se detuvo en 1929, los banqueros volvieron a llamar los pequeños accionistas pidiéndoles pagar el préstamo del 90%, llevando a muchos a la quiebra.
Por extraño que parezca, podemos encontrar el mismo el mismo tipo de situación en la crisis de 2008, excepto que los créditos de alto riesgo eran concedidos al área de bienes raíces en lugar de las opciones sobre acciones. Millones de familias, en particular las de bajos ingresos, contrajeron hipotecas cuyas tasas no se habían fijado y resultaban variables. En ambos casos, el epicentro de la crisis fue la Bolsa de Nueva York (en comparación, por ejemplo, a la crisis de 1997, que se inició en los países en vías de desarrollo y América del Sur.)
Los mercados financieros luego especularon sobre estas hipotecas y vino el desastre. «El mecanismo es el mismo» tal como señaló el economista francés Jacques Attali en el sitio web del diario francés Le Monde: «Dejamos que la gente se endeudara mediante la compra de activos cuyo valor era artificial. En 1929 fue el mercado de valores, en 2008 fue el de bienes raíces «.
Lo engañoso que resulta el oropel…
No obstante, sería de poco criterio argumentar que los casos de 1929 y 2008 son una copia al carboncillo. La primera gran diferencia entre ambos casos es el nivel y la naturaleza de la respuesta reguladora y gubernamental. En 1929, los reguladores no tenían el beneficio de toda la literatura académica y retrospectiva que versa sobre análisis de lo que salió mal en ese momento. Cuando se desató la crisis en 1929, la administración Hoover fue capturado “like deer in the headligths”; es decir, como quien no esperaba que aquello iba a suceder.
Después de algunos intentos débiles para exhortar verbalmente al sector privado a aumentar la inversión para generar «confianza» en el futuro, los reguladores (lo que significa que la Reserva Federal, el secretario del Tesoro, y el propio Hoover) se abstuvieron de la participación pro-activa en los problemas del sector privado, y se escondieron detrás del dogma smithiano de la “mano invisible del libre mercado» y la falta de intervención directa del gobierno.
La segunda diferencia importante es que entre 1929 y 2008, cambiaron las condiciones de salud general de los sistemas financieros. En 1930, la administración de la época corrió un presupuesto equilibrado, los Estados Unidos eran el líder mundial de los negocios; negocios que en sí mismos fueron financiados de forma conservadora y sin capacidad de ampliación, al igual que el mercado de valores. El dólar era fuerte y la oferta de oro de las naciones era grande.
En 2008, en cambio, nos enfrentamos a una verdadera montaña de deuda en todos los sectores de la economía, desde el gobierno a la empresa, y de ésta al consumidor. La única salida visible entonces, sería reactivar la economía mediante la impresión de dinero, y comenzar el pago de esta deuda con dólares devaluados, algo que, resultaría en una disminución general y generalizada en el nivel de vida del ciudadano promedio, y por añadidura, al resto del mundo.
La tercera (pero no menos importante) diferencia, radica en un elemento esencial para comprender la dinámica de la globalización actual: la economía global es mucho más abierta que en la década de 1930. En ese momento, los gobiernos favorecían políticas proteccionistas, creyendo que podrían impulsar la economía desde el interior. El comercio mundial había disminuido. Hoy en día, parece que hemos evitado ese tipo de escenario, sobre todo gracias al auge industrial y de consumo en los países emergentes como China, India y Brasil.
No obstante, las similitudes entre los finales de 1929 y 2008 son las que nos llevan a reflexionar ante la situación actual del panorama económico internacional. La recesión estadounidense comenzó realmente a doler entre 1930 y 1935, con un desempleo masivo que vino en detrimento de la calidad de vida del ciudadano promedio. Por lo tanto, pese a la dilatación de los efectos de la crisis de 2008, es demasiado pronto para determinar si los países industriales escaparán a otra Gran Depresión. Más pernicioso resulta recordar que, sólo la fabricación de materiales de guerra y el estallido de la Segunda Guerra Mundial fue lo que realmente sacó a los EE.UU. de aquel shock económico. Ahora nos preguntamos: ¿Qué está pasando en el Medio Oriente? ¿Una nueva forma de encubrir la Tercera Guerra Mundial? ¿Los intereses de los hegemones económicos podrán abatir la estabilidad del mundo?
DesdeLaPlaza.com/Emanuel Mosquera