La Luna y el Sol son testigos de la devoción de “san juanes” clavada en Venezuela. El ritmo del tambor, el baile en parejas y tríos acompañan a la fiesta de San Juan Bautista: Tradición mágico-religiosa que se posó hace siglos en las costas venezolanas y se observa todos los solsticios de verano (día más largo del año).
Describir esta celebración, que iniciará la noche de este lunes, recorrerá todo el 24 de junio y proviene de la época de la colonia, es mencionar como la piel se eriza con la sonoridad que emergen de los tambores, la capacidad infinita del creyente al momento de cantar versos improvisados, la oración constante con las 55 cuentas del rosario y la danza por largas horas.
Los estados Carabobo, Aragua, Miranda, Zulia y Anzoátegui son las entidades donde se realiza esta herencia afrovenezolana, pero en Curiepe (Miranda) es el lugar predilecto por más de mil personas para rendirle tributo a San Juan.
Todo comienza así
La emoción conspira la noche del 23 de junio, pues es el momento de la reflexión combinado con lo pagano: Los fieles despiertos gracias al café y el licor aguardan el día siguiente tocando los tambores y observando a San Juan en su altar adornado con flores y los regalos de sus seguidores por las promesas cumplidas.
El Sol salió y la desesperación por la fiesta se convierte en efervescencia colectiva. Todos esperan la salida del santo, que vestido por uno de sus fieles devotos y decorado con billetes, medallas y demás ofrendas, lo llevan en hombros a la iglesia.
Al salir del templo, el santo es custodiado por grandes banderas llevadas por mujeres. Durante el recorrido para llevar la imagen de San Juan a su altar, se escuchan canciones y oraciones al ritmo del “sangueo” (tipo de repique de la percusión afrovenezolana).
En su casa, el santo observa desde su sagrario como sus devotos le rinden tributo con sangueos, canciones, comida y licor. Así culmina una de las fiestas más largas, contagiosa y esperada en nuestro país.
La devoción de un pueblo se percibe en el peregrinar de su acción cotidiana. El sincretismo inserto en las fiestas mágicas-religiosas venezolanas contiene esa sabrosa esencia de la identidad de nuestro pueblo.
Después de San Juan sigue otra celebración, la de ese santo que custodia el portón del cielo. Y en Miranda esperan el 29 de junio para pintase la cara de negro y recordar a María Ignacia con la Parranda de San Pedro.
DesdeLaPlaza.com/ RS