Iván Padilla Bravo
…“sólo ejércitos aguerridos
son capaces de sobreponerse
a los primeros infaustos sucesos de una campaña”
Simón Bolívar
Ya no hay proyectiles de plomo desgarrando piel y hueso de los soldados en la infantería. Los morteros en la batería de disparos desde la artillería trazan una parábola sin aciertos cruentos en sus objetivos. La guerra toma otros escenarios y las armas (aunque también matan) ya no son exactamente “de fuego”. Ni siquiera la balloneta calada en el fusil de combate se usa para rematar al enemigo porque ya no hay enfrentamientos cuerpo a cuerpo en las guerras.
Simón Bolívar, General y Libertador de Venezuela y otros países de Nuestramérica, fue -desde su infancia- un soldado infatigable que aprendió a combatir hasta con las ideas y hacer uso acertado de la contramediática, a través de la artillería del pensamiento: “Por la ignorancia nos han dominado más que por la fuerza”, dijo en el discurso de instalación del (Segundo Congreso de Venezuela) Congreso de Angostura, el 15 de febrero de 1819. Casi 200 años después, las armas enemigas que se enfilan sobre los intentos de construcción de la V República, por inspiración de Bolívar (también del Árbol de las Tres raíces) y abnegación en el liderazgo de Chávez, consiguen intacta la fragilidad de conciencia, como consecuencia de la ignorancia.
Y ante este cuadro de guerra al que hemos sido llevados en el presente por los intentos de caotización de nuestra soberanía y nuestra democracia, es el hambre y la miserabilización de todas nuestras relaciones entre la ciudadanía, la que hoy deja más víctimas que cualquier otro tipo de conflagración convencional.
Mucho se ha caracterizado a la actual coyuntura de desgaste previo al aniquilamiento de la República Bolivariana de Venezuela -planificado desde el Departamento de Estado gringo y los centros de poder del capital (fundamentalmente financiero, en el caso presente)- intentando confundir a las grandes mayorías para que asuman, cual corifeos, que es el actual Presidente venezolano el responsable del caos actual y, por lo tanto, no se debería reelegir a Maduro para un nuevo período de mandato.
Las calles, la conducta de las masas, la agresividad expresada en lugares de concentración mercantil, como abastos, farmacias y supermercados o, sobre todo, en el transporte público, parecen ir en crecimiento cotidiano. El pasado martes, a primeras horas de la mañana, cuando llegué a la estación Capitolio del Metro de Caracas, en su línea uno, había una pareja de hombres peleando por entrar en el vagón y uno de ellos portador de una discapacidad motora, rodó por el suelo golpeado con la violencia del contrincante que prefirió –egoístamente, tal como lo enseña el capitalismo- entrar primero que nadie. No hubo quien contuviera la pelea ni autoridad alguna que pusiese orden. Ese mismo día, el transporte superficial de camionetas por puesto y sus conductores, intentaban imponer un incremento del 100 por ciento en las tarifas del pasaje, mientras el tren Metropolitano (sistema Metro) resulta gratuito para la inmensa mayoría de sus usuarios. Lo cual hace obvio que el servicio Metro aumente impactantemente en la cantidad de usuarios diarios huyendo de los altos costos en la movilidad urbana con otro tipo de transportes, produciendo una caotización social y económica, muy querida por quienes han declarado la actual guerra económica contra Venezuela.
Si no somos capaces de ver esa realidad, si solamente nos quejamos pero sin estudiar causas y consecuencias, si somos víctimas acríticas del caos y cuando se nos ocurre decir algo, tan sólo se hace descargando la culpa en Maduro, es obvio que la batalla de la Patria la tenemos perdida y nuestras riquezas terminarán en manos imperiales enemigas, al igual que la conducción política de nuestro Estado, que perdería su independencia y soberanía.
Dentro de este cuadro, apretujadamente descrito en esta nota de opinión, preguntarnos si ¿van a votar los heridos de caos en esta guerra?, conduciría a una respuesta que parece obvia: ¡No!
Si nuestra condición de víctimas de la ignorancia nos paraliza, nos desmoviliza, nos lleva a traicionar principios y optar por las luchas más primitivas asociadas solo con la sobrevivencia, sin dudas que estaremos firmando nuestra derrota y habremos perdido la República, esta V y también la Patria. Es hora de volver a mirarnos en Chávez, pero sobre todo en Bolívar.
Ilustración: Xulio Formoso