X

Jugando con animalitos: un juego nada inocente

Los chamos son un show. La capacidad que tienen para cambiarle el ánimo a uno es tan asombrosa, que perece que lo practicaran desde el vientre materno. Hace días caminaba por una calle muy transitada cuando me llamó la atención la conversación de dos niños de unos nueve o diez años. “En serio, salió el mono dos veces y gané”, a lo que el otro respondió: “Yo gané con la culebra el otro día, pero hoy seguro sale el toro”. Sin entender mucho, me causó gracia la conversa de los chamos y su zoológico tan particular, hasta que como ya se imaginan, me percaté de que lo que esos niños hacían era jugar la tristemente célebre lotería de los animalitos.

Siempre me han parecido muy antipáticos los juegos de envite y azar y muy patéticos quienes los juegan, es una posición tomada ante la vida. Ríos de dinero desviados de miles de hogares para favorecer las cuentas bancarias de una pila de mafiosos, rostros derrotados haciendo colas en agencias de lotería para ganarse “un dinerito extra”, la tristeza con la que esos rostros buscan con esperanza fallida haber ganado algo en los diarios del día siguiente, la instauración de la miseria que acentúa la desigualdad social y lo peor de todo: la adicción que producen de por vida. Ahora imagina llevar a ese escenario a los niños.

La famosa lotería de los animalitos es el desafortunado “remake” de un juego histórico que surge en momentos de grandes crisis económicas. Lo recuerdo de la novela Cien años de soledad, cuando durante la crisis más grande de Macondo, Petra Cotes vendía la lotería de los animalitos. Lo recuerdo desde niño, cuando familiares cercanos compraban esos boletos y con algo de vergüenza evitaban que yo supiera lo que era. Hoy la vergüenza no es precisamente lo que acompaña la práctica de este juego de azar, pues es lo más normal en comunidades o centros de trabajo, donde la apuesta es bien vista por ser una manera fácil de ganar dinero. Las crisis que abren oportunidades, también desatan lo peor de nosotros, empezando por aniquilar los valores.

Niños jugando loterías, niños manejando más dinero del que pueden contar, niños conviviendo con un sinnúmero de personas de dudosa reputación que les inculcan otro sinnúmero de antivalores. Esos niños en la mayoría de los casos, son iniciados en los juegos de envite y azar por sus padres o responsables, que en el caso de los “animalitos”, tratan de suavizar la gravedad de su transgresión al alegar que no le ven nada de malo, pues son animalitos y eso les gusta a los niños. Mucho que trabajar con la conciencia de muchísima gente.

Sanciones

Por fortuna vivimos en un país libre, tan libre que permite que esta práctica de la lotería de los animalitos, opere sin control alguno de ningún ente regulador, como ocurre de manera plausible en muchísimos países. Quien quiera botar su dinero, puede hacerlo tranquilamente mientras no dañe a nadie más, pero existen restricciones legales que impiden que los niños y adolescentes caigan en ese mundo del juego ilegal.

Como es deber del Estado proteger a las personas más vulnerables de la sociedad, La ley Orgánica de Protección al Niño, Niña y Adolescente (LOPNNA), establece en el Parágrafo Único del artículo 92, la prohibición a los niños y adolescentes a ingresar en “casinos, casas de juego y lugares donde se realicen apuestas”.

Por si existe alguna duda, el artículo 229 de la misma ley, reza: “Queda prohibida la entrada de niños, niñas y adolescentes a locales o establecimientos donde se realicen juegos de envite o azar. Su incumplimiento o quien lo favorezca o lo permita acarreará la suspensión inmediata de tal actividad, y será sancionado o sancionada con multa de treinta unidades tributarias a noventa unidades tributarias”.

Aunque para nuestro gusto, la sanción es muy leve, no hemos conocido del primer caso ejemplarizante hasta la publicación de estas líneas. La permisividad nos coloca en otra encrucijada, porque seguramente cuando se trate de imponer un correctivo, como muchos esperamos, se acusará al Estado por “atentar contra el derecho a hacer lo que me dé la gana”. Y aunque se trabaje con ética y les asista la razón, ya sabemos de qué son capaces los medios de comunicación para voltear una información. Otra vez la sanción llega tarde y en este caso, nuestra infancia no puede esperar más.

Related Post