Yo creo que una de las características más resaltantes de los emigrantes es aquel sentimiento que no nos deja tranquilos en un solo sitio, ese hormiguillo que tienen la mayoría de los viajeros del mundo, esas ganas de ver más y vivir más cada día nos hacen creer que el mundo no basta y por eso jamás paramos.
Personas así, conozco muchas, yo les digo nómadas de la vida, pero en realidad cumplen una tarea que para pocos es conocida, ellos llevan su esencia y su cultura por todo el mundo, son una especie de embajadores que se encargan de propagar por la tierra un poco de sí mismos, ya sea en forma tangible o intangible.
Volviendo al tema del hormiguillo, sucede que esto se debe a que nos ladillamos pronto de un lugar en específico, no fuimos hechos para vivir estáticos en un solo territorio, tenemos la necesidad de conocer y ver más todo lo que nos rodea, no le tenemos miedo al frío, al calor, a la lluvia o a la sequía, por el contrario siempre soñamos con experimentar, por ejemplo las extremas temperaturas en Siberia o en Dubái, safaris en África o un paseo en autobús en cualquier metrópolis del mundo, lo más importante es conocer, saber y sentir la realidad de eso con lo que soñamos vivir tantos.
Y no es que esto sea cosa de una moda, desde hace siglos el ser humano experimenta estos fenómenos migratorios donde se deja ver la constante movilidad de la raza humana por toda la tierra, sin hablar de los mismos animales que muchos de ellos migran miles de kilómetros en busca de alimentos o mejores climas para seguir su proceso natural de vida, nosotros, los emigrantes somos así tal cual, migrantes por naturaleza.
Nuestros genes parecieran estar hechos para eso, no hay una explicación científica clara, no hay remedio que cure esa ansiedad de estar siempre en movimiento, simplemente nos dejamos llevar como hojas que las impulsa el viento, o como barcos de papel que se los lleva la corriente, ¿y saben qué? Es inexplicablemente placentero el estar hoy aquí escribiéndoles estas líneas a ustedes mis queridos lectores, en un país frío y lejano, sin saber desde donde mañana podría relatarles mis vivencias y seguramente animándolos a tomar una maleta, llevarse las bendiciones de toda la familia y emprender vuelo en busca de sus propias y únicas travesías por el mundo, les deseo Feliz Viaje, pero eso sí, un pronto y feliz retorno también.