“Escribe que algo queda”, nos dijo con su acertado humor Kotepa Delgado, y vaya que se ha escrito mucho, y qué poco le queda a algunos que prefieren leer lo que otros mastican para ingerir un bolo alimenticio rancio y ajeno. Pero eso es harina de otro costal, lo que nos interesa en este espacio son los chamos y nuestra paternidad comprometida y como tocamos el tema de la escritura, mucho hay que decir de ese bello proceso en el que los peques empiezan a garabatear sus primeras letras.
Conozco muchos padres, dentro de los que me incluyo, que conservamos casi todo el material producido por nuestros hijos desde el primer creyón que agarraron. En lo personal tengo una colección de rayones inescrutables hechos por Miguel desde que tenía cuatro meses de edad, y aunque hoy los miro y sigo sin entenderlos, guardan para mí un valor inestimable que refresca momentos muy especiales.
Y es que de eso se trata la escritura: textos que preservan ideas, momentos, recuerdos y sentimientos dignos de revivir una y otra vez. Atesorar sus obras no sólo tiene un significado muy especial para ellos, sino que uno mismo como padre puede ser testigo de la evolución de sus hijos a la hora de ir soltando la muñeca para delinear sus letras, sus palabras y primeras oraciones.
Es por todos conocido que los chamos imitan a los padres en todo o casi todo, y por ello es casi una garantía que las costumbres de los padres sean heredadas por los hijos. Si eres un asiduo lector, tu hijo leerá; si te la pasas frente al televisor, tu hijo será un fervoroso televidente; si practicas deporte, es muy probable que tu chamo sea deportista; si oyes reggaetón, ya sabes con qué intoxicará sus oídos el chamo. Lo mismo pasa con la escritura, y a propósito de la celebración navideña, sería lindo rescatar esa bella tradición del intercambio de tarjetas, donde todos los integrantes de la familia se apropien de la riqueza que da la escritura y la creatividad, para expresar sus más puros sentimientos en estas fiestas.
Por estos días Miguel se ha puesto muy activo en eso de escribir. Redactó su carta al Niño Jesús (una para la escuela y otra para la casa), ha terminado con éxito sus tareas de 2016 repletas de caligrafías que le permitieron conocer nuevas palabras, escribió una lista meticulosa y ordenada de los estados de Venezuela, sus capitales y finalmente una lista donde enumeró los planetas del Sistema Solar.
Pero eso que amarra la escritura a los sentimientos me llegó como anillo al dedo para ejemplificar la columna de esta semana: ¡Mi carta de cumpleaños! Mi persona favorita me escribió su primera carta de felicitación por mi giro al sol y la llenó de corazones, de caritas felices, de globos y de mucho color. La firmó con un “Te amo papá”, sí, con acento y todo y me la entregó con la más espectacular de las sonrisas. De todos los regalos hermosos y llenos de afecto que recibí, será esa carta la que llevaré en mi mente por el resto de mi vida, porque de eso se trata la escritura. ¡Feliz inicio en este camino de las letras a todos los chamos que ríen con cada sílaba y que regalan esa sonrisa de ojitos aguados a sus padres!