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El emigrante siempre marca la diferencia (II)

Tu forma de vestir, tu forma de cocinar y hasta la de hablar te cambian cuando te mudas a otro país, pero hay algo que también resalta mucho al momento que decides agarrar tus macundales y decirle chao a todo, y eso es tu psicología y forma de ver las cosas.

Debido a las nuevas costumbres y tradiciones que se te cruzarán en el camino, muchas veces tomamos esas nuevas opciones como nuestras también, por ejemplo: yo no soy muy amante de un plato de sopa al comer, cuando me mudé a este país frío, me acostumbré a comerla para calentar el cuerpo, y sustituí el café por el té, entre otras cosas.

Lo mismo pasa con tu mentalidad, ejemplo de esto es un amigo mío, llamado Alexander, es ruso y se casó con la que fue su ayudante en el trabajo, ella es de Alemania, se llama Ksenia, un día decidieron irse a vivir a Berlín, y este cambio influyó mucho en la forma de ser de Alexander. Los rusos, en especial los que viven en la capital, tienden a apresurarse para todo, es como si corrieran a todas partes porque van a llegar tarde o como si nunca fueran a llegar. Son atorrantes en pocas palabras, pero Alexander ha cambiado mucho.

Hace un tiempo volvieron a Moscú por cuestiones de trabajo y nos pusimos de acuerdo para vernos. El cambio es notorio, pareciera que está lleno de paciencia y nunca lleva apuro, su tono de voz es más relajado y no pareciera que es un ruso nacido en la capital donde todos hablan con voz un poco alta y como si constantemente vivieran formando líos.

Su nuevo estilo de vida es más tranquilo, ya no se oyen las constantes quejas ni se le ve caminar apurado a todos lados como si tuviera el tiempo contado, sus amigos le preguntan: «¿Alexander, estás ahí?»

Es un claro ejemplo de cómo influye el ritmo de vida de cada país en las personas, pareciera que hasta su forma de ver la vida es otra, muchos pensarían que por casarse se volvería loco, pero es todo lo contrario, es como un viejo nuevo amigo  para mí.

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