Europa siempre ha sabido esconder sus “errores”, lo mismo que en su edad media trajinó los cadáveres de la peste con los mecanismos más atroces, y buscó respuestas y culpas en los judíos que supo escarmentar, hoy sigue fingiendo un nivel de humanismo y civilización que no tiene, mientras pone debajo de la alfombra o en las torres de los castillos, sus nuevas pestes.
La refinada Europa tiene el cementerio más grande en el fondo marino de su trozo del Mediterráneo, y va haciendo de sus costas auténticos campos de concentración, con los inmigrantes que no sólo no quiere, sino que llega a despreciar tanto, que han propuesto bombardearlos antes de que pisen sus costas primermundistas. Nadie tiene ya en la memoria el saqueo milenario, ahora sólo hay espacio para el rechazo.
Europa sigue escondiendo esa realidad que la ensombrece. Esconde también otras cosas, que finalmente rebrotan, con saldos muy altos para sus ciudadanos.
El terror dentro de la casa
Hoy, una sangrienta cadena de atentados estremeció al mundo. A primera hora de la mañana, dos atacantes pretendieron hacer estallar una empresa de gas comprimido en la localidad de Saint-Quentin-Fallavier, al sur de Francia. Hasta ahora sólo hay un cadáver, cuya cabeza fue abandonada en la entrada de la fábrica, llena de inscripciones en árabe. Milagrosamente, este ataque que el propio presidente Hollande confirmó como yihadista, sólo dejó dos heridos.
Lea también: Nuevo ataque del EI en una fábrica de gas en Francia deja un muerto y dos heridos
Con unos pocas horas de diferencia, en la mezquita Imam Sadiq, ubicada en el distrito de Al Sawabir de Kuwait, un kamikaze, reconocido y honrado por el Estados Islámico, como Abu Suleiman al Muwahed estallaba en medio de una muchedumbre, y se cobraba 25 vidas, más un reguero de cientos de heridos.
La cadena de atentados no paraba, y todo parece indicar justo lo contrario. En la turística ciudad de Susa, en la hermosa costa de Túnez, un hombre armado con un kalafnikof abría fuego contra los turistas de al menos dos de los hoteles más concurridos de la zona, uno de ellos perteneciente a una firma de hoteles española.
Veintiocho muertes, y un numero de heridos que no determinan aún las autoridades. El gobierno tunecino está casi convencido de que se trata de otro lobo solitario del yihadismo.
Las agencias de noticias y los informativos no se dan abasto, se apresuran llamadas a los corresponsales free lance que andan por la zona, se intentan explicaciones que ayuden a contextualizar la racha sangrienta, mientras pocos medios, como Aljarabiya, Hispantv o teleSur, dan cuenta de los duros combates que libra el ejército Sirio contra terroristas del Estado Islámico que regresaron con artillería pesada a la ciudad de Kobane.
Lea también: Al menos 30 muertos en un ataque terrorista en un hotel en Túnez
El ministro del interior francés, informa que el presidente Hollande abandona la reunión del Eurogrupo, regresa de emergencia a Francia, Manuel Valls, el segudo hombre del gobierno francés, dice desde Colombia que se convoca con urgencia un gabinete de defensa, y se declara una alerta nacional de nivel 3.
Saber y callar en nombre de capital
Finalmente alguien, quien sabe si por despiste o por coherencia dice que por estos días el ISIS está cumpliendo un año desde el inicio de su atroces acciones.
Una mujer, cuyo esposo trabaja en la fábrica francesa le grita al ministro del interior Bernard Cazeneuve, “ustedes sabían que algo pasaría, ¿por qué nunca nos lo dijeron?, son tan asesinos como ellos. ¡Responde, imbécil”?, no se puede oír más, el streaming de la agencia se congela o se cae, ya nadie lo sabrá.
En Kuwait, un hombre sangra copiosamente, pero busca a su hermano, después de la explosión. Se detiene ante una cámara, y dice mientras pide ayuda “sabíamos que pasaría”.
Al fondo de una imagen tan terrible, cientos de personas corren en una escena muy parecida a las que el cine comercial usa para hablar del fin del mundo. No hay nadie en paz, ni siquiera los muertos.
