La Política Exterior de Estados Unidos hacia Cuba desde 1959 hasta el presente, ha mantenido un claro objetivo: destruir la Revolución. Estados Unidos no se podía dar el lujo de ser la potencia mundial que ha sido todos estos años y permitir en su “patio trasero” inmediato, una pequeña isla desarrollando una experiencia socialista y anti-imperialista.
Para alcanzar dicho objetivo, implementaron bloqueos económicos y militares, invasiones e incursiones armadas, una guerra bacteriológica, organizaron brigadas paramilitares, financiaron y ejecutaron actos terroristas y una larga cantidad de intentos de magnicidio contra la figura del Comandante Fidel Castro.
Hasta 1990 Cuba fue protegida por la Unión Soviética, pero luego de su estrepitosa caída quedó expuesta a medidas de fuerza que Estados Unidos se contuvo de aplicar los años precedentes. Desde entonces, Washington no ordenó una nueva invasión a Cuba, pero sí reforzaron el criminal bloqueo económico-comercial que le había impuesto en 1962. Al recrudecimiento del bloqueo, se sumaron sanciones de la Unión Europea como medidas extraterritoriales para “promover” el cambio en la política de derechos humanos en la isla.
La Cuba de Fidel y de Raúl, nunca claudicó ante las presiones de las mayores potencias del mundo, manteniéndose firmes a pesar, incluso, del alejamiento de algunos amigos que respaldaron la Revolución por muchos años. La Revolución Cubana ha preservado y defendido sus principios ante todos los escenarios internacionales, independientemente de cuán solos o acompañados se hayan encontrado en diversas circunstancias.
No fue sino hasta el año 2014 que Estados Unidos reconoció por primera vez el fracaso de su histórica política hacia Cuba. Bastó que ese Gobierno verificara dos datos: “el bloqueo no ha funcionado y los Castro siguen gobernando Cuba”, tal como lo afirmó el propio Obama en su alocución del 17 de diciembre de 2014, cuando anunció el inicio del proceso de “normalización” de las relaciones bilaterales.
El Presidente Obama ha declarado en varias oportunidades que la nueva política hacia Cuba pretende producir un cambio de régimen, pero esta vez, de forma suave y progresiva. Es decir, mantienen su objetivo de destruir la Revolución pero aplicando un método distinto al de las medidas de coercitivas.
Las medidas que los conducirían al logro de su objetivo estratégico se basan en el uso de la negociación política directa entre ambos gobiernos; en la regularización progresiva de los flujos comerciales, comunicacionales y migratorios; en el establecimiento de áreas de cooperación bilateral; y en general, en el creciente intercambio cultural entre ambos pueblos. En otras palabras, Estados Unidos busca penetrar la economía y la cultura cubana para inducir al pueblo a exigir masivamente los cambios que los llevarían a un nuevo régimen, léase, un régimen de democracia liberal representativa y de libre mercado. Esta pretensión se palpó notoriamente en el discurso de Obama pronunciado en el Teatro Alicia Alonso de La Habana, cuando leyó el catecismo de libertades supuestamente universales que debían aplicarse en Cuba.
Por otra parte, el Gobierno cubano es el primer interesado en que la normalización de relaciones conduzca al logro de dos objetivos también históricos y casi universalmente exigidos por todos los países miembros de la ONU: el fin absoluto del bloqueo y la entrega a Cuba del territorio ocupado por Estados Unidos en Guantánamo.
El fin del bloqueo permitirá un avance decisivo en áreas claves para el desarrollo de la isla, lo cual repercutirá de forma inmediata en la satisfacción de necesidades de bienes y servicios para su pueblo. Si con todas las colosales limitaciones impuestas por el bloqueo, Cuba ha sido y sigue siendo una potencia educativa, sanitaria, científica y deportiva, el levantamiento progresivo del mismo permitirá el reforzamiento de dichas áreas y el desarrollo de otras potencialidades que no han podido ser atendidas en este periodo.
La Revolución Cubana está bien preparada para el fin del bloqueo en el marco del restablecimiento de relaciones con Estados Unidos. En primer lugar, cuentan con la conciencia del pueblo cubano, formado en las mayores adversidades para resistir las embestidas imperialistas. En segundo lugar, cuentan con la organización de su pueblo en todos los ámbitos, incluyendo el de la defensa. En tercer lugar y no por eso menos importante, cuentan con la orientación visionaria del legado del Comandante Fidel. A esto debe agregarse el prestigio mundial de la política exterior cubana, basada en la afirmación de sus principios históricos y en la cooperación solidaria concreta con las causas más justas de la humanidad.
La visita de Obama a Cuba, representa la constatación de la victoria de una Revolución por sobre las hostilidades permanentes de la mayor potencia mundial. Mientras Cuba no retrocedió un milímetro en sus posiciones, Estados Unidos tuvo que reconocer que más de 50 años de bloqueo criminal no pudo doblegar la dignidad gigante de un pueblo liderado por una Revolución.
El objetivo estratégico de la Revolución Cubana sigue siendo el mismo: profundizar y perfeccionar el socialismo, afirmando su condición indeclinablemente soberana y anti-imperialista.
En el largo camino de la normalización, Estados Unidos seguirá persiguiendo que en la isla se implante un modelo a la medida de sus intereses, y por otra parte, Cuba seguirá persistiendo por consolidar su revolución, su independencia y su desarrollo en el marco de la unión latinoamericana y caribeña.
Ambos Gobiernos coincidirán en acuerdos tácticos, pero manteniendo la confrontación estratégica como los actores antagónicos que son, uno representando al imperialismo, el otro expresando la esperanza de un mundo más equilibrado y solidario. Por la fuerza de su pueblo y de su dirigencia, la Revolución Cubana prevalecerá.
Internacionalista. @luisquintanasur
DesdeLaPlaza.com/Luis Quintana