Detrás de cada nuevo móvil o tableta puede haber mucha sangre. Fabricados en su mayoría en China y vendidos en todo el mundo, muchos dispositivos electrónicos, pero también carros o joyas, se hacen hecho con minerales procedentes de países africanos donde el dinero obtenido por su venta alimenta la guerra.
Recientemente, se publicó la vinculación de los islamistas de Boko Haram, raptores de 200 niñas en Nigeria, con el tráfico del marfil arrancado a miles de elefantes.
Pero es el sector tecnológico el que por su pujanza y necesidad de materiales muy específicos el que ha hecho sangrar más a África. Hartos de su drama y coincidiendo con el estreno de “Diamantes de Sangre”, emergió la iniciativa “Enough Project”, algo así como Proyecto Basta Ya. Basada en Washington, esta organización busca combatir el genocidio u otros crímenes contra la humanidad allí donde se produzcan.
Con una de sus campañas consiguieron hace cuatro años que las autoridades de Estados Unidos aprobaran la ley Dodd-Frank por la que las empresas estadounidenses debían investigar en su cadena de suministros e informar si usaban minerales procedentes de la República Democrática del Congo (RDC) o países vecinos. Desde hace más de una década este país vive una guerra civil y en conflicto con sus vecinos como Ruanda. Para muchos, son la tecnología y las joyas que se venden en los países ricos lo que está detrás de tanta guerra, violación de mujeres y explotación de niños en las minas.
RDC es el principal productor mundial de tantalio, un metal raro que se obtiene de la columbita-tantalita, el famoso coltán. Su concurso es fundamental en los modernos condensadores eléctricos que llevan los celulares, y los video juegos, MP3 y hasta las armas teledirigidas. Pero este país centroafricano también es un gran productor de otros metales básicos para la industria electrónica como el estaño, que se usa como soldador en los circuitos integrados, el tungsteno, que permite que los móviles vibren, y el oro, que se utiliza en interruptores, relés y conexiones de cualquier circuito.
El 31 de mayo, las grandes empresas tecnológicas y de otros sectores estadounidenses tenían que presentar sus primeros informes ante la SEC, la agencia federal que supervisa los mercados financieros. Sólo unas pocas, como Apple, HP o Intel lo han hecho. En sus explicaciones, recuerdan la dificultad que tienen para llegar más allá de las compañías que compran el mineral extraído de las minas de zonas en conflicto, lo refinan y lo funden.
Apple la más atractiva
Apple, por ejemplo, empezó a investigar en 2010. De las 205 empresas de fundición o refinado que surten a las compañías chinas que acaban haciendo sus iPhone o iPad, sólo 21 trabajan con minerales conflictivos proceden de RDC o los países vecinos. Según su informe, 17 de ellas cumplen con los criterios de la norma Dood-Frank, es decir que pueden demostrar que su tantalio o su oro no procede de minas controladas por las facciones militares que combaten en el país. Quedan cuatro. Apple asegura que intentarán que cumplan la norma y, en caso contrario, exigirá a sus suministradores que no les compren los metales.
A finales de año, la SEC publicará los resultados de todas las empresas y elaborará un ranking con las que cumplen y las que no.
“Los informes Dodd-Frank suponen algo revolucionario para los consumidores”, dice en un correo electrónico Sasha Lezhnev, experto en minerales conflictivos de Enough Project. “Por primera vez, los activistas y los ciudadanos pueden mirar dentro de sus dispositivos y ver si hay violaciones de los derechos humanos dentro”, añade.
Aunque la gran mayoría de las empresas que usan estos materiales se han subido al carro de la responsabilidad en la que incurren en su cadena de suministros, Lezhnev cree que no todas lo están haciendo igual de bien. “Intel, Apple y los joyeros Signet Sterling tienen informes de transparencia muy profundos, otras como Walmart y Home Depot no cumplen en sus informes”.
El ejemplo de Apple demuestra que la misión no es fácil. En su página dedicada a la responsabilidad de sus suministradores se puede comprobar que la tarea de fiscalizar toda su cadena de suministros es complicada. Repartidos por casi todo el mundo, tiene contratos con 18 plantas de ensamblaje de sus productos finales. Pero, tras ellos, hay otras cerca de 800 de compañías que aportan algo a los dispositivos de la manzana. La mayoría de sus proveedores están en China, Japón o Taiwan, además de los propios Estados Unidos. Pero llama la atención que ninguno sea africano.
Parece que el tantalio o el estaño de ordenadores y móviles surgiera de la nada. Por eso, las empresas tecnológicas acaban enviando expertos propios y de terceros a las regiones mineras de la RDC como Kivu. Intel es una de ellas y, en su informe enviado a la SEC asegura que sus principales productos, fundamentalmente procesadores, están libres de minerales de sangre.
Enough Project publicó el martes un informe sobre la situación de las minas centroafricanas. Varios de sus miembros han estado durante meses recorriendo los principales yacimientos y su conclusiones son esperanzadoras. Los grupos armados responsables de violaciones, explotación de niños y hasta de recuperar la figura del esclavo han perdido el control de al menos el 60% de las minas de estaño, tantalio y tungsteno que controlaban.
“La ley Dodd-Frank ha tenido un gran impacto en el este del Congo haciendo mucho menos rentable a los grupos armados ilegales y al ejército explotar las minas de tres de los cuatro principales minerales conflictivos”, dice en una nota el investigador sobre el terreno de Enough Project, Fidel Bafilemba.
Europa por detrás de Estados Unidos
Mientras Estados Unidos aprobó una norma hace cuatro años y que ahora empieza a aplicarse, en Europa aún estamos decidiendo qué hacer. En marzo, la Comisión Europea planteó una iniciativa para que la industria europea no se surta de minerales cuyo comercio esté alimentando conflictos armados. La iniciativa incluye una especie de distintivo que las compañías podrían usar si demuestran que están libres de estos materiales. El problema es, al menos tal como está redactado hoy, se trataría de un acuerdo voluntario.
“La legislación estadounidense es vinculante y ha provocado un gran cambio en la situación del Congo y entre la industria electrónica”, recuerda Lezhnev. “Mientras, la europea sería voluntaria, por lo que su efecto será muy limitado”, asegura.
Desde la Plaza/ THP/ AMH