Este Celta que asombra a todo el mundo tuvo como punto de partida a un club en plena depresión económica. Se marcaron unas pautas para ascender y consolidarse en la élite, que hasta ahora se siguen respetando con una única excepción, la de Nolito.
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De la mano de Carlos Mouriño, primero con Ramón Martínez y ahora con la dupla formada por Antonio Cháves y Miguel Torrecilla, el club gallego ha conseguido un equipo competitivo al máximo, pero con unas bases que controlan que no se repita un crecimiento irreal como el ya vivido.
Desde el principio se establecieron tres topes salariales. Los recién llegados -no se contemplaba el fichaje de estrellas- y los de la cantera ocupaban el escalón inferior; los consolidados, el segundo; y los jugadores franquicia, si así se les puede llamar, el más alto. Nunca por encima de los 600.000 euros, eso sí.
La norma se ha respetado en los últimos siete años, pero la explosión de Nolito ha servido para que se haya hecho una excepción, tras un fuerte debate interno.
Las ofertas recibidas por el delantero llevaron a los dirigentes a subir un peldaño más y reconocer lo hecho por Nolito con un sueldo por encima del resto, algo que los compañeros han asumido. En breve se plasmará un nuevo contrato, aplaudido por todos, y que servirá para elevar la cláusula de rescisión actual de 18 millones de euros.
DesdeLaPlaza.com/MarcaCelta/GV