Si hasta aquí la Copa América tuvo partidos no apto para cardíacos, lo que se viene es peor. O mejor, según, al que le gustan las emociones fuertes. O, al menos, así prometen. Los cuatro juegos de cuartos de final empezó hoy con Chile-Uruguay; mañana jueves con Bolivia-Perú; el viernes con Argentina-Colombia y el sábado Brasil y Paraguay definen a último de los cuatro semifinalistas.
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Chile no saldrá de Santiago para enfrentar a la celeste. Uruguay entró casi que por la ventana a cuartos, pero no por eso es menos de temer. Con Tabárez los orientales se consagraron campeones de la última Copa América y los amantes de las curiosidades tienen una más: en las dos últimas copas (Venezuela 2007 y Argentina 2011) Uruguay dejó en el camino al local. ¿Pasará está noche lo mismo?
A juzgar por lo que mostró Chile, esta noche la celeste podría dejar de ser verdugo de locales en cuartos, pero Uruguay ya mostró varias veces y en varios campeonatos que sabe ir de menor a mayor. Me iría a verlo esta noche al Centro Uruguayo, pero un plato de carne de la parrilla se cotiza cerca de los mil bolos… ¿qué pasa muchachos?
Bolivia y Perú protagonizarán el que a priori es el cuarto de final del que menos se espera. Los del altiplano mostraron poco y menos y pasaron por esas cosas del destino. Los de Gareca se agrandaron contra la vinotinto, para volar bajito después contra Colombia, con un 0 a 0 que vaya que les convenía.
Argentina y Colombia prometen más emociones, incluso para aquellos y aquellas que -no es mi caso- vean el partido sin poner el corazoncito en juego. La albiceleste mostró en el mundial de Brasil que con el mismo equipo supo de ir de menor a mayor, y aunque dejó un gustito amargo contra Jamaica, tiene -y vaya que tiene- con qué pasar y seguir. Pero Pekerman es un viejo lobo de mar, que sabe cómo jugarle a la selección que él mismo dirigió años atrás.
Y Brasil… Brasil siempre es Brasil. Con o sin Neymar, sabe hacerse grande en los tramos finales y tiene una ganas bárbaras de sacarse de encima el estigma del año pasado. Once en la grama y doscientos millones afuera necesitan dejar de soñar con teutones gigantes blancos que no paran de agitarles la red. Qué mejor que empezar a desandar aquel oprobio con un (otro) campeonato.
Una cosa está clara: la Copa América Chile 2015 ya demostró que los campeonatos de selecciones más apasionantes se juegan de este lado del mundo, y en el Sur. Ojalá que los cuartos de final estén a la altura del buen fútbol que vimos en la fase de grupos.
Un dato más para desprevenidos y desprevenidas. En caso de empate en los noventa minutos, se va derechito a los penales. Sin alargue. Sólo habrá 30 minutos de alargue, de ser necesario, en la final.
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Hay quienes dicen que los penales son “una lotería”, que son un partido aparte y que puede pasar cualquier cosa porque prima y domina el azar. No somos de esa creencia. La definición por penales forma parte del fútbol, es una alternativa, una posibilidad cierta, para la cual los equipos se preparan, se entrenan y -también un poquito- se encomiendan a los dioses paganos de gravedad y la física.
Es linda dialéctica la del penal. Tiene un juego de percepciones irreconciliables. El pateador ve el arco chiquito, mínimo. Ve los brazos y las piernas del arquero gigantes, elásticas. Para el arquero la cosa es al revés. El arco es interminable, mira los postes y lo marea la agorafobia.
Pero allá van, el portero a tapar para siempre ese balón que se le viene encima a velocidades inconmensurables, mientras al pateador se le hace interminable el instante que tarda la redonda en -ruega él- pasar la línea de cal. Gol, o no gol. Y un sólo grito que baja de las gradas. Grito final.
Vamos todavía.
DesdeLaPlaza.com/Marcos Salgado