Aunque pudo haber existido, esta vez la convocatoria no fue la de un partido, no fue la de un dirigente, ni siquiera fue la convocatoria de un movimiento político. La alegría y la esperanza pura fueron las motivaciones de quienes decidieron acompañar a 545 diputados a instalarse en Asamblea Nacional Constituyente (ANC) para darle forma y vida nuevamente al poder originario. Desde temprano las sonrisas, el baile, la alegría y la emoción de vencer al terror se apoderaron de las calles del centro de Caracas, donde se agolpó al unísono el mismo espíritu de la movilización electoral del 30 de julio y el anhelo de quien espera la llegada de lo que es justo.
El Palacio Federal Legislatvo desde el 2015 había tendido a un desteñido gris. Y aunque tal vez desde otro lente se veía como una conquista de la “libertad” y la “democracia”, en el transcurso de 24 meses aniquiló las esperanzas de quienes depositaron su confianza en quienes prometieron “un cambio”. El país cambió en 1999, eso sí es real. Y quienes trajeron sus pinceladas multicromáticas nuevamente a los alrededores del Palacio son quienes se decidieron a alzar su voz y más nunca callar, aunque 115 días de violencia fascista pretendieron silenciarlas a sangre y fuego. A la vanguardia iban los retratos de Simón Bolívar y Hugo Chávez que fueron removidos del mítico Palacio por la reacción, creyendo que así borraban su presencia del espíritu del pueblo. Ahí volvieron, escoltando a 545 venezolanos que escogió el pueblo para debatir, pensar y construir un rumbo repotenciado para la Patria, lejos de la desolación de quienes montan barricadas al horizonte, como si eso lo borrara del paisaje.
La emoción de los diputados era evidente. Una mezcla visible entre amor desbordado y alivio exultante, ante días aciagos de asedio y presión constante. Pero la Revolución aguantó, Venezuela resistió y el pueblo tuvo paciencia para saber responder. Y su día llegó. El 4 de agosto de 2017, 18 años después, volvió a proclamar al mundo su resolución de mantenerse soberano y no ceder a la vorágine que plantea siempre la derecha. La noble –aunque oportuna- confusión de Soto Rojas al mencionar a Fabricio Ojeda, la sonrisa ineludible de Delcy Rodríguez, los ojos aguados y la mano temblorosa de Isaías Rodríguez al juramentarse, y la emoción palpitante de un pueblo en las afueras del Palacio. Todos latían al mismo ritmo de rosas rojas, tricolores sin voltear y camaradería propia de nuestro gentilicio.
Un ferviente discurso de la flamante Presidenta de la ANC, Delcy Rodríguez, marcó el inicio de una nueva y a la vez misma etapa: la del pueblo soberano. “A la comunidad internacional, no se equivoquen con Venezuela (…) Los venezolanos resolveremos nuestra crisis entre venezolanos”, sentenció Rodríguez con firmeza. Y ante los miles de mensajes que enviaron 8.089.320 venezolanos el 30 de julio, hay uno que se repite sin necesidad de decirlo: ha llegado el momento de la acción. De la respuesta firme. De la solución verdadera ante el camino sin retorno al que quieren llevarnos aquellos que solo tienen interés en mandar, pero jamás de servir.
Es ahora o nunca.
Fotos: José Figueras/Ender Anaya/Mippci
DesdeLaPlaza.com/Simón Herrera Venegas