Por décadas nos han inculcado que buscar la perfección es un valor social que nos hace mejores en cada reto que emprendemos. Eso vale para nosotros mismos en algunos casos, pero cuando se trata de formar a otras personas, de criar hijos, la cosa cambia ligeramente. Mientras algunos padres dejan la educación de sus hijos exclusivamente a la escuela o al “como vaya viniendo, vamos viendo”, existen otros que se involucran tanto en el proceso educativo de sus chamos, que terminan formando autómatas con océanos de conocimientos y un milímetro de profundidad.
Es un pecado muy habitual que algunos padres, deseosos de que sus hijos obtengan buenas calificaciones, les “echen una ayudaíta” con los deberes escolares, pero ese pecado suele convertirse en mortal cuando papá o mamá hacen toda la tarea. Es el error clásico del padre-maestro, que comienza con una pequeña ayuda, sigue con ponerse a estudiar con los chamos, la explicación a tu estilo de la lección del día y hasta las correcciones de los trabajos. La psicología infantil moderna apuesta por niños más independientes y padres menos “metiches”, por lo que éstos últimos deben permitir el desarrollo natural de los primeros, a fin de que no requieran de nadie que los ayude constantemente a resolver sus propios asuntos.
El profesor y psicólogo español Benjamín Montenegro, señala que el papel de los padres en la educación de los hijos, debe ser de contralor, es decir, que “deben revisar que el trabajo esté hecho… que respetan las reglas de presentación, que no dejan cosas sin hacer”. A su juicio, es una de las formas de no atentar contra la autonomía en los estudios por parte de los chamos.
Es preciso entender lo muchas veces comentado: la educación la imparten los padres en el hogar, en la escuela se enseñan la formación y el conocimiento académico sin que uno sea más importante que lo otro. En ese contexto nuestro rol como padres debe ser el de acompañar el aprendizaje de los hijos y lograr demarcar las competencias escolares de las nuestras como padres. Por ejemplo, no es responsabilidad directa de los padres enseñar a sumar y restar, eso lo debe aprender el niño según la explicación del docente. Nuestro deber es proponer desde la cotidianidad operaciones de suma y resta cuando vamos de compras o cuando contamos el dinero para comprar algún helado, por decir algo.
¿Premiar las buenas notas?
Si queremos enseñar las técnicas de un buen chantajista a nuestros chamos, dale play con eso de premiarlos por sacar buenas calificaciones. El mensaje que mandamos a nuestros hijos es que no se disfruta con el conocimiento y el dominio de lo aprendido, sino con el bien material que tú le estás regalando si aprueba con la nota que tú le exiges. Muchos educadores consideran que las buenas calificaciones se deben aplaudir y celebrar, pero nunca premiar con bienes materiales, porque esto enseña al niño a volverse esclavo de lo material.
Los educadores también recomiendan no castigar a los muchachos si obtienen malas calificaciones, pues ello afecta la autoestima de los chamos y no les enseña ninguna lección positiva. En vez de ello, se recomienda acompañarlos en el proceso de frustración o fracaso que pudieran experimentar los niños, y ayudarlos a tomar conciencia sobre las posibles causas de su experiencia fallida y a que ellos mismos tomen los correctivos necesarios para salir airosos la próxima vez.
Como ves, los padres también tenemos algunas tareas por hacer de cara al inicio de este nuevo año escolar. De nuestra parte quedará su satisfactoria realización, sin que nadie nos “eche una ayudaíta”. Tampoco nadie estará ofreciéndote un premio a cambio de realizar bien tus deberes como padre. Suerte!