Hay muchos textos sobre el maltrato infantil en múltiples presentaciones. En esta misma columna hemos desarrollado varias veces ese tema con sus posibles causas y consecuencias. Pero ¿qué pasa cuando la cosa es al revés? ¿Qué fenómenos operan en la vida familiar para que sean los hijos los que maltraten a sus padres?
Se llama Síndrome del Emperador. Seguramente has visto a esos niños que en un arranque de ira que pareciera incontrolable insultan a sus padres, los ofenden y gritan de manera deliberada, los controlan con sus exigencias y los manipulan con pasmosa facilidad. Este síndrome también es conocido como el de “niño tirano” y las razones de sus nombres probablemente vengan de los ejemplos históricos de la edad antigua. Cuando estos niños crecen, la agresión puede llegar a ser física.
Este desorden de la conducta tiene dos causas estudiadas. La primera tiene que ver con las deficiencias de los padres en su trabajo de crianza. La carencia afectiva, el abandono de funciones familiares, la falta de hábitos filiales determinados por no tener tiempo, la ausencia de autoridad o por el contrario, la sobreprotección y la permisividad. Todo lo anterior se agudiza cuando existe la violencia física en las relaciones familiares.
Los resultados son terribles por donde quiera que se le mire. El “niño tirano” es insaciable, siempre pedirá hasta los extremos más insospechados; se asumen como el centro del mundo, carecen de empatía, les cuesta sentir culpa o remordimiento ante sus acciones, no acatan normas o sanciones de sus padres, siempre se sienten tristes y tienden a poseer baja autoestima. Son niños incapaces de desarrollar emociones como el amor o la compasión.
Lo peor llega en la adolescencia, pues con el despertar de las nuevas hormonas, también florecen sentimientos de odio, irracionalidad y la violencia se convierte en la forma de expresión verbal y física más frecuente. La falta de educación emocional agudiza el deterioro de la personalidad de ese niño que creció en medio de un ambiente sin controles.
La otra causa es de índole biológico. Se trata de niños que sencillamente no pueden desarrollar las capacidades empáticas y afectivas por causas genéticas. Estos casos deben ser detectados por especialistas y tratados en consecuencia.
Controlando al Emperador
Hay muchas formas de prevenir que nuestros chamos adopten la violencia como modo de vida, en principio debemos evitar ser violentos con ellos y no aplicar maltrato físico ni psicológico. Debemos brindar una educación rica en valores, emociones y afectos que les procuren una personalidad estable para construir una autoestima sólida. Colócale límites, evita que su comportamiento hacia él mismo y los demás, se salga de control.
No está de más enseñarles un poco de autocontrol en situaciones incómodas para ellos, que aprendan de sus errores y que sean capaces de solucionar conflictos. Por supuesto, todo ello funcionará mejor si les dedicamos tiempo en cantidad y calidad a nuestros hijos.
Si ya tu niño es un tirano no te angusties, aún puedes corregirlo antes que la adolescencia llegue y la cosa se torne casi irreversible. Establece normas en casa y en la calle, busca la coherencia con tu pareja y evita contradicciones frente al chamo. Dale responsabilidades que sepas que pueden cumplir y por nada del mundo los sobreprotejas, ese es el primer paso para la inseguridad y la dependencia.
Todas estas estrategias funcionarán mucho mejor con una elevada dosis de amor, ese que todo lo puede y que transforma fieras en corderitos. ¡Tengamos suerte!