La playa que sirve de balneario al hotel Imperial Marhaba en Túnez es un confuso reguero de cuerpos, algunos están muertos, otros heridos, otros están ilesos. Todos están inmóviles e indefensos. El ojo del mundo muestra las piernas blanquísimas de un turista inglés, no hay sangre, pero tampoco se mueve. De pronto asusta un leve respingo en el pie, al tiempo que se oyen disparos, y una voz a través de altoparlantes que recomienda en inglés permanecer en las habitaciones, no salir, e incluso aconseja volver. Pero entre la playa y las habitaciones del hotel, un kalafnikof no ha parado de escupir balas, y los cuerpos en las toallas, se quedan todos allí, incluso los que podrían huir.
Un canal de televisión española se comunica con un ciudadano español que está encerrado en su habitación, jadea, se disculpa una, dos, tres veces. Dice que está muy nervioso, que apenas puede respirar porque entre él y su mujer han tenido que desarmar las camas de la habitación para poner los colchones en las puertas y las ventanas. La esposa al fondo grita y llora. Pide ayuda.
Son jubilados, han viajado como muchos otros con paquetes a precios especiales para personas de la tercera edad. Él piensa en sus hijos y en sus nietos, dice que no quiere preocuparlos, y poco a poco el cansancio da paso a la indignación, porque su esposa que oye la televisión en busca de una información que nadie más le da, acaba de escuchar que el gobierno imaginaba que algo así pasaría, que los terroristas del ISIS tratarían de celebrar con actos terroristas su primer aniversario.
El hombre le dice gritando a la periodista que trata de calmarlo desde algún estudio en Madrid: «¡¿y que esperaban, la invitación al cumpleaños?!!, ¿por qué no tomaron previsiones, por qué no nos alertaron?!!!, ¡ Estoy de vacaciones, y ahora estoy aqui en mi habitación, encerrado, esperando que un terrorista venga a matarme, con los colchones en las puertas y en las ventanas!!!!!. Y éstos idiotas dicen que esto no los sorprende????!!!!… Entonces, ¿por qué no nos dijeron nada antes?!
Europa calla muchas cosas. Especialmente en el verano. Las agencias de viaje, como nunca, han bajado los precios de los paquetes de viaje del “last minute”. Ninguna dice los motivos, pero las grandes verdades explotan, y nunca mejor dicho. Las costas mediterráneas están repletas de inmigrantes hambrientos que nadie atiende, hombres, mujeres y niños que piden dinero a los turistas. Las puertas de los hoteles y los balnearios tienen detectores de metales, tienen militares, y cámaras, y aunque tratan de camuflar el miedo con la moda de la temporada, nadie se siente realmente a salvo.
España, Italia, Francia, Grecia, Túnez y Marruecos basan sus indicadores económicos en todos los ingresos que deja el turismo de verano. España, por ejemplo, disfraza su penosa tasa de desempleo con el repunte ficticio de esta época, y ese es el precio del silencio, la razón por la cual no saltaron las alarmas antes que los disparos y las bombas.
El día crucial de cualquier modo, parece no haber llegado. El 29 de junio, es el día exacto en el que se cumple un año de la declaración del califato del Estado Islámico (EI) por su líder, Abu Bakr el Bagdadi, lo cual nos puede hacer pensar, que esto sólo acaba de empezar.
Los gobiernos de Europa van por lo que ellos llaman «países en desarrollo», aunque íntimamente les consideren tercermundistas o colonias, repartiendo lecciones de democracia, derechos humanos, convivencia, tolerancia, y desarrollo. Pero la gran verdad es que no han podido controlar a los terroristas del Estado Islámico, la gran verdad es que al principio no les importaban las atrocidades cometidas contra Siria e Irak, porque esos dramas no eran en casa.
La gran verdad es que la cantera de asesinos del Estado Islámico no está en Damasco, no está en Gaza, no está en Teherán; viajan desde Londres, desde Barcelona, y Melilla, desde los ghetos de Lyon y París, viajan desde la perfección sueca, noruega, australiana y canadiense, por ejemplo. La gran verdad es que los retornados, europeos que han ido a combatir con el Estado Islámico y han regresado, están fuera de control, y son los lobos solitarios que vuelan fábricas, hoteles, y las grandes mentiras que la discreta Europa cree segura en las torres de sus castillos.
DesdeLaPlaza.com/AMH