El mundial más que un coctel es un elixir mágico que mezcla poderosos ingredientes de nuestro tiempo: globalización, nacionalismo, identidad, juego, sexualidad, espectáculo, branding, dramatismo e injusticia.
Globalización
Nos gusta porque es el evento colectivo –no solo deportivo– más importante del mundo. Nada, ni las Olimpiadas o el mayor evento musical imaginable puede ser un imán tan irresistible. Es la fiesta de la globalización. Este insight lo tienen claro las grandes marcas comerciales que han invertido millones de dólares en presentar a las estrellas mundiales en contra de alienígenas y hombres de gris.
Nike Football : The Last Game ft Ronaldo, Neymar Jr , Rooney, Zlatan, Iniesta Commercial 2014
https://www.youtube.com/watch?v=cn_NDlG5eBo
#GALAXY 11 – The Training | Ft. Cristiano Ronaldo | Messi | Rooney | Oscar | Casillas | Gotze |
https://www.youtube.com/watch?v=Zawn-6uR5Sw
Globalización mundial aún pendiente, pies donde naciones superpobladas como China, India, Indonesia o Pakistán no están siquiera cerca de calificar. No así el mundo musulmán tan confrontado con Occidente, que desde hace ya varios mundiales califica equipos fuertes: Marruecos, Argelia, Túnez, Irán, Irak, por mencionar algunos, y ya hasta tienen la sede para el 2022 en Qatar.
Nacionalismo e identidad
Educados en el amor a las naciones que nos vieron crecer y a las que pertenecemos, todo el mundo se “pone la camiseta” literal o simbólicamente y proyecta sus emociones sobre lo que pasa en la cancha de fútbol.
El desempeño, la actitud, las conductas, los resultados, los logros y los fracasos de cada uno de los jugadores y del equipo en su conjunto sirven a cada persona como un lienzo donde proyectar sus frustraciones y deseos sobre lo que somos como país.
México, por ejemplo, desde los patéticos y acomplejados ratones verdes hasta el buen desempeño en los últimos mundiales –de 1986 a la fecha, con la excepción de la descalificación en 1990 por el tan idiosincrático caso de los “cachirules”- nos hace sentir lo que nuestro país es y debe ser.
Digno de psicoanálisis del alma nacional fueron las seis derrotas consecutivas en la fase de octavos de final. México consistentemente ha mandado equipos bien plantados pero que no dan el siguiente paso y se quedan cortos para entrar al G8 mundialista. Ahora en Brasil hay que creérsela y actuar en consecuencia. Mucho de lo que se celebra hoy se resume en el hashtag #MéxicoqueLindoYqueHuevos.
La actuación de la selección en un mundial es un espejo que nos devuelve una imagen, no de nuestra cara, sino de nuestra mentalidad y corazón. Nos impulsa positivamente el ejemplo de un equipo liderado por un barbaján, inteligente, ambicioso y apasionado que ha armado un buen conjunto y tomado buenas decisiones. Muy positivo para el ánimo y ejemplo nacional lo logrado hasta ahora. Espero no lo eche a perder el día de la derrota (también hay grandeza en la forma de digerirla) o mejor que ya de plano se traigan la copa.
Juego
Lo que pasa en la cancha es sólo un juego, pero precisamente son los juegos los que nos permiten desplegar lo que nos hace únicos como seres humanos: estrategia, imaginación, inventiva, trabajo en equipo, voluntad, la magia de lo inesperado.
Es un juego en el que cada tanto vale oro (no es básquet, americano, béisbol o tenis donde las anotaciones constantes restan explosividad a la celebración). Hay pocas situaciones donde la tensión acumulada se descarga con tanta euforia como cuando el equipo de tu país mete un gol. Cada gol detona una carga química casi orgásmica. Las imágenes lo dicen todo – gritos, gesticulaciones, brazos lanzados al cielo. Estas descargas químicas son adictivas y en un mundial califican de “sobredosis”.
La gamificación de la vida cotidiana también es un fenómeno ascendente que fortalece nuestra vinculación con los juegos. Y qué decir del juego del humor tan presente en los memes, las redes sociales y las coberturas televisivas.
Sexualidad
Además de que celebrar un gol es la total sublimación, hay otros elementos en un mundial que le dan un fuerte contenido sexual. Nunca tantas mujeres de todo el globo, a quienes les importa poco el futbol como deporte, están atentas a las piernas -literalmente- de tanto jugador y se inclinan a apoyar a equipos, no por sus talentos en el contragolpe o en el parado táctico sino en función de los cuerpos y los guapos que alinean en cada equipo. En el caso de las mujeres atractivas, dentro y fuera de los estadios se pueden admirar múltiples gamas de belleza aunque hay quien todavía está anclado en nuestra “chiquitibum” del 86.
La Chiquitibum de Carta Blanca en 1986
Espectáculo y branding
El juego es espectacular y dinámico, grandes carreras, filigrana y gambeta con el balón, saltos, golpes, reflejos, cabezazos. Aunado a ello dentro y fuera de la cancha reina lo visible y lo colorido. Comparen por favor las escenas en blanco y negro de los primeros mundiales con el estallido policromático de las camisetas y los zapatos de futbol de todos los jugadores. Es una fiesta para la vista y por eso se mimetiza tan bien en la pantalla de TV que es donde millones vivimos el mundial.
El mundo de hoy no se entiende sin la omnipresencia de las marcas comerciales globales y su “starsystem” que encuentran el mejor aparador posible en este evento.
Drama e injusticia
Los partidos están revestidos de una gran carga dramática pues todo puede pasar en cualquier momento y a diferencia de otros espectáculos aquí no hay un guion preestablecido, pues la historia se construye minuto a minuto. Así podemos atestiguar lo mejor y lo peor de lo humano, la grandeza del genio y el esfuerzo, la bajeza de la marrullería y la trampa.
El balón es un duende del azar y puede inclinar la fortuna en cualquier instante. Un despeje, un remate, una parada, un descuido hacen la diferencia entre la gloria y el infierno (pregúntenle a @yosoy8a). Los errores arbitrales nos hacen pensar en las grandes injusticias que día a día sufrimos sobre la tierra.
Los scroogeantipanboleros también juegan su rol y nos recuerdan que el consenso es aburrido, frío y a fin de cuentas paralizante y poco fértil.
Como buenos herederos de lo greco-latino los ciclos mundialistas se mimetizan con los 4 años olímpicos y nos recuerdan que al pueblo “Pan y Circo”… no me imagino nuestra civilización sin el circo mundialista.
Desde la Plaza/Animal Político-Guido Lara / AMH