Fui criado, como muchos, bajo la premisa de que el día de la madre y el día del padre son todos los días del año, por ello ofrezco esta columna fuera de tiempo que así lo comprueba. Nuestras madres y padres no ejercen su responsabilidad un solo día al año, por el contrario, se dedican a esta actividad sin descanso todos los días con sus respectivas noches. Sin embargo, también crecí celebrando, como muchos, los días de la madre y del padre como un día especial en el que dedicamos toda nuestra atención a quienes nos han dado todo.
Ahora, cuando uno se convierte en papá empieza a ver las cosas a través de otro cristal. La cultura latinoamericana nos enseñó a ubicar en altares a las madres, mientras que los padres somos convertidos en proveedores prescindibles en la crianza de los hijos. La misma industria que tanto se beneficia de las celebraciones de mamás y papás, coloca a las primeras en pedestales fabulosos que las elevan al borde de la santificación. Para nosotros queda el papel del viejo que ahora va caminando lento “como perdonando al tiempo”.
Por fortuna, y gracias a las nuevas generaciones que hemos crecido con la equidad a flor de piel, muchos hogares se están levantando en el espíritu de compartir e intercambiar los roles que antes estaban estigmatizados para unos y otros. Hay madres trabajadoras y padres que crían a los muchachos; hay madres que llevan a los chamos al fútbol o al béisbol y padres que acompañan a las niñas a las danzas; hay madres que le entran a la plomería y carpintería y padres que cocinan, lavan y planchan. Los hogares de estos días han evolucionado hacia una equitativa distribución de las responsabilidades.
Este alcance de nuestra sociedad puede que sea pequeño si comparamos estadísticas, pero no hay duda de que es un fenómeno creciente y cada vez se nutre de convicciones mayores para la transformación de un número más grande de hogares. Pero aún así, el rol de la madre y el padre son insustituibles en esa sociedad en la que muchos creemos.
Papel intransferible
No es verdad que una mujer pueda hacer las veces de mamá y papá, ni al revés. Existen roles bien delimitados en la construcción de un hogar y ninguno puede sustituir al otro por muy buena intención que haya. Por el contrario, cuando una mujer asume que es mamá y papá a la vez, exime al padre de sus responsabilidades, fomentando de ese modo esa enfermedad social que es la paternidad irresponsable. Exactamente pasa en el otro extremo, y aunque en menor grado, pero también se ven casos de papás que creen que pueden asumir la maternidad de sus hijos.
Una madre soltera no es mamá y papá, es exactamente una madre soltera que nunca podrá ocupar las responsabilidades y la influencia que ejerce sobre sus hijos un buen padre. Del mismo modo, la ternura de una mujer y esa capacidad de involucrarse en los terrenos más íntimos de sus hijos, nunca la podrá igualar un hombre que se crea mamá. Un padre soltero, es exactamente un padre soltero, no papá y mamá a la vez.
Tengo la fortuna de haber crecido bajo el amor de mi madre y mi padre en un mismo hogar, pero bien sabemos que no todas las familias en Venezuela y el mundo pueden darse ese lujo. Del mismo modo han salido muy buenos hijos criados solamente por sus madres o por sus padres. Pero por más romántico que nos parezca, no es correcto decir que uno de ellos ejerció eficazmente el doble rol, pues el mensaje directo que mandamos a nuestros hijos es que no importa la ausencia de uno de ellos, porque el otro podrá cubrir todas las carencias y eso es rotundamente falso. Por más capacitado que sea el padre, el hijo siempre necesitará de la madre y viceversa.
Eso no quiere decir que si un hogar no funciona hay que mantenerlo para “no hacer daño a los hijos”. Por el contrario, el daño puede ser más severo si insistimos tercamente en lo imposible, pero ante la ruptura del hogar hay que asumir que mamá y papá, aún separados, seguirán siendo mamá y papá. Nadie dentro o fuera de ese círculo familiar tiene el derecho de usurpar el rol del otro, y todos están obligados a defender sus responsabilidades.
No reproduzcamos el error del abandono del hogar y por consiguiente de los hijos.